Hasta ahora Donald Trump solo ha recibido 56.000 votos dentro del proceso interno del Partido Republicano para elegir su nominado para las presidenciales de noviembre en Estados Unidos pero la victoria aplastante que obtuvo con ellos en los caucus de Iowa ha acelerado la idea de que su candidatura es inevitable. En un potencial duelo con Joe Biden, con encuestas y sensaciones en la mano, muchos ven también probable una victoria del expresidente. Y su posible retorno a la Casa Blanca ya plaga las conversaciones en los centros de poder económico y político tanto estadounidenses como mundiales, donde las reacciones se mueven en un espectro que va de la normalidad a la preocupación e incluso el miedo.
La brecha se ha hecho evidente en la reunión del Foro Económico Mundial de Davos. Allí, tanto en discursos y declaraciones públicas como en conversaciones privadas, las élites económicas estadounidenses han transmitido un mensaje que asume sin aspavientos la potencial victoria de Trump.
Una de las que más eco ha tenido es una entrevista que dio al canal económico CNBC Jamie Damon, el consejero delegado del banco JP Morgan Chase. Aunque no predijo directamente la victoria del expresidente, Damon pidió «dar un paso atrás y ser honestos». Defendió que en su primer mandato el republicano estuvo «en cierta forma en lo correcto sobre la OTAN, sobre inmigración, la economía creció bastante bien y la reforma fiscal funcionó». Y aseguró que «la gente infravalora tanto los objetivos políticos de quienes apoyan a Trump como algunos de sus logros».
«EEUU va a estar bien»
El banquero inicialmente había urgido a los donantes a apoyar en la carrera republicana a Nikki Haley, que este martes tiene una prueba de fuego en Nuevo Hampshire tras haber quedado tercera en Iowa. Y en la montañas suizas predijo que la conversación negativa que se está lanzando sobre el extremismo del movimiento MAGA, las siglas en inglés del Hacer América Grande de Nuevo que es sinónimo del trumpismo y que el presidente Joe Biden y los demócratas identifican como una amenaza a la democracia, «hará daño a la campaña de Biden».
También Sam Altman, el fundador y consejero delegado de OpenAI, ha defendido en Davos que «EEUU va a estar bien, no importa lo que pase en estas elecciones».
Ese mensaje de comodidad ante una posible segunda presidencia de Trump se está instalando en el mundo corporativo estadounidense, que mira con descontento a políticas de Biden y que, más allá de las estridencias del primer mandato del republicano, creen que como entonces repetiría un modelo político que en su mayor parte aplicó un manual republicano clásico. Y en declaraciones desde el anonimato a ‘Politico’, un antiguo cargo del Departamento del Tesoro de Trump asegura que el mundo empresarial «cada vez está más cómodo con la idea de que pueda volver y pueda no ser tan malo como se predice».
Preocupación y miedo
En el otro lado del espectro están la preocupación y directamente el miedo que muestran muchos líderes económicos, políticos y diplomáticos globales ante lo que podría representar una segunda presidencia de Trump para, por ejemplo, la guerra de Ucrania, las políticas comerciales o la OTAN.
Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, ha declarado abiertamente que «no fue fácil la primera vez y si hay una segunda no será fácil tampoco». Diplomáticos internacionales en Washington hablan con los medios desde el anonimato «por miedo a represalias». Y en Europa son múltiples las voces que, en privado y en público, hacen sonar las alarmas.
La semana pasada Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, habló de la potencial segunda presidencia de Trump como «una clara amenaza si se sacan lecciones de la historia y se mira a la forma en que dirigió los primeros cuatro años de su mandato». Y Alexander De Croo, el primer ministro de Bélgica, país con la presidencia de turno del Consejo Europeo, aseguró en un discurso: «Si el 2024 nos trae de vuelta el ‘América primero’ Europa estará sola más que nunca. Como europeos no debemos temer esa perspectiva, debemos aceptarla», afirmó, llamando a Europa a hacerse «más fuerte, más soberana, más autosuficiente».
Ucrania y la OTAN
Dos de los aspectos de la política exterior que se pueden ver más afectados por una presidencia de Trump son la guerra de Ucrania y el compromiso de EEUU con la OTAN, aunque hay incertidumbre sobre sus planes exactos.
El expresidente, que ha asegurado que resolvería el conflicto de Ucrania en 24 horas pero sin explicar cómo, satisface a una base cada vez más aislacionista. Lidiaría con un Congreso, con grandes posibilidades de seguir dividido y donde ha ganado peso una minoría de ultraderecha, en el que ya se han conseguido vincular cuestiones de política exterior como la ayuda a Kiev con polarizadas y explosivas cuestiones domésticas como la inmigración. Y cualquier retraso en la ayuda militar para Ucrania sería casi imposible de equilibrar por parte de los europeos y daría una ventaja estratégica a Vladímir Putin, que está comprando tiempo. Según el presidente checo, Petr Pavel, el líder ruso ya ha descartado tener cualquier negociación de paz hasta que se conozca el ganador en EEUU.
Respecto a la Alianza Atlántica, las dudas son también muchas. La web de su campaña solo tiene una críptica frase («tenemos que acabar el proceso que arrancamos de reevaluar de forma fundamental el propósito y la misión de la OTAN»). Aliados de Trump insisten en que lo único que intentará es seguir presionando a los miembros a que gasten más dinero en su propia defensa pero otros creen que puede tratar de poner en marcha una salida de EEUU de la alianza. Y estos días Thierry Breton, que forma parte de la Comisión Europea, ha revelado que en Davos en 2020 Trump advirtió a Ursula von der Leyen en privado que EEUU no acudiría al rescate de Europa si era atacada militarmente y amenazó de forma directa con abandonar la OTAN. «Esta muerta», habría dicho entonces.