«Al final tendremos que freir con agua», se lamenta una anciana mientras observa la estantería de los aceites de oliva de su supermercado de confianza. El litro de la marca que se lleva habitualmente se acerca peligrosamente a los 9 euros, y la opción más barata, la de marca blanca, está prácticamente en los 7 euros. Lo está en este establecimiento de Barcelona en concreto y en hasta otros cinco de cinco cadenas distintas, donde es raro ver garrafas de 5 litros por debajo de los 33 euros. A juzgar por la información de precios en origen que recopila Infaoliva (Federación Española de Industriales Fabricantes de Aceite de Oliva), el aceite de oliva virgen se ha encarecido un 10% este último mes, pero acumula una subida del 75% desde marzo. Y la tendencia se replica en el caso del virgen extra y del lampante.
“La situación es tremendamente simple, el único problema que hay es de falta de producción; hemos tenido una cosecha muy baja y eso está influyendo en que la próxima campaña, la que empieza en octubre, también sea muy baja”, contextualiza el presidente del sector del aceite de oliva de Cooperativas Agroalimentarias de España, Rafael Sánchez de Puerta. “Hay falta de disponibilidad de producto y, como en todas las actividades, cuando cae la oferta se tiene que ajustar la demanda”, apunta, detallando que la subida extrema de las últimas semanas coincide con el momento en que se ha estudiado la disponibilidad de aceite para la inminente campaña.
Porque, tanto él como el responsable de Olivar de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), Cristóbal Cano, y el presidente de la Associació Agraria de Joves Agricultors (asaja) de Girona, Martí Clos, señalan el escaso excedente de la cosecha previa como uno de los indicadores que más invita al pesimismo. Si el año pasado contaban con un enlace (volumen con el que se cubren la espalda durante la temporada de cosecha) de 450.000 toneladas, este año se sitúa en torno a las 250.000, lo que, para ellos, es prácticamente cero. Esto se suma a un árbol que arrastra los efectos de dos años consecutivos de sequía: es decir, que se espera conseguir menos de las 660.000 toneladas que se reunieron el año pasado y, por supuesto, menos del millón y medio de toneladas con las que se trabajaba hace dos años.
“La campaña del 2022-2023 se cerró con la peor cosecha del siglo XXI y el problema se agrava porque vamos a encadenar una segunda campaña 2023-2024 con también unas malas previsiones de cosecha, algo que nunca se había dado en nuestro sector, dos campañas consecutivas malas”, plantea Cano. Además, “teniendo en cuenta que España es el primer productor de aceite de oliva del mundo (aglutinamos el 50% de la producción mundial), esto tiene unas consecuencias claras en los mercados”, alerta.
Más demanda que oferta
De acuerdo con los datos que maneja la Organización Interprofesional del Aceite de Oliva Español, la Unión Europea estima que este año la producción mundial de aceite de oliva se moverá en torno a los 2,5 millones de toneladas, cuando hace un año estuvo por encima de los 3,3 millones. Sería la primera vez en seis campañas que el volumen se queda por debajo de los 3 millones. En paralelo, el mismo organismo espera un consumo mundial de 2,9 millones de toneladas. “Una baja producción, unida a un consumo que se está comportando bastante bien, presiona al alza los precios”, subraya la gerente de esta asociación, Teresa Pérez.
“Siempre pensamos que el problema iba a ser de excedente, porque estaba aumentando muchísimo la producción y se estaban haciendo muchas plantaciones, pero ahora nos encontramos con un problema de desabastecimiento que nos hace mucho daño: no hay nada peor que no poder atender la demanda de nuestros clientes”, lamenta Sánchez de Puerta. “Ya se nos ha olvidado cuando aquí toda la conversación era que España producía para que otros vendieran, ahora lo dramático es que después de haber creado esto, nos quedemos sin producto”, concluye.
¿La solución? A corto plazo, ninguna más allá que esperar a que llueva. A medio plazo, según este último experto, establecer una política clara de regadío y de prevención de las consecuencias del cambio climático. Para el responsable de Olivar de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, la respuesta tiene que pasar por que la administración se implique en que se cumplan las normativas, por que se cree un índice de costes de producción “real, ágil y flexible según las condiciones del momento” y por la creación de un observatorio de márgenes comerciales.