Madrid


20/08/2023 a las 07:14

CEST


Ni los barones autonómicos de mayor peso, ni buena parte de la dirección nacional, ni el grupo parlamentario conocía el por qué de dejar fuera de la Mesa a Vox.

El pesimismo se ha instalado en el PP. Los días pasan y la mayor parte de los dirigentes piensan que están siendo incapaces de salir del “bucle” de lo que ocurrió el 23 de julio. Una victoria electoral con sabor a derrota, que se convirtió en un fracaso casi de manera inmediata sin que Alberto Núñez Feijóo haya podido darle la vuelta. En Génova reconocen que siguen librando la batalla del “relato” y por eso, en todas sus intervenciones recientes, el líder gallego repite insistentemente que fue el PP quien ganó y no el PSOE. Por el mismo motivo, aunque no tiene los números suficientes, sigue convencido de ir a una investidura. “Todo es tan maquiavélico que estamos a cuatro diputados y parece que no dimos el golpe del siglo”, resume un alto cargo.

En este momento no hay voces de peso dentro del PP que se opongan al camino de la investidura. Ni siquiera en privado. Al contrario. El partido sigue reclamando “no tirar la toalla” en vista de que Pedro Sánchez, por mucho que exhibiera una mayoría parlamentaria en la constitución del Congreso esta semana, “lo seguirá teniendo muy difícil” para atar los apoyos de los independentistas. Por eso, el desconcierto en la formación fue total cuando Feijóo no consiguió amarrar en la votación del jueves los votos de Vox para la candidatura de Cuca Gamarra.

También lo fue para el líder nacional —no pudo esconderlo en el gesto— que seguía convencido de que Santiago Abascal prestaría sus votos al PP por si había una posibilidad de que la socialista Francina Armengol se quedara en la orilla. “No se trataba de regalar nada al PP y Vox lo sabía perfectamente. Se trataba de mantener la estrategia del frente constitucionalista. Seguir visibilizando que hay una opción de 172 diputados. Y no era a cambio de ningún puesto en la Mesa ni de compensar con nada. Era participar en algo que frustrara el peso de los independentistas si se daba esa oportunidad”, zanjan en el entorno del PP tratando de acabar con las críticas de «ingenuidad absoluta» sobre Feijóo.

Que la papeleta de Gamarra (que se expuso siendo la número dos del partido) solo tuviera 139 escaños agujereó la estrategia del dirigente gallego en la primera votación pública, mostrando una vulnerabilidad excesiva que ha sentado muy mal dentro del partido. Ni los barones autonómicos de mayor peso, ni buena parte de la dirección nacional, ni el grupo parlamentario conocía el por qué de dejar fuera de la Mesa a Vox si eso iba a implicar no tener sus 33 apoyos. Esas conversaciones con el partido de Santiago Abascal transcurrieron en el estricto núcleo duro de Feijóo, incluido algún contacto entre líderes.

En Génova aseguran que Vox “supo en todo momento” que no tendría los votos para hacerse con un hueco en la Mesa y que, aun sabiéndolo, no trasladó en ningún caso que iría por libre y dejaría de apoyar a Gamarra. Hubo conversaciones la misma mañana del jueves, tras conocerse el preacuerdo entre Junts y el PSOE, donde el partido de Abascal solicitó un sitio en el órgano de gobierno de la Cámara. El PP planteó otras opciones relacionadas con comisiones y otros aspectos parlamentarios, cerrando esa puerta. Y Feijóo asistió a la votación sin saber que Vox votaría por su propio candidato.

Después de la sesión constitutiva el líder del PP tuvo una comida con su equipo más cercano y más tarde estuvo en Génova. La mitad del comité de dirección se encontraba fuera de la sede del partido y no hubo una reunión de la cúpula, pero sí se vio con dirigentes que estaban en el cuartel general. Tampoco existe malestar de Feijóo con dirigentes que ni siquiera participaron en la estrategia que él sí capitaneó. De hecho, según explican fuentes del PP, la “sorpresa” y la “desconfianza” es máxima ahora con Abascal. Y mientras, en el propio partido, crecen las críticas por lo que muchos han visto como una nueva “bunkerización” del líder y su equipo más cercano que le acompañó desde Galicia.

En Génova, sin embargo, defienden la hoja de ruta seguida. Con respecto a la Mesa, reiteran que Feijóo reveló a sus diputados y senadores los nombres elegidos el día anterior de las votaciones y, en el caso del Congreso, zanjan: “Se dieron cinco nombres. Uno, el de Cuca, para la presidencia. Y otros cuatro para las vicepresidencias y dos secretarías. No cabía Vox por tanto. Estaba claro”. 

Algunos dirigentes veteranos no lo ven así, insistiendo en que “las negociaciones para la Mesa se producen hasta el último momento” y la mayoría daba por hecho que podía cederse un puesto a Vox. “Si tienes una reunión de los grupos parlamentarios lo lógico es que expliques, dentro de lo posible, lo que estás haciendo, lo que pretendes conseguir y lo que esperas de Vox, con quien además gobernamos en media España”, reflexionan. «O una cosa o la otra. Pero no comprendemos cerrar un pacto, tener sus votos para la investidura y otro día tener que asumir con normalidad que nos quedamos en 139», insisten distintos dirigentes, preocupados por los «bandazos» que el partido está exhibiendo.

Despegarse de Vox de repente

En Génova aseguran que necesitaban “amarrar a la diputada de Coalición Canaria”, que es realmente esencial en la ecuación del PP porque mientras ella siga apoyando a Feijóo, Sánchez necesita el sí de Junts. Si los nacionalistas canarios se cambian de bloque, la abstención de Carles Puigdemont basta y las cosas se pondrían mucho más sencillas para el PSOE.

En este punto, dicen en el equipo de Feijóo, la prioridad era tener seguro ese escaño 172. De hecho, al borrarse los 33 de Vox, Gamarra siguió contando con la canaria en la votación a sabiendas de que perdería. En el PP, a pesar de la lectura del revés en el Congreso y la ruptura con Abascal, ya aseveraban el mismo jueves que aseguran la cifra de los 172 para una investidura. “Coalición Canaria está más cómoda con Vox fuera de la Mesa que dentro. Y el PNV es casi imposible, pero que Vox se haya quedado fuera no lo aleja más. Eso está bastante claro”, justifican. “Puede haber malestar, desconcierto, pero Feijóo trabaja para buscar resultados”. 

Con respecto a la extrema derecha, convertida en un elemento tóxico para el PP en tanto a que le garantiza un aislamiento total en el Congreso, Feijóo avanza hacia una desconfianza crónica con Abascal. Pero sus 33 escaños siguen estando, en tanto a que Vox no tiene otra posibilidad que apoyar la alternativa a Sánchez.

Mientras, en el partido, a todos los niveles, también dentro de la dirección, hay quien reconoce que el «hermetismo» puede pasarles factura interna, el núcleo del líder reconoce que «gestionar» la situación del 23J y la aritmética endiablada «no está siendo sencillo», en gran medida por ser pleno mes de agosto. En Génova reconocen que esta misma situación «en octubre u otro mes» probablemente habría ido acompañada de convocatorias formales, reuniones del comité ejecutivo u otros foros. «No había tanto margen. Teníamos que actuar rápido y eficazmente», aseguran. El problema, dicen otros dirigentes veteranos, es que «la eficacia no se ha visto». Y advierten: «Cuando las cosas no van bien, por lo menos, hay que tener muy seguro el respaldo de los tuyos«.