Beatriz Mesa es periodista e investigadora de la Universidad Internacional de Rabat. Autora del libro ‘Los grupos armados del Sahel’, fue durante años corresponsal de EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica, en la capital marroquí y actualmente una de las analistas más especializadas en yihadismo en el norte de África.
-El pasado diciembre, con la salida de Níger, las tropas francesas completaron una década de presencia en los países del Sahel para combatir el terrorismo yihadista. ¿Cuál es el balance de este despliegue y el de otras misiones internacionales en la región?
-El balance es negativo, muy malo. Francia ha dejado un legado negativo en seguridad. Entre otras razones, porque no ha respondido a las verdaderas necesidades de un estado como Mali, que lo que quería era recuperar su integridad territorial. Mali quedó erosionado con una doble insurgencia: una insurgencia yihadista y una insurgencia secesionista que se unieron en 2012 y progresivamente instalaron un estado de facto. No solamente Francia no consigue apoyar al estado maliense en la recuperación de su territorio en la región de Azawad, sino que los actores armados de oposición, los secesionistas, pero con vasos comunicantes con los yihadistas, consiguieron instalar un estado paralelo, bajo dominio de la insurgencia. Y esto creó una crisis institucional importante y favoreció el golpe de estado que posicionó a un militar en la silla presidencial.
-¿Y en esta década, el yihadismo se ha extendido más allá de Mali?.
-Efectivamente, hay que explicar que, la dinámica de violencia se ha ido multiplicando en los últimos años conforme se iban multiplicando los mecanismos de seguridad. En 2012, en cuando surgió este movimiento insurgente secesionista y yihadista, solamente había una organización realmente, que era Al Qaeda en el Magreb Islámico (AMQUI). Luego se han ido produciendo escisiones. Y estas escisiones tienen que ver siempre con luchas de poder intracomunitario. Son líderes tribales que responden a espacios territoriales y que luchan por el control territorial. Son varios los grupos que reclutan a jóvenes que tienen razones para transitar hacia la violencia de una manera muy rápida, por falta de reconocimiento social, por desarraigo social, por cuestiones económicas, por protección, por acceso al agua, a la tierra. El yihadismo se ha ido fragmentando en diferentes organizaciones y cada organización está buscando principalmente encontrar sus espacios territoriales y asentar su poder. Y por eso tenemos todo ese mosaico de organizaciones armadas.
-¿Nada que ver entonces ver con la yihad global?
-Hay mucha gente que no está de acuerdo, pero yo mantengo esta teoría y la tengo muy estudiada y trabajada, y digo que son organizaciones yihadistas de raíz local que obedecen a cuestiones puramente locales. Están conectadas, pero están rivalizando entre ellas. Cada una responde a sus propios intereses y lucha por sus parcelas de poder.
Francia ha dejado un legado negativo en seguridad. No ha respondido a las verdaderas necesidades de un estado como Mali, que lo que quería era recuperar su integridad territorial.
-¿Pero a través de esas organizaciones no se ha introducido el Estado Islámico en el Sahel?
-No. Son organizaciones de raíz local que responden a cuestiones locales que no están conectadas con la dimensión internacional de esta ideología yihadista, aunque evidentemente se apropian del eslogan de la yihad y esa apropiación del eslogan también tiene que ver con la proyección mediática, con visibilidad… Pero no hay un actor internacional que venga con una gente, con una doctrina que se tenga que implementar. El Sahel ahora mismo es un Sahel que está produciendo mucha violencia a partir de estos diferentes movimientos.
-Algunos expertos dicen, sin embargo, que el Sahel es el principal centro de acción mundial de la yihad.
-Esto se dice así porque el Sahel está produciendo altos niveles de violencia. En una década hemos pasado de una organización armada a pequeñas organizaciones armadas que están reclutando a gente joven que no tiene alternativas, que su única alternativa es intervenir en la violencia porque esa violencia le proporciona reconocimiento social, un estatus social, una protección social, una aportación económica y supervivencia. Pero de ahí a decir que esto es un laboratorio de la yihad internacional, me parece una barbaridad. Pero no puedo dejar de decir que es una región que invita a la violencia de una manera rápida porque el problema es que la violencia se ha convertido en oficio. Aquí un joven no entra en la violencia porque se haya transformado desde el punto de vista religioso y se deja una barba. Entra porque la violencia se convierte en una alternativa de vida.
-Si son organizaciones locales con intereses locales, ¿Europa no estará en el punto mira de estos grupos, como si lo estuvo de grupos como Al Qaeda o Estado Islámico?
-Para nada. En la doctrina clásica del yihadismo global, Occidente había sido un objetivo, pero en el caso del Sahel y del continente africano, estas operaciones armadas no tienen como objetivo a un blanco, salvo para que sea secuestrado y que de ese secuestro se puedan obtener recursos. La operación Serval francesa y los otros mecanismos de seguridad en la región dieron alas a un discurso de anticolonialismo o de resistencia a una intervención extranjera, pero el objetivo no ha sido atacar hoteles, por ejemplo, y aunque hemos visto algún pepinazo, si realmente hubiese habido una estrategia de hacer daño a los intereses occidentales, se podrían haber cometidos centenares este de atentados terroristas de manera semanal. Y ese no ha sido el caso porque una vez más, los objetivos de estas organizaciones son objetivos de poder de control territorial.
–Preguntaba lo de Europa porque existe el temor de que a través de la ruta canaria se infiltren terroristas del Sahel con el ánimo de atentar en Europa.
-Cuando estos jóvenes saltan a la yihad, que yo llamo violencia política, ya hacen una especie de emigración o salida. La salida a través de la violencia política, pero no es una salida porque busquen implementar un estado islámico aquí. Ellos no están en esas dinámicas. El que emigra a Europa lo hace como buscado otra salida, pero no está emigrando para después enrolarse ninguna organización. Las fuerzas de España están muy preocupadas por esto, pero hay que separar absolutamente la violencia política en el Sahel de las dinámicas migratorias extracontinentales que responden a alternativas también y a salidas para estas personas.
En la doctrina clásica del yihadismo global, Occidente había sido un objetivo, pero en el caso del Sahel y del continente africano, estas operaciones armadas no tienen como objetivo a un blanco, salvo para que sea secuestrado y que de ese secuestro se puedan obtener recursos
–Está habiendo más llegadas que nunca a Canarias. ¿Tienen que ver con esta violencia?
-Evidentemente, esto también supone más llegadas a Canarias. Cualquier brote de violencia mayor tiene un impacto directo dentro del continente, obviamente, especialmente en estos países, y después hacia Europa. Pero sobre todo dentro, porque no hay una preparación para emigrar fuera, y para emigrar te tienes que preparar. Y estas personas que salen del foco de violencia, realmente no han pensado en emigrar, sino que se han visto obligadas a dejar sus hogares por violencia. El proyecto de la emigración llega después.
– Por parte de Occidente, ¿qué ha fallado en el Sahel?
-Occidente no ha entendido al Sahel, no ha entendido las dinámicas de violencia y no las ha querido entender. La obsesión de Francia era la yihad como tal, pero realmente había que pensar que son estados con zonas fallidas porque hay grupos armados de oposición a los estados centrales que tienen más poder económico que los propios estados centrales. Francia apoyó a la insurgencia secesionista para luchar contra la yihad sin entender que el yihadismo y el secesionismo son alianzas tribales y de sangre y que trabajan conjuntamente, aunque cada uno tengo un eslogan, y de hecho ahora se han vuelto a unir para enfrentarse a los rusos de Wagner.
-¿Qué están haciendo los mercenarios rusos de Wagner?
– Wagner ha subido al norte de Mali, ha venido con helicópteros, han aportado equipamiento militar. La diferencia entre Francia y el resto de la UE y EEUU con respecto a Rusia es que Francia puso en marcha una política de seguridad ‘soft’, no ‘hard’. No envió tropas para acompañara las fuerzas malienses en la lucha contra el yihadismo y no intervino en el terreno. No han atacado las katibas ni los lugares donde están las organizaciones de oposición al estado maliense. Wagner no solamente está aplicando una política de ‘hard power’, ha desplegado paramilitares, ya están formando también a malienses con fuerzas regulares. Rusia no trabaja solo desde el paramilitarismo, esa fue su puerta de entrada. Ahora mismo, la estrategia de Rusia es una estrategia global, de hacer contrapoder al eje occidental, formando a los ejércitos, proporcionando material médico y formación, acompañando a los militares en el terreno y generando desarrollo, que es lo que Europa no ha conseguido. Europa vino con Francia dentro del binomio que se le llamó seguridad y desarrollo. ¿Pero qué es lo que ha desarrollado? Absolutamente nada. Y entonces llega Rusia y presenta una oferta enorme para generar energías renovables. Ya hay un proyecto muy importante y están desarrollando también centrales nucleares, han venido también con proyectos de infraestructuras, de escuelas. Reclutan a malienses y se los llevan a Rusia a formalos en ingenierías, lo mismo que está haciendo China. Son proyectos a corto y largo plazo que tienen como objetivo generar desarrollo estructural. Lo que está haciendo Rusia es lo que tenía que haber hecho Europa.