El argumento descolonizador también arraiga en la presencia española en una de las convocatorias más importantes del arte internacional, la Bienal de Venecia. El proyecto que este año presentará allí nuestro país es un museo como los clásicos que estamos acostumbrados a ver en nuestras ciudades, pero que se visitará con otros ojos, sin llevar puestas “las gafas del eurocentrismo”, según sus responsables. Pinacoteca Migrante es la propuesta que han pensado Sandra Gamarra y Agustín Pérez Rubio para la cita que arranca en la ciudad de los canales el próximo 20 de abril, y en la que la artista y el comisario quieren poner en cuestión el discurso canónico no solo del arte, sino también de la historia tal y como se han escrito desde el norte rico y occidental.
Sabiendo cómo son recibidas estas propuestas por ciertos sectores, Gamarra solo ha podido decir que “ojalá que haya críticas” durante su presentación este miércoles en Madrid. Contestaba concretamente a si se podrían repetir las que le cayeron encima cuando la Sala Alcalá 31 exhibió su muestra Buen Gobierno, también comisariada por Pérez Rubio y que apuntaba en una línea parecida de ‘descolonización’ de la narrativa que ha imperado durante siglos. “El arte sigue siendo un espacio seguro donde podemos dialogar, diferir de una manera activa, y hasta puede servir de ejercicio para otras cuestiones más urgentes y complejas. Si en ese territorio no nos podemos permitir ese desencuentro, no sé en dónde podemos hacerlo”, ha recalcado.
Sandra Gamarra nació en Perú y se formó en Lima (eso sí, siguiendo la “jerarquía occidental” del discurso canónico de la historia del arte, explicaba), lo que significa que esta es la primera vez que España encarga su pabellón en la Bienal a una artista inmigrante. Algo que ha coincidido de manera azarosa con el hecho de que la convocatoria italiana lleve este año por título Extranjeros por todas partes y tenga al mando, también por primera vez, a un curador no nacido en el norte global, el brasileño Adriano Pedrosa. “Estamos completamente alienados con la Bienal”, ha dicho Pérez Rubio, porque este año “vamos a ver extranjeros por todas partes”. No se refería precisamente a los visitantes de la muestra. El foco de la convocatoria veneciana va a estar puesto en cuestiones como las migraciones, la extranjería, el mestizaje o los pueblos originarios. Tanto el comisario, que ha comandado museos como el MUSAC de León y el MALBA de Buenos Aires, como Santiago Herrero, director de Relaciones Culturales y Científicas de la AECID, la agencia gubernamental que se ocupa de la presencia española en Venecia, se han esforzado en reiterar que el proyecto ya había sido elegido antes de que se conociesen el tema y el responsable de la Bienal.
Una nueva forma de mirar el mundo
Lo que Gamarra y Pérez Rubio proponen para la convocatoria veneciana es un museo artificial, pero con hechuras de pinacoteca clásica, en el que obras reconocibles de nuestros museos nacionales son copiadas e intervenidas mediante textos (los hay de autores como la antropóloga feminista Rita Segato o el pensador queer Paul B. Preciado), recortes, textiles, collages y otras técnicas para resaltar aspectos que denotan el colonialismo, cuando no directamente el racismo, del que fueron fruto. Como ejemplo han puesto una pintura de Zurbarán que está en el Prado, Bodegón con cacharros, en la que encontramos “esa contención y esa parquedad” típica del artista, pero en la que Gamarra fija su mirada en el búcaro, que aparece como “un símbolo de poder, del lugar que ocupa España en el mundo”. Retrato, paisaje y bodegón, los tres grandes grupos de la pintura, pero también los gabinetes de curiosidades, tanto artísticos como científicos, son objeto de investigación e intervención en un trabajo concebido para que le demos una vuelta a nuestra forma de mirar no solo esas obras, sino el mundo y su historia.
La pintora ha contado que el origen remoto de este proyecto y de la carga crítica que lleva consigo estaría en una ocasión en que, poco después de llegar a España, fue a visitar el Museo Nacional de Antropología. “Allí, una vez que había visto las salas de todos los continentes, me faltaba la europea. No la encontré y le pregunté a un señor que custodiaba las salas dónde estaba la de Europa. Y él, mucho más sorprendido que yo, me dijo: ‘eso no esta aquí, eso es historia. Y está en otros museos’”. Lo que este pabellón propone, ha apuntado Pérez Rubio, es “pensar de qué manera una sociedad puede asumir su pasado para ver justamente el presente y ser crítico con él para mirar al futuro y hacer una sociedad mucho más accesible, sostenible, democrática”.
La Pinacoteca Migrante ha sido concebida como un espacio con un patio central y cinco salas, aunque en realidad, según sus responsables, se trate de «una gran instalación». En el patio, cerrado para que se cree un circuito circular, se colocarán varias obras que representan a las culturas originarias que no encuentran su lugar habitualmente en los grandes museos, acompañadas de representaciones de plantas invasoras, conformando «unos ecosistemas que son difíciles de controlar». Alrededor de ese patio, cinco salas más o menos tematizadas. La primera exhibirá paisajes españoles y de las colonias, y estará muy vinculada a la ecología. La segunda, con ilustraciones de botánica, hablará de extractivismo. En la tercera, la de título más contundente (Gabinete del Racismo Ilustrado) recogerá, también con ilustraciones pero en este caso de objetos ‘científicos’, cómo la antropología y la ciencia fueron utilizadas para la discriminación racial. La cuarta, sobre máscaras y retratos, investigará cómo se integra o se margina a las personas en la sociedad y en la norma. Y la última, con los bodegones como protagonistas, denunciará la acumulación y ostentación de los bienes de los que se apropiaban los colonizadores.