El circo de Peter no defraudó con su última función del mercado, otra vez cerrado en falso con el regalo de Paulista al Atlético de Madrid y el no fichaje de Rafa Mir. Dos muy malas noticias a nivel deportivo tanto para el Valencia CF como para Baraja. El entrenador se merecía el refuerzo de Mir sí o sí. Pero al final fue que no y eso, por mucho que el Sevilla se pasase de frenada, que se pasó, no tiene justificación alguna. Mal el Sevilla, cuyo argumento de un supuesto error en los documentos lo delata. Y mal el Valencia, que estuvo dos días racaneando y se quedó sin ningún tipo de margen de maniobra cuando Lim se largó a la cama. Esa y no otra es la realidad de una operación frustrada que radiografía a la perfección cómo funciona el máximo accionista. De la negativa del martes a gastar un euro a abrir la mano mínimamente el miércoles y cerrarla el jueves tras 48 horas de racaneo en las que no sirvió de nada que el jugador se plantase a la desesperada en el Pizjuán para perdonar más dinero.

A Lim solo le importan los números y lo demás le da igual. Por eso ni se le pasó por la cabeza envainársela con un fichaje que no era cualquier cosa y sin el que las teorías de las conspiración respecto a que fue todo de cara a la galería se escriben solas. Con el jefe durmiendo a pierna suelta, Layhoon se borró del mapa y fueron Solís y cía los que aguantaron la vela cuando Del Nido junior trató sin éxito de reactivar una negociación ya reventada. Así se las gastan los de Singapur. Pero del mismo modo que esta vez fue Mir el que se quedó tirado, el siguiente no puede ser bajo ningún concepto el Ayuntamiento. Mucho cuidado y todas las garantías, las máximas, por delante, no vaya a ser que la siguiente función sea aparentar que arrancan las obras con la licencia para abandonarlas a las primeras de cambio una vez que el convenio esté servido. Como con los fichajes, Lim impone su ley y a partir de ahí ni dignidad ni justicia, solamente la pasta.