El calor que padecemos en esta época del año, parece un murmullo, nada comparado con las aberrantes palabras del líder de Vox a un medio argentino, en las que dice taxativamente que, Pedro Sánchez acabará colgado de los pies por el pueblo español, y claro, son inaceptables en cualquier democracia que se precie. Su frío aliento al pronunciarlas, ha quedado suspendido en la nada, pues pese a su repercusión, en España esto no va a ocurrir, no pasan de ser baladronadas de un tipo que, más que el líder de un partido democrático, semeja al matón desesperado que aduce excentricidades para ocultar su soledad política.
Lo malo de este extemporáneo comportamiento es el que Vox se reafirme en ellas, pues son historia, y tal y como definen a Sánchez, Vox sí cree en esa clase de conductas horrendas como colgar por los pies al presidente del Gobierno. Fisuras de su resentimiento, reptar entre sombras muy, muy oscuras, donde lo que expresan no es el fin, sino el camino violento por el que les gustaría transitar. España no está gobernada en una dictadura por un tirano, idea que en ocasiones escuchamos de dirigentes del PP. Al rival político hay que aniquilarlo físicamente, acabar con él, eso lo dice Vox, más el PP le anda a la contra, pues parece como si ambas formaciones políticas se debatieran en un enfrentamiento público o soterrado, para dilucidar quién es más ultra o extremista.
Seguir insuflando aire a las ya encendidas brasas de la crispación política, es muy peligroso, no más que fiebre de odio que abrasa el alma de quienes la sufren. Ambos partidos van acumulando palabras tronantes y de pésimo gusto. Olvidan que el Gobierno es legal y legítimo, y tiene cuatro años por delante para implantar sus políticas. Frente a esto no pegan esas miradas enquistadas, ni el destruir la imagen del presidente.