Resulta imposible no sorprenderse cada día con Carlos Alcaraz, por mucho que sea un deportista ya archiconocido. Campeón del US Open 2022 y Wimbledon 2023, número uno mundial. A sus 20 años un fenómeno que además encaja perfectamente en la mentalidad de la grada del Estadio Arthur Ashe, la pista fija más grande de tenis del mundo. Es un showman, y eso en Nueva York tiene un valor doble.
El murciano tenía guardado un recital completo para una nueva sesión nocturna. Los focos se dirigen a la sensación del momento. Constituye una baza segura en un horario estelar. Y sí, ejecutó golpes imposibles para enardecer al respetable.
Para sus más seguidores, que no se pierden ninguno de sus encuentros, el mérito no sólo se basó en momentos de máxima brillantez, sino sobre todo en la capacidad para solucionar un pequeño bajón de inmediato. «Con mentalidad fuerte», como subrayó él tras cerrar su pase a tercera ronda.
Con un tenis total y en tres sets, «lo que es muy importante para mí en estas primeras rondas». Con más que perder que ganar para un aspirante a corona, que precisa tomar el pulso al torneo, el ritmo preciso, sin mostrar todo el arsenal ni consumir más fuerzas de las necesarias.
Alcaraz solucionó su compromiso con el surafricano Lloyd Harris, 26 años y nº 177 mundial, por 6-3, 6-1 y 7-6 (7-4) en 2h.27′. Se cruza, el sábado, con el británico Daniel Evans, 33 años y nº 28, que eliminó al neerlandés Botic Van de Zandschulp 1-6, 6-1, 6-3 y 6-3.
El inglés, un prodigio de técnica, abrió en el inicio de la gira su palmarés ATP conquistando el torneo de Washington. Ha hincado la rodilla dos veces ya con el español, superior en las semifinales del último Godó (6-2, 6-2) y en el indoor de Viena (6-4 y 6-3 en 2021).
Estará todo en manos de Carlos Alcaraz, intratable para la mayoría de adversarios cuando acelera. Lo hizo en el segundo set contra Harris, en un despliegue monumental de posibilidades, de todos los colores y tamaños. Un tenis total, de máxima agresividad, también riesgo, pero ejecutado con una perfección pasmosa. Y una plasticidad que enamora a la gente.
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Desmoronó a Harris, que de no ser por los seis meses de baja por la operación de muñeca en 2022, estaría bien situado en el ranking, no en vano era 31º en 2021. De tanta presión que metía Alcaraz, también con el resto, llevó a las dobles faltas al africano, su perdición en el primer y segundo set. La puntilla.
Se gustó tanto Alcaraz, ya fuera con la dejada, el globo, la volea al límite, el passing medido o la derecha que revienta la pelota, que buscó lo imposible. Tanto que se metió en un lío por un solo juego no bien enfocado. El sexto del tercer set. Era resultado de estar apurando demasiado. Llegó el primer fallo, el segundo, empezó a marrar lo que antes metía sin pensar la dificultad de la acción.
Entregó su saque en blanco y con doble falta de cierre. Abajo 2-4. Tenía motivos suficientes para enfadarse unos minutos. No, no lo hizo. Se controló, y recuperó enseguida (3-4). También ha aprendido a no castigarse un despiste.
«Necesito algo, ¿qué tomo?», preguntó a su equipo. Temía un bajón físico en la noche húmeda. Había perdido chispa, pero respecto a una hora y media de tenis sublime. Había descendido el listón, pero lo mantenía a un nivel exigente para un Harris que vio la oportunidad de maquillar el resultado y demostró sus muchas cualidades. Es completo y con tiros definitivos.
Alcaraz tuvo que parar, pensar y recomponerse. Lo hizo. Un ejercicio sobresaliente. Nada como superar un obstáculo para fortalecerse para lo que venga. Y concluyó la clasificación con un ‘tiebreak’ que recordó al mejor Carlitos.
«Ha sido un partido bien jugado del primero al último punto, salvo ese juego. Me quedo con el segundo set», declaró. Ese parcial fue de obra maestra. No hay secretos, sino mucho talento y trabajo. «Creyendo en mí y en mi equipo», apostilló.