A muy buen ritmo y sin grandes dificultades en la Costera, pero con muy bajos rendimientos y peores expectativas en la Vall d’Albaida. La campaña citrícola está a punto de llegar a su ecuador con un balance de contrastes según la comarca en la que se pregunte.
En lo que coinciden los citricultores consultados por este diario es en que la subida sostenida del precio de la fruta está contribuyendo a sacar la producción al mercado a una rápida velocidad. A fecha de hoy, la variedad de mandarinas clemenules se paga a 0.435 euros el kilo, un 6% más cara que en la misma semana de 2022, mientras que la navelina se sitúa a un precio medio de 0.315 euros el kilo, un 31% más elevado que hace un año, y faltan existencias, según los datos de la Mesa de Precios de la Lonja.
«Alguna variedad temprana ha podido sufrir algún problema por un menor calibre o por la mosca del Mediterráneo, pero en principio todo está marchando bastante bien, sin demasiados problemas», resume el secretario de la Unió de Llauradors en la Costera, Ricard Fillol, que se muestra optimista respecto a la campaña por primera vez en varios años.
Debido a las altas temperaturas de este año, la cosecha está siendo inferior a la que debería ser habitual, en términos similares a la de 2022, aunque el incremento de precios está compensando en mayor medida a los productores, al menos en la Costera, donde se está rematando la recolección de las variedades tempranas antes de ponerse el foco en la navelina.
Lo que sí se están encontrando los productores es con una dificultad cada vez mayor en la búsqueda de mano de obra para recoger la naranja. Se echa en falta gente especializada y prácticamente la totalidad de los ‘collidors’ son migrantes. «Se está convirtiendo en un problema que habría que estudiar. No todo el mundo está dispuesto a trabajar a temporadas», sostiene Fillol. En la Vall las cooperativas tampoco encuentran a nuevos recolectores y los productores se enfrentan a los mismos obstáculos.
En esta última comarca, donde los cítricos están menos extendidos, la expectativas generadas por los precios elevados se han visto truncadas porque a la merma de producción provocada por las altas temperaturas y la falta de lluvias se suman los diversos episodios de pedrisco que se han sucedido de los últimos meses. «El rendimiento que va a sacar el agricultor va a ser escaso», expone el delegado de la Unió en esta comarca, Juan José Climent.
Bajo aprovechamiento del caqui en la Vall
Con el caqui ocurre algo similar. Los fenómenos climáticos han provocado un mal cuajado y hay un porcentaje alto de fruta deformada y de estrío, favorecido por el granizo. También ha afectado a la cosecha la mosca blanca. Además, las tormentas y el poniente que sacudió al territorio a finales de verano, cuando los árboles aún estaban cargados, hizo que muchas ramas se rompieran, unos daños no sufragados por el seguro.
Aunque ha habido una producción de caquis importante en la Vall d’Albaida, se estima que el aprovechamiento difícilmente superará el 50% de los kilos producidos por el árbol y, aunque el precio se sitúe por encima de una campaña normal, el rendimiento final no va a ser el esperado. «Se avecinaba una buena campaña, pero no lo va a ser tanto», incide Climent.
En la Costera, el calor también ha afectado a la forma de las navelinas, que se han quedado «un poco pegadas». Los calores de mayo han afectado a la floración y mucha naranja y clementina de segunda floración ha evolucionado con calibres más pequeños a los habituales y más piñones. Eso sí, Fillol recalca que, dada la coyuntura de poca producción y altos precios, «sale todo» al mercado.