Sebastian Barry (Dublín, 1955), uno de los autores más respetados de las letras irlandesas, suele trabajar en una vieja rectoría del condado de Wicklow donde algún pastor protestante escribió sus sermones en el pasado. La habitación es pequeña y despide calidez, por lo que se vislumbra a través de la imagen del ordenador. Hace unos años, su magnífica novela ‘Días sin final’, que seguramente será película, fue finalista del Booker (tiene dos nominaciones más) y le dio a conocer en nuestras librerías. ‘Tiempo inmemorial’ (AdN), su último trabajo, explora la huella dejada por los abusos cometidos en las instituciones irlandesas por la Iglesia católica. Lo hace desde la perspectiva crítica del autor, un católico que se casó, según sus palabras, con una “chica protestante”, la actriz Allison Deegan.

¿Por qué ha querido escribir una historia tan triste como esta?

Hace 61 años yo tenía seis o siete años y con mi madre nos mudamos a vivir en el castillo donde transcurre la novela. Mis padres acababan de separarse y yo y mi hermana solíamos ver a un hombre mirando al infinito frente al mar. Imaginé entonces que era el hombre más feliz de este mundo y eso me permitió escribir esta historia dura y triste sobre alguien que ha sufrido abusos sexuales en el pasado.

En el haber de la crónica más negra de Irlanda se pueden colocar las viejas acciones del IRA pero también la pederastia por parte de la Iglesia. ¿Qué le impulsó a escribir sobre esto?

De niños en Irlanda recibíamos la orden de no hablar en absoluto de los abusos infantiles. En mi familia hubo un caso terrorífico y solían decirnos que nos calláramos. Me recuerda a cuando en ‘La casa de Bernarda Alba’ se gritaba “silencio”. Afortunadamente, mi profesión me ha permitido poner voz a esa prohibición y el personaje de Thomas Kettle, un policía recién jubilado que recuerda un pasado de abusos, me ha permitido una especie de liberación a la irlandesa.

El libro no trata tanto de los abusos cometidos como de sus consecuencias.

Sí, es la historia de un superviviente que ha tenido una vida compleja. Uno de mis abuelos se dedicaba al paisajismo y a mí me gusta decir que me dedico al paisajismo de la mente. Tom ama el mundo, pero a las personas que aman el mundo les siguen sucediendo también cosas horribles.

¿Cree que la Iglesia católica irlandesa ha hecho todo lo que tenía que hacer en relación con las víctimas?

En mi familia, que era de clase media alta, tenemos un obispo y varias monjas y curas, pero yo, en mi humilde opinión, creo que la Iglesia católica debería desmantelarse. En el caso de Irlanda, no han querido hacer reparaciones económicas a las víctimas, una situación horrible cuando el número de delincuentes religiosos es altísimo. Y no se trata de que haya dos o tres manzanas podridas en el barril, es que un tercio de este está echado a perder y, además, estropea el resto. Si todavía hubiera niños en peligro, y yo creo que los hay, me gustaría crear cierta alarma con esta novela, hacer que la gente esté más atenta al peligro.

¿Siente que ahora se puede hablar de esto en su país con una mayor libertad?

Actualmente, los curas no tienen el poder que tenían en el pasado, ya no pueden decirte cómo debes comportarte o qué tienes que pensar. Dos de mis hijos son gais y cuando afirman que ser gay no es pecado, pero sí las prácticas homosexuales me enervo. Debería estar prohibido por ley que la Iglesia expresase sus ideas sobre la sexualidad de la gente porque lo único que provocan es hacer daño.

¿Cómo ha sido acogida la novela en su país?

He recibido muchas críticas positivas. Bernard Shaw decía que la maldad prolifera cuando la gente no hace nada. Hace 30 o 40 si se me hubiese ocurrido escribir una novela sobre esto, mis vecinos me hubieran negado el saludo. Hoy Irlanda es un país mejor y por eso lo amo. Además, no soy en absoluto un pionero. Lo que estoy recibiendo es el resultado de la valentía de otros, como Sidney O’Connor a la que por desafiar al Papa ridiculizaron en los 90. Tuve la suerte de ser su vecino durante dos años.

Usted suele utilizar a los miembros de su familia, a menudo inventándoles historias, como personajes de sus novelas. Aquí su propia experiencia de niño víctima de una separación es contemplada desde lejos por el protagonista.

Intento ver todas las cosas horribles que nos ocurren con cierto tipo de clemencia. Durante mucho tiempo he intentado escribir la historia de mis padres, la matemática más complicada que podía darse, pero solo he podido hacerlo a través de Tom. No he podido hacerlo directamente.

¿Ha querido decir que su padre fue también un abusador?

No exactamente. La verdad es que no le frecuentaba. Falleció el año pasado y yo llevaba una década sin verle. Lo único que demostraba hacia sus hijos era indiferencia. Creo que nunca he llegado a entenderle. Soy su hijo, pero en cierta forma es como si él no hubiese sido mi padre. Yo tengo cuatro hijos y para mí un padre es aquella persona a la que vas para pedir consejo –sí, admito que soy un poco sentimental- pero mi padre hubiera sido la última persona a la que habría acudido. La pregunta que has hecho solo la podría responder él y me alegro mucho de no ser yo quien la responda.