El agua a bordo del ‘Villa de Pitanxo’ era tan “mala” que los marineros llevaban la que podían de casa, embotellada, y la guardaban en los pequeños camarotes. Apenas había espacio. El pesquero había sido diseñado para 22 personas, aunque de Vigo salieron 25, a espaldas de Capitanía Marítima y falsificando el despacho oficial. Dos de los tripulantes fueron ubicados en el habitáculo de la enfermería; otro, que sería transbordado a otro pesquero en alta mar, dormía en el pasillo. El informe pericial encargado por el magistrado Ismael Moreno exhibe unas condiciones deplorables a bordo, y ratifica de paso todas las informaciones desveladas por Faro de Vigo, del grupo Prensa Ibérica, acerca del hacinamiento, el falseamiento de la documentación oficial, las amenazas a marineros o el tratamiento a los enfermos de COVID.

«Donde los están confinando es peor que donde duermen los perros. No hay ventilación ninguna«, relataba uno de los embarcados a su pareja durante la travesía. Se refería a los dos primeros positivos por coronavirus, Apanaah Pelungo y Edwin Córdova; pasaron su fiebre durmiendo en un pañol de cubierta, con cartones y hasta esputando sangre, aunque comían con los demás. Cuando los contagios se descontrolaron, y pese a las llamadas a Centro Radio Médico de Madrid, Juan Padín aseguró falsamente que eran asintomáticos. No volvió a telefonear, y presumiblemente tampoco se le volvió a preguntar por la salud de los marineros.

Si se quejaban a sus familiares había consecuencias. “El capitán le amenazó con cortarle el servicio de acceso a internet que se facilitaba a bordo, previo pago de 50 euros por semana por 1 GB de datos, si seguía informando a casa sobre la gravedad de la situación en la que se encontraba”, recoge el informe pericial. Prohibido quejarse, tenían que trabajar. “También le dijo que estaban trabajando a tope, con jornadas de 20 horas”. El documento no solo reprueba al patrón por su gestión del covid a bordo, sino que señala a la armadora, Pesquerías Nores, por haber engañado sobre el cumplimiento de los protocolos. No desembarcaron a uno de los marineros, Siaka Thior, hasta que no le encontraron reemplazo. Su sustituto, Juan Frías, falleció; tres hombres que sopesaron hacer aquella marea en el Pitanxo y que llegaron a acudir al buque –este periódico ha optado por no mencionar sus nombres, en aras de su privacidad– esquivaron la muerte.

Una imputación

Juan Enrique Padín Costas (Cangas do Morrazo, 1966) está imputado, como la armadora de Grupo Nores, por 21 delitos de homicidio por imprudencia grave, contra los derechos de los trabajadores, falsedad documental y encubrimiento.

Pese a que trató de volver a faenar después del naufragio, a bordo del ‘Villa de Marín’, finalmente se jubiló. Se le retiró el pasaporte y debe comparecer periódicamente en el juzgado.

La noche

El terror a bordo de un barco. Un tripulante, de 55 años y una completa experiencia embarcado, en shock.

Al llegar lo encontró inmóvil y agarrado al asidero o pasamanos de la consola de babor mientras repetía: ¡Mamá, mamá!

Los propios marineros, tratando de cortar ellos los cables del aparejo para liberar la tensión del barco y salvar la escora.

“[Era] demasiado tarde. La sierra estaba en el pañol de 20 la cubierta superior situado a proa del guardacalor de estribor y era imposible acceder hasta ella”.

Los engrasadores Ricardo Cruz y Fernando González, liderando un pequeño equipo para arriar las salvavidas.

¡Chicos, vamos a por la balsa!

El joven William Arévalo, escuchando los ánimos de Samuel, en la balsa, porque la ayuda iba en camino. Murió diez minutos antes de llegar el pesquero Playa Menduiña Dos. Tenía una hija.