Estos días me he quedado bastante sorprendida de cómo aparecen ciertas noticias en los periódicos. Me refiero a las frases que se han destacado del nuevo ministro de Cultura en relación al encuentro habido en el Museo del Prado de todos los directores de museos provinciales y de bellas artes en relación con la política de depósitos del museo. Ese «acercar todas las obras del Museo del Prado a los ciudadanos de nuestro país» y «descentralización de la pinacoteca» que aparecen como mantras.
Ya debía estar curtida en esto y no admirarme de cómo lo de siempre se presenta como novedad. Claro que se dan una serie de circunstancias que lo favorecen: por un lado, la falta de especialización del periodista que cubre una noticia, por lo que no cuenta con las herramientas suficientes para aportar una visión más crítica, revistiendo de novedad algo que, en realidad, no es tanto. Por otro, la propia idea que la sociedad tiene respecto a la Cultura y lo que es digno de destacar. Me explico. Los museos nacionales, sean de pintura, escultura, artes decorativas, arqueología, y un largo etcétera, son los referentes para sus primos hermanos en las entidades locales, desde los museos provinciales, a los de bellas artes y arqueológicos. Por lo que la sociedad en general entiende muy bien la importancia de los objetos custodiados en los grandes museos, pero se pierde frente al valor que también tienen las colecciones de sus correspondientes locales. Éstos, además de custodiar unas colecciones estrechamente vinculadas con la historia provincial de los espacios dónde se levantan, también presentan unos recorridos histórico artísticos más generales que ponen en contexto esa idiosincrasia previa. Son los objetos de los museos nacionales depositados en estas entidades locales los que inciden en este contexto. Contar con obras de El Greco, Murillo, Gregorio Fernández o Goya, ayudan al público a entender mucho mejor la singularidad de la colección más local, y cómo en cada momento de la historia, los grandes centros eran reinterpretados en las periferias. No de un modo menor, sino diferente.
En 1980 se crea de forma oficial el programa el Prado disperso. Los depósitos temporales de sus obras ya venían efectuándose desde mediados del siglo XIX, pero es en esa década del siglo XX cuando se establece una regulación y control de esos depósitos. Mercedes Orihuela ha explicado muy bien la labor de ese programa y su historia, tanto en el libro que acaba de publicar como en los distintos artículos sobre este tema en los diferentes Boletines del Museo del Prado, que se pueden consultar en abierto (les recomiendo el núm. 54 de 2018).
Por otro lado, el propio Museo del Prado en su página web explica también con rigor como este nuevo Prado extendido tiene una estrecha relación con ese programa previo, por lo que no se entiende qué tipo de noticia se está haciendo llegar a la sociedad tras el encuentro del ministro de Cultura con los directores de los museos provinciales y de bellas artes de España. Sus palabras entrecomilladas, pueden ustedes elegir cualquiera de las diferentes noticias que han salido en prensa en relación con ese encuentro, destacan como novedad algo que venía haciéndose de forma ordenada desde las últimas décadas del siglo XX. Esa «descentralización de la pinacoteca» que alaba el ministro, vamos a disculparle por ser un recién llegado –aunque me imagino que sus colaboradores más directos no lo son y podrían haberle advertido de ello–-, ya estaba en vigor desde mucho antes, y lo bueno de los museos nacionales es que pertenecen a todo el Estado español y sus políticas van mucho más allá de las ideas y necesidades de los gobiernos de turno. El ministro ha querido extenderse tanto alabando una propuesta que parece que les es propia, que se ha quedado completamente disperso.