Lleva semanas reventando la taquilla y no hay crítica que no la señale como una intérprete extraordinaria, pero Vicky Luengo es de esas actrices que comparten con pudor el éxito rotundo de su trabajo en la obra Prima facie, un monólogo de Suzie Miller en el que da vida a una abogada penalista que sufre una violación y que se ha convertido, desde su estreno, en un acontecimiento teatral. “Estoy teniendo mucha suerte”, dice, pero su trayectoria en cine y en teatro desmienten esa afirmación marcada por el clásico síndrome de la impostora. La obra se despide el próximo martes de los Teatros del Canal de Madrid, a los que regresará en diciembre después de una gira por media España que comenzará el 8 de octubre en San Sebastián, en cuyo festival de cine participará por primera vez como jurado. En febrero, Luengo estrenará la serie Reina Roja (Prime), basada en el bestseller de Juan Gómez-Jurado, en la que interpreta a Antonia Scott, una mujer extremadamente inteligente.

Dice que cuando se baje del escenario el próximo martes se irá a cenar con su equipo y llorará y respirará hondo y se creerá, quizá, que lo ha conseguido, que lo ha hecho bien. De lo aprendido con este trabajo, pero también de violencias y heridas comunes habla Vicky Luengo con este diario, en una conversación el pasado viernes, después de una sesión con su fisioterapeuta: “Voy cada semana porque esta función me genera muchas contracturas en la espalda, dolor lumbar, tensión en la barriga, muchas cosas físicas, aunque cada vez menos. El día que estrené tenía nauseas en escena, ahora ya no, pero es un precio que vale la pena, que está bien pagar”.

¿Cómo está siendo convivir, no solo físicamente, con un personaje como el de Tessa Ensler?

Es duro, la verdad, y estoy agotada emocionalmente porque ofrecer tu cuerpo cada día para convertirte en canal de esta historia te pasa factura. El cuerpo no sabe que eres actriz y se va a casa pensando que cada noche has sentido todo ese dolor, toda esa ansiedad, todo ese miedo, todo ese pánico, toda esa rotura emocional. Pero luego hay una parte súper dulce que tiene que ver con todo lo que está ocurriendo con la función, con lo que me sucede cada noche cuando se hace el oscuro final y veo las caras de las mujeres y de los hombres que se levantan y aplauden con cara de agradecimiento y eso es una cosa muy potente. Creo que estoy teniendo mucha suerte, me siento muy agradecida y toda esta parte hace que la otra no sea tan dura.

Ha agotado entradas desde el primer día, le llueven las buenas críticas por este trabajo, pero acaba de decir que ‘tiene suerte’. Hace unas semanas, en este periódico, Remedios Zafra decía que “incluso cuando tienes éxito tienes que compartir la parte negativa porque sientes que no te lo mereces del todo o crees que es una racha de suerte y no algo estabilizado”

Tienes toda la razón, no te lo puedo discutir. Hay algo como intrínseco que nos pasa mucho a muchas mujeres, esa sensación de impostora. El otro día dije en la prensa que este es un texto buenísimo y que a cualquier actriz que lo hiciera le iría bien. A lo mejor también hay que reconocer el trabajo y la entrega de una, es verdad.

Hace unos días hablé con un chico que vino a ver la función y me dijo que se fue a casa pensando que, a lo mejor, él podía haber cometido alguna agresión sexual. Flipé y solo esa frase me dio energía para hacer esta última semana de funciones»

Sé que se le acercan mujeres cuando acaba la función… pero, ¿y los hombres?

Hace unos días hablé con un chico que vino a ver la función y fue muy impactante porque me dijo que se fue a casa pensando que, a lo mejor, él podía haber cometido alguna agresión sexual. Flipé y solo esa frase me dio energía para hacer esta última semana de funciones que me queda. Tengo un amigo que acaba de tener una hija y salió conmocionado porque no podía parar de pensar en ella. Y es normal que si ves esto a través de una hija te abra más los ojos porque eres un hombre heterosexual, cis, con todos los privilegios que eso conlleva, y la educación que te ha dado esta sociedad ha hecho que no aprendas a empatizar o entender el sufrimiento del que hablamos muchas mujeres y la herida que tenemos todas.

¿Qué ha aprendido con este trabajo que no supiera ya?

Un montón de cosas. Aunqu te parezca mentira, este trabajo va a ser más importante para mí a nivel personal que profesional, por varias razones. Uno de los máximos aprendizajes ha sido que me ha ayudado a enfrentarme a mis miedos, a mi exigencia, a una especie de control excesivo que tengo en mi vida por unas heridas mías de infancia. Este monólogo me ha puesto de frente con la imposibilidad de controlar. Tenía la autoexigencia muy alta, la tengo siempre y es uno de mis defectos, me hablo muy mal a mí misma y me digo cosas que no debería decirme. Y hubo un día en los ensayos que colapsé, tuve que parar y me fui a casa. Y luego pensé ¿qué pasa? Y vi que me estaba exigiendo un resultado como si fuera a estrenar al día siguiente en Canal. También me di cuenta de que estaba intentando controlar las emociones que el monólogo me provocaba, que estaba intentando ser la actriz correcta con todo resuelto, y de repente entendí que la emoción me sobrepasaba y que tenía que encontrar la manera de asumir que tenía que surfear la ola de la emoción cuando saliera a escena, pero no podía controlarla. Y eso me dio mucho miedo porque sales tú sola durante una hora y cuarenta y cinco minutos, en tu primer monólogo, sin poderme asegurarme a mí misma que lo iba a hacer bien… Me ha costado muchas horas de terapia y de conversaciones con amigas. Cada día que salgo tengo miedo, cada día que salgo tengo abismo.

Vicky Luengo.


Al principio de la obra su personaje es una mujer segura y ambiciosa, y evidenciar eso, en el caso de las mujeres, sigue siendo algo que genera rechazo, que se percibe como una amenaza

Sí, sí, ha habido dos o tres periodistas, hombres, que me han dicho que el personaje les caía mal al inicio, eso para empezar. Creo que la sociedad enjuicia a las mujeres que saben lo que quieren, que tienen ambición, que saben dónde quieren estar, a las mujeres que no se callan.

¿Le ha pasado?

Si te soy muy sincera, creo que sí me ha pasado, pero no me he enterado. Sin duda, mucha gente habrá pensado en algún momento que soy alguien extremadamente ambicioso o trepa o vete tú a saber los adjetivos, me los estoy inventando, pero no he sido consciente de ello. Pero vamos, me apostaría un brazo a que ha ocurrido.

Aunque queda mucho camino por hacer, es muy importante el trabajo que se ha hecho en este país con la ley del ‘solo si es sí’. Creo que es absolutamente necesario que exista»

En la obra, Tessa Ensler pierde la fe en un sistema que no la protege

Yo sí tengo fe porque creo que, por suerte, cada vez estamos mejor y, aunque queda mucho camino por hacer, es muy importante el trabajo que se ha hecho en este país con la ley del ‘solo si es sí’. Creo profundamente que es absolutamente necesario que exista esa ley y tengo la certeza de que si esta ley no hubiera puesto el consentimiento en el centro, todo lo que ha pasado con el caso Rubiales no estaría ocurriendo.

En su libro ‘Ella pisó la luna’ Belén Gopegui escribió que “ganarle la pelea a las estructuras depende también de las historias que tengamos”. ¿Las tenemos?

Creo que cada vez más. Sería injusto que yo estuviera aquí quejándome o diciéndote todo esto sin reconocer que ha habido un avance enorme y que esas historias ahora mismo están contadas por un montón de mujeres cineastas. Pero faltan muchas voces y muchas cosas que contar. Sobre todo, porque hay muchas partes de mí como mujer que nunca he visto representadas. ¿Por dónde se ha empezado a mostrar a la mujer en la ficción como protagonista? Por la mujer que se enfrenta a un mundo de hombres, normalmente masculinizada y ambiciosa, con todas esas características que erróneamente atribuimos a la masculinidad. El otro día vi Creatura, de Elena Martín, y me atravesó porque nunca había visto el tema de la sexualidad femenina sin que ocurriera un abuso grave o una agresión sexual. Nunca había visto eso en cine y sí, creo que esas historias nos faltan, pero empiezan a existir.

Tiene 33 años y 18 obras de teatro en su haber. De ellas, solo dos dirigidas por mujeres. ¿Qué le dice eso?

Y de todas las películas que he hecho en mi vida, solo una es de una directora. Cuando veo las estadísticas que sacan y dicen que un 20% de las cineastas son mujeres, yo pienso ¿solo? Hay poquísimas e igual que no hay que decir que tenemos suerte, como hablábamos al principio, en esto nos lo deberíamos aplicar también porque estamos en la cosa de dar gracias. Estamos avanzando un poco, sí, pero de 18 obras que he hecho solo dos han sido dirigidas por mujeres. No lo había pensado hasta ahora y, hostia, pues sí.

En la obra, Luengo interpreta a Tessa Ensler, una abogada que sufre una violación. OMAR ANTUÑA


¿Qué tipo de violencia ha sufrido en su profesión?

He sufrido mucha violencia estética cuando no tenía el privilegio de elegir que tengo ahora. Me he puesto aparato en la boca porque tenía los dientes torcidos y me lo decían algunos directores de casting. Lo decidí yo y no me arrepiento, pero es verdad que lo hice por querer encajar en una estética que marca el sistema. En mis inicios rodé un piloto para una serie y me llamaron para decirme que tenía que repetir las secuencias, sin explicarme por qué, y yo pensaba que tenía que volver a hacerlas porque era mala actriz y, al llegar, me pusieron un sujetador con relleno. Me ha pasado, cuando no existían las coordinadoras de intimidad, que en un rodaje me dijeran vale, Vicky, pero ahora quítate el sujetador. Ahora eso no me pasa ni de coña porque tengo 33 años y porque eso lo freno desde ese lugar de privilegio que tengo. También he sufrido otro tipo de violencias, la de infantilizarme, recibir comentarios muy paternalistas y mucha condescendencia para dirigirse a mí. Y también esa sensación que viven todas las mujeres en la sociedad, que parece como que te quieran callar. Ahora no me pasa tanto, pero yo me he callado muchas veces.

¿Son esas ‘las heridas que tenemos todas’ a las que se refería al principio de esta conversación?

Sí, entre otras. Tenemos todas una misma herida, una herida común, que es que todas hemos sido agredidas. Agredidas desde un lugar que puede ser la violencia de callarnos, la de hacerte sentir que estás por debajo, la agresión sexual pura… A mí me han marcado cantidad de cosas, pero no conozco a una sola mujer que no me diga que en algún momento se ha sentido agredida física o verbalmente. Creo que es una herida común, de verdad, y es muy difícil porque es una herida que muchas de nosotras no sabemos que está. A veces yo me he dado cuenta muy tarde de que alguien ha cometido un abuso físico sobre mí. Todos estamos de acuerdo y entendemos lo que es que te violen en la calle, pero no cuando alguien comete un abuso físico sobre ti en un nivel de más intimidad, por ejemplo. Cuando hablo de las heridas me refiero a que no hay mujer que no esté atravesada por este relato.

Todo el mundo sabe quiénes son las personas que han cometido agresiones y todos lo hablamos. Pero en voz alta, creo que conseguiremos hacer un MeToo cuando la víctima no quede expuesta tan agresivamente»

Primero con el MeToo y ahora con el caso Rubiales, hubo y hay mujeres verbalizando en redes los episodios de acoso o maltrato que han sufrido. En estos años ha habido actrices que han compartido episodios similares, pero nunca se han dado nombres… ¿Por qué no ha habido un #MeToo o un #SeAcabó en su profesión?

Porque hay miedo. Ha costado tanto que las mujeres se hagan un espacio en esta industria, cuesta tanto que te hagan un lugar, que te tomen en serio, que te den papeles protagonistas, hacer tu ópera prima como directora, que te paguen como una guionista de primera línea… Cuesta tanto, que en el momento en el que llegas, dices ¿ahora voy a ser yo la cabeza de turco que va a decir el nombre y toda mi carrera va a virar? Porque es lo que pasa en el sistema, que se vira hacia la víctima, mira lo que le ha pasado a Jenni Hermoso. Y, de repente, tu nombre está en todos los titulares como ‘la mujer que fue víctima de’. Conozco a muchos periodistas que tienen la información, que tienen la lista de los siete nombres que podrían estar saliendo ya y no salen porque la gente tiene miedo, porque el sistema agrede a la víctima poniéndola en la palestra y haciéndole preguntas. Te queman el nombre. Todo el mundo sabe quiénes son las personas que han cometido agresiones y todos lo hablamos. Pero en voz alta, creo que conseguiremos hacer un MeToo cuando la víctima no quede expuesta tan agresivamente. Si no, es imposible. Estamos intentando generar medidas desde dentro, las actrices y mujeres del audiovisual estamos reuniéndonos para generar una red de apoyo entre nosotras en la que podamos avisarnos de que esto pasa y está ocurriendo. Yo tengo propuestas que quiero lanzar e intentar que funcionen, pero solo se puede hacer desde la retaguardia.