El tiempo que se pasa viendo la televisión o jugando a juegos de ordenador tiene efectos mensurables y a largo plazo sobre la función cerebral de los niños, según una revisión de 23 años de investigación sobre neuroimagen, que si bien muestra impactos negativos también demuestra algunos efectos positivos, según publican los investigadores en la revista ‘Early Education and Development’.
Sin embargo, los investigadores se abstienen de abogar por la imposición de límites al tiempo frente a la pantalla, ya que, según afirman, puede conducir a enfrentamientos. En su lugar, instan a los responsables políticos a ayudar a los padres a navegar por el mundo digital promoviendo programas que favorezcan un desarrollo cerebral positivo.
La revisión es un análisis de 33 estudios que utilizan tecnología de neuroimagen para medir el impacto de la tecnología digital en el cerebro de los niños menores de 12 años. En total, se incluyen más de 30.000 participantes.
En concreto, la investigación concluye que el tiempo frente a la pantalla provoca cambios en el córtex prefrontal del cerebro, que es la base de funciones ejecutivas como la memoria de trabajo y la capacidad de planificar o responder con flexibilidad a las situaciones. También detecta efectos en el lóbulo parietal, que nos ayuda a procesar el tacto, la presión, el calor, el frío y el dolor; el lóbulo temporal, importante para la memoria, la audición y el lenguaje; y el lóbulo occipital, que nos ayuda a interpretar la información visual.
«Tanto los educadores como los cuidadores deben ser conscientes de que el desarrollo cognitivo de los niños puede verse influido por sus experiencias digitales –afirma el autor principal del estudio, el catedrático Hui Li, de la Facultad de Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Educación de Hong Kong–. Limitar el tiempo que pasan frente a la pantalla es una forma eficaz pero enfrentada, y podrían desarrollarse y aplicarse estrategias más innovadoras, amables y prácticas».
«Los responsables políticos deberían proporcionar orientación, implicación y respaldo adecuados para el uso digital de los niños», sugieren.
El equipo de investigación, que además de expertos de la Universidad de Educación de Hong Kong incluía a los de la Universidad Normal de Shanghai (China) y la Universidad Macquarie (Australia), quería saber cómo afectaba la actividad digital a la plasticidad -o maleabilidad- del cerebro durante periodos críticos del desarrollo. Se sabe que el desarrollo visual tiene lugar sobre todo antes de los ocho años, mientras que el momento clave para la adquisición del lenguaje es hasta los 12.
Sintetizaron y evaluaron los estudios sobre el uso digital de los niños y el desarrollo cerebral asociado publicados entre enero de 2000 y abril de 2023, con edades de los participantes comprendidas entre los seis meses y más. Los medios basados en pantallas fueron los más utilizados por los participantes, seguidos de los juegos, las escenas visuales virtuales, el visionado y edición de vídeos y el uso de internet.
El documento concluye que estas experiencias digitales tempranas están teniendo un impacto significativo en la forma del cerebro de los niños y en su funcionamiento. Esto se consideró tanto potencialmente positivo como negativo, pero principalmente más negativo.
Por ejemplo, en algunos estudios se observaron repercusiones negativas en la forma en que el tiempo frente a la pantalla influye en la función cerebral necesaria para la atención, las capacidades de control ejecutivo, el control inhibitorio, los procesos cognitivos y la conectividad funcional. Otros estudios sugirieron que un mayor tiempo de pantalla se asocia con una menor conectividad funcional en áreas cerebrales relacionadas con el lenguaje y el control cognitivo, lo que podría afectar negativamente al desarrollo cognitivo.
En el grupo de investigación se evaluaron algunos estudios basados en dispositivos. Se observó que los usuarios de dispositivos tipo tableta presentaban peores funciones cerebrales y tareas de resolución de problemas. En cuatro estudios se observó que los usuarios de videojuegos y de Internet producían cambios negativos en las áreas cerebrales, lo que repercutía en las puntuaciones de inteligencia y el volumen cerebral.
Y se demostró que el «uso intensivo de los medios» en general podía afectar al procesamiento visual y a las regiones de las funciones cognitivas superiores. Sin embargo, seis estudios demostraron que estas experiencias digitales pueden influir positivamente en la funcionalidad cerebral de los niños.
Por ejemplo, en uno se descubrió una mejora de la capacidad de concentración y aprendizaje en el lóbulo frontal del cerebro. Mientras tanto, otro estudio sugirió que jugar a videojuegos puede aumentar la demanda cognitiva, mejorando potencialmente las funciones ejecutivas y las habilidades cognitivas de los niños.
En general, el equipo de la profesora Li concluye que los responsables políticos deben actuar sobre la base de estos resultados para apoyar prácticas basadas en pruebas para profesores y padres.
El autor principal, el doctor Dandan Wu, de la Universidad de Educación de Hong Kong, afirma que «esta investigación contiene implicaciones significativas para la mejora práctica y la formulación de políticas. Ante todo, tanto los educadores como los cuidadores deben reconocer que el desarrollo cognitivo de los niños puede verse influido por sus experiencias digitales. Por lo tanto, deben proporcionar orientación, participación y apoyo adecuados para el uso digital de los niños –añade–. Es imperativo que los responsables políticos desarrollen y apliquen políticas basadas en pruebas empíricas para salvaguardar y mejorar el desarrollo cerebral de los niños mientras navegan por la era digital».
«Esto podría implicar ofrecer recursos e incentivos para la creación y el examen de intervenciones digitales destinadas a reforzar el crecimiento cerebral de los niños», recomiendan.
Una limitación del estudio, comentan los autores, es la falta de investigaciones revisadas, lo que afirman que puede deberse a que este tema es «novedoso y emergente, y las tecnologías de investigación también están evolucionando». Además, «esta revisión de alcance», añaden, «no ha abordado las cuestiones críticas, como si es el uso digital temprano (por ejemplo, el tiempo de pantalla) o los procesos cognitivos (es decir, la experiencia de aprendizaje) los que han impulsado el cambio de la función y la estructura del cerebro, y si hay diferentes efectos de los tipos de equipos digitales y el modo de uso».
Por lo tanto, los autores recomiendan que las investigaciones futuras exploren técnicas como la investigación longitudinal sobre el impacto de las pantallas en las funciones cerebrales.