Un estudio de Save the Children reveló hace unos días que siete de cada diez adolescentes valencianos consumen contenido pornográfico de forma recurrente; el 99 % desde su teléfono móvil. Su primer acceso se produce de media a los 12 años ante la falta de educación afectivo-sexual por parte de sus familias y el entorno escolar. «Hemos dejado su educación en manos de la pornografía», afirma con rotundidad Agustín Zaragozá, docente, agente de Igualdad y experto en Prevención de los Efectos de la Pornografía en la Salud Afectivo-Sexual, quien califica de «grave error» esta circunstancia.
¿Qué valoración hace de estos datos? ¿Le sorprenden?
No me asombran en absoluto porque estoy en contacto con centros de infantil y primaria y sé que este consumo es real. Los datos sólo demuestran que seguimos sin educar afectivo sexualmente a los jóvenes y hemos dejado esta educación en manos de la pornografía.
El sexo sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. ¿A qué edad debería comenzar a hablarse abiertamente con los menores sobre el mismo?
Mi experiencia es que se puede hablar de pornografía desde la infancia porque, además, hablar de ello nos permite detectar abusos sexuales a menores, que hay muchísimos. Creo que es posible hablar de sexualidad con cualquier criatura o adolescente, siempre que se haga de forma rigurosa, profesional y con absoluta normalidad para que no se vea como un tabú, que es cuando da miedo.
Ahí el profesorado ocupa un papel fundamental porque se supone que debemos de tener conocimientos sobre el tema. Además, el aula es un laboratorio estupendo. Es donde se ve que el porno les está educando en sexualidad.
El porno reproduce, principalmente, patrones machistas. ¿Su consumo temprano influye más en las mujeres que en los hombres?
La pornografía es consumida, sobre todo, por chicos. Por definición, esta industria es machista, sexista y violenta e influye en los varones adolescentes quienes se habitúan a deshumanizar a las mujeres; las ven como trozos de carne. Además, entienden que su deseo sexual está siempre por encima del de ellas. Les borra los límites y hace que pierdan empatía en una edad, entre los 11 y 12 años, en la que está todavía desarrollándose; está estudiado.
No sorprende que de la pornografía se pase a la prostitución, a través de la cual pueden obtener todo lo que el porno les muestra: no usar preservativo, tener sexo con dos o tres mujeres. Y es algo terrible. Por no hablar de que etiquetan a las mujeres en la vida real: la “milf”, la “gordibuena”, por ejemplo. Y no lo hacen sólo con sus compañeras, también con las madres de las mismas. Es algo inadmisible y que cada vez va a peor.
La agresividad, el dominio o el dolor se reproducen con asiduidad en el contenido pornográfico, tanto heterosexual como homosexual como elemento de placer, en contra de otros valores como la igualdad y efectividad. ¿Cómo se puede combatir?
Hay que darles herramientas para que entiendan que el porno no es sexo, es violencia sexual. Si lo entendieran, reduciríamos la normalización de la pornografía. Esto se consigue dándoles una educación afectivo-sexual desde la infancia.
Estamos ante la primera generación porno violenta, por el acceso fácil que tienen a estos contenidos. Es la principal causa. Nos olvidamos, pero, durante la pandemia, uno de los principales canales de porno abrió gratuitamente todo su contenido con campañas de promoción, incluso, en periódicos nacionales. Los menores estuvieron solos en casa, consumiendo pornografía a lo bestia y eso ha tenido consecuencias muy serias en la sociedad.
¿El consumo pornográfico puede derivar en una insatisfacción sexual futura?
Totalmente. Cuando los chicos se den cuenta de que las relaciones sexuales no tienen nada que ver con el contenido que consumen y que su cerebro identifica como placentero, va a querer ese tipo de relaciones. La manera de encontrarlas es a través de la prostitución, un negocio donde puede violar, humillar y vejar porque las mujeres son vulnerables y están desprotegidas. Eso explica porque sigue habiendo tantos hombres que pagan por sexo y porque, cada vez, ha más manadas y las agresiones sexuales a menores han aumentado un 30 % en la Comunitat Valenciana.
Comentaba que el aula es un espacio donde trabajar las relaciones afectivo-sexuales, pero hay sectores ideológicos que no comparten esta idea.
No ayuda absolutamente nada. Este tipo de discurso existe y mucho. De todas formas, apelo siempre a la profesionalidad del profesorado; debería tener menos miedos a trabajar cuestiones relacionadas con la sexualidad. Igual que la opinión pública no se entromete en cuestiones de salud o de investigación científica, tampoco debería boicotear el trabajo del profesorado para construir un mundo sin violencia contra las mujeres. Pero son necesarias leyes que protejan a los profesionales.
Le doy un dato. El alumnado de 4º de la ESO no ha dado nada de sexo en clase, como mucho el lado negativo: las enfermedades de transmisión sexual. Están, por tanto, abandonados. Y el aula debería ser un lugar donde educar en sexualidad y emociones. Pero el profesorado es bastante cobarde; prefiere educar en su disciplina porque nadie les cuestione.
Esta postura es más acuciante entre los hombres. En los cursos y talleres de la Consellería de Educación sobre pornografía y prostitución, el 80 % del público son mujeres. El silencio y complicidad de los hombres, me incomoda porque o están satisfechos con la sociedad o no quieren posicionarse.
¿Podría existir pornografía apropiada para los adolescentes?
De ninguna manera. La pornografía es capitalista, busca a los jóvenes y es, por definición, violenta. No puede haber una pornografía ética, ni feminista, ni igualitaria. La alternativa es una educación afectivo-sexual basada en el erotismo, pero esto no es lo mismo que el porno. Tiene que transmitir el valor del consentimiento porque es algo que mucha gente no entiende. Defiendo siempre en mis conferencias que hay que abolir la pornografía y la prostitución.