La primera imagen es muy importante. Aparece la playa de La Concha mirada desde su barandilla. El mar, visto a través de ese ojo blanco, parece en realidad el cielo. Luego el plano cambia y asoman esos relojes tan grandes y tan viejos marcando la hora de un día cualquiera. Son apenas unos segundos, pero ahí cabe la fortuna de hoy y, por contraste, lo que hemos dejado atrás.
Es ver La Concha así y uno tiene la tentación de olvidar. Si se puede rodar un plano como ese, ¿de verdad ocurrió todo aquello? ¡No es posible! ¿Hubo gente corriendo por ese paseo en busca del diferente para matarlo? No, no es posible. Pero lo fue. Y el documental que se proyectaba venía a recordárnoslo para hacer un incómodo –pero necesario– ejercicio de memoria.
«Basta ya. Resistencia democrática. Conversaciones en la librería Lagun» veía la luz por primera vez la noche de este viernes en los cines Ideal de Madrid. Es un documental de media hora. Duro, concreto, eficaz. Producido por Maite Pagaza a través de Renew Europe, la delegación de los liberales en el Parlamento Europeo.
En realidad, ha participado tanta gente que la marca original se desdibuja. Pagaza lo llamaba al entrar en la sala «El frente popular de Judea», que de vez en cuando es el «Frente judaico popular». Han colaborado todos los que, de alguna manera, querían homenajear el ejercicio de civismo que fue aquella plataforma llamada «Basta ya».
Lagun, la librería elegida como escenario, fue hermana de estos manifestantes desde el principio hasta el final. De hecho, en los años del plomo, algunos de ellos coincidían allí y se contaban. Ahora, con esta cinta, se tienen conversaciones sobre esas conversaciones. Esta librería cerró el año pasado. Su gran éxito fue fallecer cuando quiso, no cuando buscaron matarla. Primero fue el franquismo; resistió. Luego fue ETA; resistió.
Una de las virtudes del documental, quizá el mayor acierto, está en la juventud de quienes han fraguado la parte técnica. Lo decía Juan Vadillo, el realizador, que no vivió nada de lo que ha filmado. Esa comunión, la de testigos y generaciones futuras, es la que busca el documental; y ya se ha dado durante su proceso de fabricación.
La otra pata imprescindible la firma Justy García Koch, fotógrafo de El Mundo en el País Vasco aquellos años. Sus fotos, reproducidas en blanco y negro en la pantalla mediante una técnica que las dota de movimiento aparente, permiten ir ilustrando aquello de lo que hablan los protagonistas.
Parece mentira, pero ocurrió. Muy cerca de la barandilla blanca de La Concha. Uno de esos días cualesquiera. Con los grandes relojes marcando una hora cualquiera. «Que se vayan preparando», «Fuera fascistas», eran las pintadas de los radicales en el escaparate de la librería Lagun. Hay un «Gora ETA» de 2010. ¡Pero si eso es ayer!
Acabaron echándolos del casco viejo, estaban demasiado cerca de los núcleos abertzales más duros. Intentaron matar a José Ramón Recalde, uno de los fundadores de Lagun, que fue consejero del gobierno vasco. La situación era insostenible. Pero no los movieron de la calle Urdaneta.
Hace muy bien Ignacio Latierro, otro de los fundadores, de hilo conductor. Es quien conecta las dos historias: Lagun y Basta Ya. Dos caras de la misma moneda: la resistencia cívica. Muchos de los que compraban en Lagun fueron los que apoyaron a Latierro y sus compañeros cuando los proetarras reventaron un escaparate por Nochebuena e hicieron una pira con los libros. Igual que Goebbels aquella noche en la Plaza de la Universidad. La historia, lo decía Marx, se repite como farsa.
Las pancartas de Basta Ya metían el dedo en la llaga: «Ni ETA ni cómplices». Lo más incómodo de este ejercicio de memoria no es el terrorismo, sino el silencio que se generaba alrededor. Eso lo cuenta muy bien el documental.
Hasta que un día, un grupo de insensatos capitaneados por Fernando Savater se echó a las calles. Lo ha dicho el filósofo, que estaba en primera fila: «Tenían mucho más mérito los que vivían allí todo el año. Otros viajábamos, pero esos se enfrentaban a las miradas, al silencio, al señalamiento e incluso al riesgo de que les pegaran un tiro».
«Asesinaban a alguien en tu ciudad, llegabas a trabajar y no lo podías comentar», dice otra de las entrevistadas. Ese silencio es el que empezó a conjurarse con Basta Ya. El momento cumbre de la plataforma llegó cuando les dieron, en el 2000, el premio Sájarov a la libertad de conciencia.
El documental concluye con la intervención de Savater en Estrasburgo. Tras fundirse a negro la pantalla, los presentes han dado esas tres palmadas enérgicas que un día significaron «¡bas-ta-ya!».
Parece mentira. Sobre todo si se mira el mar, que parece el cielo, desde la barandilla blanca de La Concha. Parece mentira, pero ocurrió. Y hay que recordarlo.
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