Setenta y dos horas antes de que Italia asumiese, el pasado 1 de enero, la presidencia de turno del Grupo de los Siete (G7), Sudáfrica demandó a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), acusando a las autoridades hebreas de perpetrar un genocidio en Gaza. Un asunto, este, que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ignoró por completo en sus primeras declaraciones después de permanecer alejada unos días de los focos por una gripe y la pausa navideña. Ni fue preguntada sobre ello. Meloni evitó así, como ya ha hecho en otras ocasiones, pronunciarse sobre una cuestión muy delicada a nivel geopolítico.
Al igual que ocurrió con la presidencia de Japón –país que acaba de traspasar la presidencia a Italia–, Roma, un socio junior del G7 (integrado por EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) pero que ha sido parte de este club desde 1975, asumió la semana pasada el liderazgo de estos países occidentales altamente industrializados en un momento altamente divisivo en política exterior; esta vez, después de la ofensiva terrorista de Hamás y de la respuesta bélica de Israel contra Gaza, que ya se ha cobrado la vida de más de 22.000 personas en la Franja y ha abierto enormes fricciones internacionales.
En este marco, el «primer objetivo» del G7 de este año será precisamente ese: evitar que esa guerra se extienda, según ha dicho el vicepresidente del Gobierno italiano y ministro de Exteriores, Antonio Tajani. No obstante, muchos observadores se preguntan cómo, en un momento de grandes críticas desde el llamado Sur Global a Israel, EEUU y el resto de potencias occidentales, puede Italia desempeñarun papel (no meramente decorativo) para que el G7 persiga el objetivo de diálogo con las alternativas multilaterales que proceden del sur del mundo.
El Sur Global
Lo que es una de las ambiciones de Meloni. En la próxima cumbre del G7, que se llevará a cabo en junio de este año en la región italiana de Apulia, «el Sur del mundo será central», dijo la mandataria en mayo pasado, al manifestar su voluntad de una mayor cooperación en especial con los países africanos para mantener el control sobre fenómenos como las migraciones. «Dentro del marco del G7, hay varios objetivos que se deben lograr. Uno de ellos es reducir las distancias que se han manifestado de manera tan notable en el último año entre Occidente y el Sur Global«, coincidía en estos días Ferdinando Nelli Feroci, presidente del instituto Affari Internazionali, fundado en 1965 y uno de los más acreditados en Italia.
Una respuesta a la pregunta tal vez pueda hallarse en los pasos previos de Meloni antes del estreno de la presidencia de Italia del G7. Entre ellos, los encuentros de la mandataria con el primer ministro indio, Narendra Modi, con el que Meloni se reunió físicamente en al menos tres ocasiones en 2023. La última, en la COP28 de Dubái durante la cual la política llegó a compartir una fotografía en redes sociales de «su buen amigo» con el hashtag #Melodi. “Encontrarse con amigos es siempre un placer”, respondió él.
El episodio es significativo pues, en una postura muy distante de la de las autoridades de Sudáfrica (país que integra el grupo de los BRICS junto con India, Brasil, China y Rusia), Nueva Delhi ha llegado a prohibir manifestaciones propalestinas en su región de mayoría musulmana de Cachemira y ha calificado de «terrorista» a Hamás. Todo ello después de que las autoridades israelíes y las indias firmasen hace ya cinco años importantes acuerdos en materia de comercio de armas.
Fricciones
Una sintonía, la de Meloni y Modi, que coincide con una serie de gestos que la italiana ha hecho en el último año para afianzar su reputación de férrea atlantista. Uno de los más llamativos: su decisión de abandonar en diciembre la Nueva Ruta de la Seda china, tan solo cuatro meses antes de que el pacto con Pekín caducara, según el plazo acordado inicialmente. Una decisión que, aún así, Meloni tomó sin cerrar completamente la puerta al presidente Xi Jinping a quien, como dijo recientemente, visitará «cuanto antes», lo que podría ser una buena forma para ser también un trait d’union con Washington.
Con EEUU, de hecho, Meloni ha demostrado un alineamiento casi completo. Tanto que sigue defendiendo la estrategia de los envíos de armas a Ucrania como única alternativa para «mantener un equilibrio entre las fuerzas en campo», aunque ha insistido también en la búsqueda de una «solución diplomática» para poner fin al conflicto con Rusia y ha reconocido incluso cierto «cansancio» de los países occidentales, como llegó a decir en una conversación telefónica con dos impostores que se hicieron pasar por el presidente de la Comisión de la Unión Africana.
Lo que pueda aportar la derechista gracias a las relaciones que ha tejido en lo que va de su mandato puede, no obstante, que no sean las únicas novedades de esta nueva etapa del G7. Según el programa, de hecho, otros temas candentes que se deberatirán serán en los próximos meses será la lucha contra el terrorismo, que recientemente ha puesto nuevamente en alerta a diversos países europeos, las pandemias y la inteligencia artificial (AI).