La DANA (depresión aislada en niveles altos), también conocida como gota fría, es un embolsamiento de aire frío que ocasiona lluvias torrenciales, bajada de temperaturas y fuertes rachas de viento. Es un fenómeno cada vez más frecuente en España, sobre todo desde 1990. El Mediterráneo es uno de los territorios más vulnerables a estos cambios, especialmente por sus particularidades geográficas: cuenca rodeada por grandes sistemas montañosos.
En 2018, llegó a la Península Ibérica una gota fría por el golfo de Cádiz y dejó chubascos, tormentas e inestabilidad en gran parte del territorio nacional. En 2019 descargó con gran fuerza sobre Almería y Murcia, entre otras provincias y, a finales de agosto y principios de septiembre de 2021 dejó tormentas generalizadas y vientos intensos en el interior del país con un total de 15 comunidades autónomas en alerta. Las zonas más afectadas en esta ocasión son la Comunidad de Madrid, Castilla-La Mancha y el sur de Aragón. Y en este 2023 la DANA ha golpeado con fuerza todo el territorio nacional este primer fin de semana de septiembre. De hecho, el pasado sábado 2 de septiembre, por la mañana, la AEMET ponía en alerta a toda la península y Baleares por precipitaciones y viento. Solo las Islas Canarias se iban a librar del temporal y así fue.
Qué es una DANA
Se trata de un fenómeno meteorológico. Su nombre es, de hecho, acrónimo de “depresión aislada en niveles altos”. La DANA consiste es un embolsamiento de aire frío que ocasiona lluvias torrenciales, bajada de temperaturas y fuertes rachas de viento. Es una borrasca tradicionalmente conocida como gota fría.
En la atmósfera hay intensas corrientes de aire que se mueven de oeste a este a unos 9.000 metros de altura, rodeando a la tierra. Son las llamadas jet streams o corrientes en chorro. Existen diferentes tipos, uno de ellos es el «chorro polar», que limita un cinturón en latitudes medias como la nuestra. Por encima, hacia el Polo Norte, el aire es más frío, y por debajo, más cálido. Al moverse, a veces sufre ondulaciones, y en ocasiones lo hace tanto que acaba aislando una parte de esta circulación, en una bolsa que es más fría que el aire que le rodea, y acaba por descolgarse hacia latitudes más bajas. El calor y la humedad acumulados en las capas bajas choca con el frío de las capas altas, produciéndose fuertes tormentas y aguaceros. Es el mismo proceso que ocurre cuando sacamos una lata de refresco de la nevera y rápidamente se forman gotitas sobre ella.
Consecuencias de una DANA
Por lo general, este fenómeno atmosférico tiene asociado las lluvias torrenciales, la baja de temperaturas y fuertes rachas de viento. Fruto de ello suele dejar grandes inundaciones, daños materiales en las plantas bajas y garajes y cortes de tráfico.
No obstante, una DANA también puede provocar altas temperaturas, situación que se produce si la masa de aire frío está ubicada al oeste, que genera la entrada de viento del sur y la subida de los termómetros. Esta es la razón de que no siempre que haya una DANA cerca se van a producir tormentas.
Frecuencia cada vez mayor
Desde 1990, el incremento de las DANAs ha sido muy significativo en Europa, en gran parte por el calentamiento global. El calentamiento térmico de la Tierra tiene mucha influencia en este tipo de fenómenos, ya que se ha demostrado que las corrientes en chorro se han ido desplazando hacia los polos, al igual que la célula de Hadley y la zona de convergencia intertropical. Añadiendo a ello la contracción del vórtice polar y el enfriamiento de la estratosfera.