La reciente escalada de violencia entre Israel y la Franja de Gaza, controlada por el grupo islamista Hamás, ha puesto de relieve una vez más la estrecha relación que existe entre el Estado judío y su principal aliado, Estados Unidos. A pesar de las presiones internacionales para un alto el fuego, el presidente estadounidense Joe Biden ha reafirmado su apoyo al derecho de Israel a defenderse de los ataques con cohetes lanzados desde Gaza, que han causado más de 200 muertos entre ambos bandos.
“Estamos del lado de Israel. Vamos a asegurarnos de que permitimos que todos los ciudadanos de Israel puedan responder a este ataque. No hay justificación para el terrorismo […] Israel tiene el derecho y la obligación de responder”, subrayaba este martes el propio Biden en una declaración desde la Casa Blanca instantes después de reunirse con su homólogo israelí, Benjamin Netanyahu.
Asimismo, en dicha declaración, en la que Biden prácticamente daba carta blanca a Netanyahu para responder al ataque de Hamás cómo, cuándo y dónde quisiera, el presidente norteamericano también confirmaba que Washington seguirá prestando todo tipo de asistencia militar adicional, municiones y armamento antiaéreo para reforzar los sistemas antimisiles israelíes.
Los orígenes de una alianza histórica
Pero, ¿de dónde viene esta estrecha colaboración entre ambas potencias? Pues bien, la alianza entre Israel y EEUU se remonta a la fundación del primero en 1948, cuando el presidente estadounidense Harry Truman reconoció al nuevo Estado pocos minutos después de su declaración de independencia. Desde entonces, EEUU, que buscaba contrarrestar la influencia soviética de la región, ha sido el principal proveedor de ayuda económica y militar a Israel, así como su defensor en el ámbito diplomático, especialmente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ha vetado numerosas resoluciones críticas con las políticas israelíes.
Según datos del Congreso de EEUU, Israel es el país que más asistencia extranjera acumulada ha recibido por parte de EEUU desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con un total de 146.000 millones de dólares hasta 2019. La mayor parte de esa ayuda se destina al ámbito militar, lo que ha permitido a Israel desarrollar uno de los ejércitos más avanzados y poderosos del mundo. Además, ambos países comparten información de inteligencia y cooperan en proyectos de investigación y desarrollo tecnológico.
Uno de los ejemplos más destacados de esta cooperación es el famoso sistema antimisiles Cúpula de Hierro, que ha interceptado más del 90% de los cohetes lanzados desde Gaza en los últimos días. Este sistema fue desarrollado por Israel con financiación y apoyo técnico de EEUU, que ha destinado más de 1.600 millones de dólares desde 2011 para su despliegue y mantenimiento. En este sentido, Biden ha anunciado que EEUU repondrá las reservas del sistema tras el actual conflicto.
No obstante, la relación entre Israel y EEUU no solo se basa en intereses estratégicos y económicos, sino también en valores compartidos, como la democracia, los derechos humanos y la libertad religiosa. Ambos países tienen una población diversa y multicultural, con una importante presencia judía en EEUU. Según una encuesta del Pew Research Center, el 75% de los estadounidenses tiene una opinión favorable o muy favorable de Israel, mientras que solo el 27% dice lo mismo de los palestinos.
Sin embargo, la alianza entre Israel y EEUU también tiene sus sombras y sus desafíos. A lo largo de las décadas, ha habido momentos de tensión y desacuerdo entre ambos gobiernos, especialmente en lo referente al proceso de paz con los palestinos y a la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este. Asimismo, la opinión pública estadounidense muestra algunas fisuras según la afiliación política, la edad y la religión. Los demócratas, los jóvenes y los musulmanes tienden a ser más críticos con Israel y más solidarios con los palestinos que los republicanos, los mayores y los cristianos.
La animadversión de Israel en los países árabes
Por otro lado, la alianza entre Israel y EEUU es uno de los factores que explican la animadversión general que hay hacia Israel entre los países árabes, que históricamente han apoyado la causa palestina y se han enfrentado militarmente a Israel en varias ocasiones. Aunque en los últimos años se han producido algunos acercamientos entre Israel y algunos países árabes moderados, como los Acuerdos de Abraham firmados con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos bajo la mediación de EEUU, la mayoría de las naciones árabes siguen considerando a Israel como un enemigo y un ocupante ilegítimo.
En este contexto, el papel de EEUU como mediador entre Israel y los palestinos se ve cuestionado por su falta de imparcialidad y credibilidad. Aunque EEUU ha impulsado varias iniciativas de paz a lo largo de los años, ninguna ha logrado una solución duradera y justa al conflicto. La última propuesta, presentada por el expresidente Donald Trump en 2020, fue rechazada de plano por los palestinos por considerarla favorable a Israel y contraria al derecho internacional.
El enorme poder del lobby judío
Asimismo, esta estrecha relación tiene como uno de sus pilares el poder de influencia del lobby judío en la sociedad y la política estadounidenses. Este lobby, que no es un grupo homogéneo ni monolítico, sino una red de organizaciones e individuos que comparten un interés común por defender los intereses de Israel y de la comunidad judía, actúa en diversos ámbitos para promover su agenda y su visión del conflicto palestino-israelí.
Uno de esos ámbitos es el de la opinión pública y los medios de comunicación, donde el lobby judío tiene una gran capacidad para moldear la percepción y la información sobre el conflicto. Algunos grupos de vigilancia de los medios, como CAMERA (Comité para la Exactitud en la Información sobre Oriente Medio en América), se dedican a monitorear y denunciar lo que consideran sesgos o errores en la cobertura del conflicto. Otros grupos, como J Street, se definen como pro-Israel y pro-paz, y abogan por una solución negociada y justa al conflicto.
Otro ámbito es el académico y cultural, donde el lobby judío promueve el estudio y la difusión de la historia, la cultura y la religión judías. Algunas instituciones, como el Instituto de Estudios Judíos Contemporáneos o el Centro Simon Wiesenthal, se dedican a la investigación y la educación sobre temas relacionados con el judaísmo, el antisemitismo, el Holocausto y los derechos humanos. Otras organizaciones, como el Comité Judío Americano o el Consejo Judío para las Relaciones Públicas, se encargan de fomentar el diálogo y la cooperación entre las comunidades judías y otras minorías étnicas y religiosas.
El ámbito político y electoral es quizás el más relevante, ya que el lobby judío apoya a los candidatos y partidos que defienden los intereses de Israel y de la comunidad judía. Algunos comités de acción política (PAC), como NORPAC o Pro-Israel America, se dedican a recaudar fondos y hacer donaciones a los políticos que se comprometen con la seguridad y el bienestar de Israel. Otros grupos, como el Consejo de Liderazgo Judío o el Comité Nacional Demócrata Judío, se encargan de movilizar y representar al electorado judío dentro de los partidos mayoritarios.
El lobby judío en EEUU también cuenta con un importante aliado en el movimiento evangélico cristiano, que comparte su apoyo incondicional a Israel por motivos religiosos e ideológicos. Algunas organizaciones cristianas pro-Israel, como Cristianos Unidos por Israel o la Coalición Cristiana, cuentan con millones de miembros y una gran capacidad de movilización e influencia política. Estos grupos consideran que Israel es el cumplimiento de las profecías bíblicas y que su protección es esencial para el plan divino y para la segunda venida de Cristo.
El poder del lobby judío en EEUU no está exento de críticas y controversias. Algunos sectores acusan al lobby de ejercer una presión indebida sobre la política exterior estadounidense, que favorece a Israel en detrimento de los intereses nacionales e internacionales de EEUU. Otros sectores cuestionan la legitimidad y la representatividad del lobby, que no refleja la diversidad ni las opiniones de toda la comunidad judía estadounidense. Además, algunos grupos pro-palestinos denuncian las campañas de intimidación y difamación que sufren por parte del lobby cuando expresan su solidaridad con la causa palestina.