La temperatura casi primaveral bajó en picado y arreció el viento de Poniente. Comenzó a vislumbrarse por la bocana del puerto de Torrevieja el elegante perfil del velero Pascual Flores. No tendrá mejor singladura ni mejor cometido. Pese al fuerte noroeste que doblaba las washintonias del paseo, había navegado desde El Torrejón, en el litoral norte de Torrevieja para superar la punta Margalla y llegar a la bocana del puerto torrevejense a las cinco en punto. El sonar de sirenas anunció a esa hora a toda la población que a bordo llegaban Sus Majestades los Reyes Magos, que aunque parcos en palabras, tras tocar tierra desplegaron cercanía, sonrisas y saludos a los miles de personas que esperaban pacientemente en la nueva lonja y a lo largo del paseo del dique de Levante, a la comitiva real.
Repleto de público
La pólvora de la cohetería -esta vez sí- acompañó el desembarco Real y el inicio de un recorrido que los llevó por el centro del casco urbano, repleto de público. Se emplearon a fondo los carboneros que abrían un desfile más numeroso y llamativo en figurantes que en ediciones anteriores entre escenas tradicionales como la del Nacimiento y otras más imaginativas, caballos, la Estrella y espectáculos que anticipaban las carrozas escoltadas por un numeroso séquito que repartieron casi de mano a mano dos toneladas de los caramelos blandos con los que endulzar la larga espera de los pequeños.
Pailebote
Aunque la llegada de la réplica del histórico pailebote torrevejense fue puntual, la Cabalgata acumuló algo de retraso antes de salir del recinto portuario. Cuando iba a ponerse en marcha uno de los vehículos policiales al frente de la comitiva, quedó averiado -y clavado con el freno eléctrico- por lo que tuvo que acudir la grúa municipal a desplazarlo. No era cosa de molestar a los Magos por eso.