La emoción de María Guinot se siente incluso desde el otro lado del teléfono. Esta enfermera del Centro de Información y Coordinación de Urgencias (Cicu) de la Generalitat Valenciana habla con los sentimientos a flor de piel sobre uno de los servicios más impactantes en los que ha participado porque María es la sanitaria que habló con la pequeña valenciana de 4 años que llamó al 112 para avisar de que a su madre «le pasaba algo». «Solo tengo ganas de conocer a la niña para comérmela a besos y felicitarla por lo bien que lo hizo», cuenta conmovida a Levante-EMV, del grupo Prensa Ibérica.
Para esta profesional de la Enfermería que lleva desde 2011 trabajando, a veces de forma intermitente, en la sala del Centro de Información y Coordinación de Urgencias, esta actuación médica ha sido como «un soplo de aire fresco». En primer lugar, por el feliz desenlace, ya que la madre de 32 años se recuperó del ataque de epilepsia que sufrió en su casa, y en segundo, por el admirable logro de que una nena tan pequeña «sepa decir dónde vive y qué le está ocurriendo a su mamá en un momento de gran tensión», porque esta jovencísima vecina de Valencia tuvo el aplomo necesario que a muchos adultos nos faltaría en una situación enormemente angustiosa como la que tuvo que vivir el pasado lunes.
«Después de tantas guardias que te dejan un cuerpo terrible, encontrarte con un caso tan grato y con una niña tan lista y educada la verdad es que hace que todo valga la pena», admite Guinot.
«Mi mamá está muy mal, por favor, venid»
Una llamada al 112 a las 21.30 horas del pasado lunes ponía en marcha el sistema de emergencias valenciano. Pero en este caso el aviso no era como los otros porque la interlocutora era excepcionalmente joven. «La nena dijo su nombre, que tenía cuatro años y que su madre no podía hablar y le pasaba algo. Nos pedía que por favor fuéramos rápido», explica la enfermera a este periódico. En cuanto María cogió el teléfono supo que había que mandar un SAMU inmediatamente a la dirección que la pequeña les había facilitado.
«Estaba muy angustiada y pese a los sollozos mantuvo la calma en todo momento y se convirtió en mis ojos en esa casa para ayudar a su madre que estaba sufriendo un ataque epiléptico». A través de unas sencillas cuestiones, María fue capaz de determinar qué le ocurría a la progenitora de la pequeña. «Le pregunté si su mamá movía el pecho arriba y abajo, si tenía los ojos abiertos… y ella me fue respondiendo cada vez más tranquila, porque ese era otro de los objetivos, que se fuera relajando un poquito».
Una de las partes de la conversación que Guinot recuerda con mayor cariño fue cuando le preguntó a la pequeña si podría abrir la puerta de casa cuando llegaran sus compañeros de la ambulancia o la policía: «No sé si llegaré porque soy muy bajita, me dijo -rememora María con enorme cariño- porque la chiquitina temía no poder alcanzar el botón del telefonillo. Aunque ya le expliqué que por eso no se tenía que preocupar, que algún vecino nos abriría, ella solo tenía que abrir la puerta de arriba».
Y de este modo, mientras María hablaba con la -pequeña, la mujer fue recobrando poco a poco el conocimiento y pudo facilitar algunos datos para confirmar, así, que la paciente padece de epilepsia.
Educación sanitaria para saber qué hacer
«Mucha gente se pone muy nerviosa porque no llega a comprender que mientras hablamos por teléfono, la ayuda ya está de camino. Es importante que la sociedad sepa que aunque nosotros sigamos haciendo preguntas para saber qué está ocurriendo en tiempo real, ya hay un equipo médico yendo hacia la dirección que nos han dado».
Además, María quiere hacer hincapié en otro aspecto: «Lo esencial en este caso es la educación sanitaria de esta pequeña heroína. Que los pequeños se sepan la dirección de casa y que hay que llamar al 112 si ocurre algo, puede salvar vidas. Es algo que debería enseñarse no solo en casa, sino también en los colegios», sentencia con toda la razón Guinot.
Algunos profesionales de Emergencias imparten charlas en centros educativos, de forma desinteresada, precisamente para proporcionar algunas herramientas a los más jóvenes que les permitan reaccionar en momentos de urgencia sanitaria. «El truco para que los peques sepan nuestro teléfono de ‘Una nariz, una boca y dos ojos’ -112– es clave», dice. «Ojalá en escuelas e institutos se hablase más de cómo actuar, ganaríamos mucho».