«Mi plan es mudar la embajada a Jerusalén occidental», dijo el ultraderechista Javier Milei apenas aterrizó en el aeropuerto Ben Gurion, donde lo esperaba con los brazos abiertos el canciller Israel Katz. «Es un honor poder estar aquí. Estoy cumpliendo mi promesa de que el primer país que visitaría sería Israel y obviamente vengo a apoyar a Israel contra los terroristas de Hamás«, expresó el presidente argentino.
Milei está decidido en ir más lejos que Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes no pudieron cumplir con su decisión de sacar las representaciones diplomáticas de sus países de Tel Aviv, la capital administrativa del país. «El traslado de la embajada a Jerusalén es un tema muy sensible en el delicado equilibrio de Oriente Próximo. Jerusalén representa la ciudad santa para los judíos, pero también es considerada del mismo modo por los musulmanes (e incluso por los cristianos, aunque no tienen una reivindicación territorial)», recordó el diario La Nación de Buenos Aires. «Impulsar la mudanza de la embajada representa un reconocimiento de hecho de los derechos de Israel sobre Jerusalén, que cuando se creó el estado judío en 1947 quedó bajo jurisdicción internacional».
La ministra de Exteriores, Diana Mondino, señaló a La Nación que «llevaría tiempo» concretar una medida de esa naturaleza, anunciada durante un acto de campaña electoral en la que el partido La Libertad Avanza llegó a ondear la bandera israelí, además de comenzar los actos proselitistas con el sonido de un shofar, como se conoce el cuerno de un “carnero puro” mencionado entre los instrumentos litúrgicos judíos en textos sagrados tales como la Torá y el Tanaj. «La situación actual de Israel nos hace creer mucho más en la necesidad de dar apoyo», añadió Mondino.
Agenda política y litúrgica
Milei tiene agendado visitar el Muro de las Lamentaciones, rezar y estudiar en Minharot Hakotel junto con el rabino Axel Wahnis, y encender velas en conmemoración a los fallecidos tras el ataque lanzado por el grupo político y militar palestino Hamás del pasado 7 de octubre.
También tiene previsto encontrarse con el presidente del Estado de Israel, Isaac Herzog, para profundizar las relaciones bilaterales entre ambos países. El miércoles será recibido por el primer ministro, Benjamin Netanyahu.
Deseos de conversión
Educado en una familia católica, Milei suele invocar a «las fuerzas del cielo» que toma del Libro de los Macabeos, un texto clásico de la religión judía. Pocos días antes de asumir la presidencia, el 10 de diciembre, viajó a Nueva York por razones espirituales y se dejó tomar fotos frente a la tumba de Menachem Mendel Schneerson, el líder del movimiento jasídico Jabad Lubavitch. Allí, Milei rezó y dio las gracias. En su camino a la presidencia le había pedido «sabiduría, coraje y templanza». Milei llevó sobre su cabeza la pequeña gorra ritual conocida como kipá y que se utiliza en cementerios, sinagogas u otros lugares sagrados
La fascinación con la figura de Menachem Mendel Schneerson explica el hecho que haya privilegiado su alianza con Netanyahu. Las ideas del extinto rabino son muy parecidas a las del libertarianismo de derecha. En su momento, el religioso fue opositor a los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto. También rechazó los acuerdos de Oslo firmados en 1993 por Isaac Rabin y Yasser Arafat.
Milei se acercó al judaísmo años atrás en virtud de su contacto con un rabino judeo-marroquí, Axel Wahnish, a quien considera su «guía espiritual» y no deja de proveerle enseñanzas telefónicas de la Torá, como se conocen los cinco libros del Pentateuco. Otro rabino, David Pinto, de origen franco-marroquí se acercó al político de extrema derecha con sus bendiciones. Pinto ha recibido millonarias donaciones del yerno de Trump, el empresario imobiliario Jared Kushner. Ambos religiosos le sugieren a Milei leer los textos sagrados en clave económica.
Antes de lanzarse a la pelea electoral, el anarcocapitalista había expresado su deseo de convertirse al judaísmo, en su vertiente más ortodoxa. Si avanza en esa dirección, recuerdan los conocedores, deberá someterse a una circuncisión ritual y respetar ciertos preceptos que no parecen reñirse con la dinámica de un hombre de Estado: rezar al menos tres veces al día y lavarse las manos entre tres y cinco veces cada 24 horas.