«Dentro de la comuna se pierde la noción de la realidad. Trabajaba todo el día y además tenía que limpiar. Lo máximo que gané fueron 700 euros. Vivía en una habitación que tenía telarañas y no había agua caliente, por la que pagaba 300 euros». Es el testimonio de una exadepta de Inner Mastery, la mayor secta en torno a la ayahuasca de nuestro país. Hasta ahora. La Policía Nacional entró este miércoles en sus denominados «epicentros de evolución interior» de Madrid, Lloret de Mar (Gerona), Málaga, Granada e Ibiza, y detuvo a 18 de integrantes de la organización.
Están acusados de delitos contra la salud pública, organización criminal, trata de seres humanos y contra los derechos de los trabajadores, entre otros. Según las pesquisas, suministraban sustancias peligrosas como sapo bufo, rana kambó y peyote, además de ayahuasca, una sustancia que traían desde la selva colombiana y que produce alucinaciones, a los adeptos que participaban en sus rituales neochamánicos, que anunciaban a través de redes sociales y de su web y por los que los participantes pagaban 200 euros cada noche.
Casi todos los asistentes eran personas que atravesaban un momento de vulnerabilidad y a quienes prometían «mejorar su salud física y emocional» gracias al consumo de sus «medicinas».
«Disfrazado de chamán»
Los detenidos rendían cuentas, según la investigación de la Comisaría General de Información y de la Agencia Tributaria, al líder de Inner Mastery, Alberto Varela, que llevaba meses siendo investigado por delitos contra la libertad sexual y favorecimiento a la inmigración clandestina, entre otros, pero falleció el pasado octubre, solo tres meses antes de que la Policía desmantelara el grupo.
Varias víctimas de Varela y su grupo alertaron hace meses de lo que ocurría allí dentro, «desde hace más de diez años», a la Policía y a la asociación para la prevención sectaria Redune y relataron su experiencia: «Estábamos unas treinta personas reunidas en círculo cuando vi a Alberto Varela por primera vez. Varela apareció ‘disfrazado de chamán’ en una puesta en escena teatral y burlesca. Él se declaraba un hombre humilde y corriente que estaba ‘por encima del ego’ y que había aprendido los usos terapéuticos de la planta. Su presentación me fascinó aunque también percibí inmediatamente a un hombre astuto y manipulador«, explicó una psicóloga madrileña de 31 años que, tras una infancia y una juventud difíciles, sufrió problemas de alcoholismo y restricciones alimenticias y terminó buscando ayuda en Inner Mastery.
Ella decidió probar la ayahuasca cuando, tras una ruptura sentimenal, un amigo y abogado le aseguró que a él le había cambiado la vida. Luego, Google hizo el resto: «vi que el retiro de Inner Mastery aparecía de los primeros en la búsqueda y que tenía muchas recomendaciones. Eso me dio confianza».
Al principio, encontró atención, consuelo y sentimiento de pertenencia en el grupo. Pero poco a poco, empezó a cuestionarse lo que ocurría durante esas supuestas ceremonias sanadoras: «De lunes a domingo los miembros del grupo nos drogamos, se acumula el cansancio y la falta de sueño (las ceremonias acaban entre las 4 y 6 de la mañana) y a las 9 de la mañana había que estar con los desayunos y a las 10 empezaban las integraciones durante varias horas llenas de intensidad emocional. Todo era un ‘hurgar’ en las emociones y supuestas heridas que necesitaban ser sanadas».
En ese contexto, según el testimonio de esta exadepta, el cabecilla de la secta y sus ayudantes «manipulaban» a sus seguidores, que además de pagar los retiros debían «trabajar» para el grupo: «Como aprendiz, tenía que trabajar a destajo, preparando las ceremonias, vaciando los cubos de vómito y limpiando la sala, observando y siguiendo órdenes del facilitador de la ceremonia y durmiendo muy pocas horas». Además, asegura, debían lograr «llenar los retiros», captando a más adeptos a través de redes sociales y convenciéndolos de las bondades de su gurú. Por todo ello, la mujer «cobraba 700 euros», a los que debía descontar el precio de las formaciones que le impartía el líder.
Durante las ceremonias de Inner Mastery, que según la mujer se celebraban sin supervisión médica, hubo varios «peligrosos» incidentes que le hicieron saltar las alarmas: «Durante el ‘viaje’ inducido por la ayahuasca se reviven traumas pasados. Una vez, una mujer que había sufrido una violación de niña se colgó de mi brazo y lloró sin parar durante 5 horas mientras se agarraba de mi brazo. Yo misma tuve un brote psicótico durante una ceremonia una noche en la Escuela Ayahuasquera y estuve diez horas rodando por el suelo, golpeando a la gente, con pánico, porque pensaba que me había quedado en el viaje y no podía bajar».
Tras aquel episodio, «el grupo me felicitó por el viaje y concluyó que el brote psicótico me había llevado a una sanación profunda, porque me había entregado y me había liberado de la mente. Tras mi segundo brote, Varela me dijo: ‘Ya estás lista’. Había integrado completamente el discurso de Varela, ya estaba totalmente despersonalizada». La mujer añade que «había brotes psicóticos en la inmensa mayoría de los retiros». Por eso, «durante las ceremonias teníamos cuerdas para reducir a personas que tuvieran reacciones agresivas».
En su relato, que hizo público a través de la página de Redune con el fin de «alertar e impedir que otras personas caigan» en las redes del grupo, denuncia que el líder de Inner Mastery «vendía droga a todos los miembros de Inner Mastery», entre ellos personas con problemas de drogodependencia, a los que se dirigía de forma despectiva como «adictos» o «niñatos drogadictos».
Recuerda que «llegó a la casa un chico que era de Uruguay, había entrado a Inner Mastery por una adicción a la marihuana. Con él se cometió un crimen. Cambió una droga por otras y le destrozaron el alma. En el grupo se creaba una relación de dependencia y de agradecimiento-deuda«.
«Ataque epiléptico»
«El caso de un hombre de unos 70 años me impactó. Era alcohólico y llegó al retiro con el síndrome de abstinencia. Tomó todas las sustancias que se le ofrecieron. Hay que recordar que no hay nunca un médico presente en los retiros, sólo a través del Whatsapp. La integración la realizaba Varela ese día, el hombre tuvo lo que podía parecerse a una ataque epiléptico, no podía respirar, echaba espuma por la boca y tenía la ojos en blanco. Ante esto, Varela abandonó la sala y no se le volvió a ver en todo el retiro». Finalmente, decidieron «meterlo en una ambulancia sin más», recuerda esta exadepta.
Varela también defendía «el amor libre» e implantó nuevas «dinámicas de grupo» que consistían en separar a algunos hombres de sus parejas y trasladarlos a otra comuna para que «congeniaran» con otras mujeres del grupo y «aprendieran a ser hombres de verdad». De esa forma, «Varela jugaba con las personas generando un enganche afectivo, haciendo pasar a las personas de todo a nada en un instante», denuncia la afectada, que no olvida la obsesión que el gurú tenía por el sexo: «Había una chica que era muy insegura con su cuerpo y su sexualidad que decía que no se encontraba sexy. Varela decía que había que superar los tabúes del sexo (…), la obligó a desfilar como una modelo mientras le decía: ‘anda como una puta y fóllate a todos'».