Se puede encontrar en sus 384 páginas a Rigoberta Bandini y uno de sus hits, Perra, el que tanto sonó como himno socialista en la campaña de las generales del 23 de julio. O también se asoma Arvydas Sabonis, la leyenda del baloncesto que admiraba en su juventud, cuando era jugador del Real Madrid. Y líderes europeos como Olaf Scholz, Emmanuel Macron o Charles Michel. O estrellas mundiales como Rosalía o Taylor Swift. O el jefe del PP, Alberto Núñez Feijóo. Pero quienes no aparecen son Carmen Calvo, o José Luis Ábalos, o Iván Redondo, o Irene Montero, o Pablo Iglesias, o Pere Aragonès. Tampoco cómo se gestaron los indultos, o la crisis de gobierno de 2021, o la interlocución con Cataluña, o las tensiones en su partido, o cómo vivió el terremoto que ocasionó la ley del sí es sí, más allá de reconocer las «discrepancias no menores» en el seno del Gobierno.
Tierra firme (Península, 2023), el segundo libro de Pedro Sánchez, el que salió a la venta el pasado 4 de diciembre y que este lunes es presentado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid por los periodistas Ángeles Caballero y Jorge Javier Vázquez, es un ejercicio de memoria selectiva, quizá como muchas obras autobiográficas. Narra los cuatro años del primer Gobierno de coalición progresista, pero destacan ausencias, omisiones, vacíos en un relato contado desde la propia óptica del presidente, con él como centro y casi exclusivo protagonista. Un cuadro que suena incompleto porque evita los pasajes más delicados, porque apenas pespuntea el backstage del poder para centrarse en una compilación exhaustiva de las políticas desplegadas por su Ejecutivo y por el mayor protagonismo ganado por España en la arena internacional.
Sí se detiene en el tránsito del 28-M al 23-J, en la campaña exitosa que le mantuvo en la Moncloa. No describe cómo se armó la primera coalición. El Pablo Iglesias que menciona es el fundador del PSOE
El retrato más vivo sí es, en cambio, el que refleja el tránsito de las elecciones autonómicas de mayo a las generales del 23-J, el que condensa cómo decidió jugársela y llamar a las urnas tras el desastre del 28-M y cómo construyó aquella campaña, de la que salió airoso y que le permitió continuar en la Moncloa por, en principio, cuatro años más. Una campaña en la que se sobreexpuso mediáticamente para combatir los «bulos» de la derecha y en la que se logró desde resignificar el insulto de perro sanxe hasta acercarse a los jóvenes a través de una entrevista con La Pija y la Quinqui.
También Sánchez se detiene en la pandemia, en aquellos días de absoluta angustia sin carta de navegación, o en la erupción del volcán de La Palma. Describe minuciosamente el Consejo Europeo de julio de 2020 que pactó los fondos Next Generation, una respuesta radicalmente distinta a la dada por el bloque comunitario en la recesión de 2008, insiste en la importancia de la perspectiva europea, desgrana las políticas de su Ejecutivo y las transformaciones que ha logrado acometer en apenas cuatro años, incide en cómo es clave que «las políticas de largo plazo«, como la transición climática y digital, marquen el día a día, subraya la necesidad de robustecimiento del Estado del bienestar y de las políticas públicas para combatir la desigualdad, saca pecho de cómo su Gobierno ha aplicado la filosofía de «no dejar a nadie atrás» y la «transición justa», narra la gestación de la solución ibérica o de cómo plantó cara al intento del PP de desproteger Doñana. Defiende el multilateralismo, el feminismo, las tesis socialdemócratas, las políticas fiscales progresivas, el diálogo y el consenso empleados por su Gobierno frente a la «oposición destructiva del PP». Y habla mucho, claro, de la guerra de Ucrania. E incluye reflexiones sobre series, películas o libros que le han impactado.
Pero en la pasada legislatura también había secundarios muy presentes. Como los propios miembros de su Gobierno. Sánchez no detalla cómo se gestó su primera coalición, y tampoco lo hizo en Manual de resistencia (Península, 2019), su primer libro, también coescrito con la exdiputada Irene Lozano. En él recogía su retorno al trono de Ferraz y su llegada a la Moncloa, pero la crónica se frena en su primera gran decisión en el Ejecutivo, la acogida del Aquarius, en junio de 2018. No aparece, de hecho, Pablo Iglesias —el Pablo Iglesias que sí sale enunciado es el fundador del PSOE—, y de Podemos reconoce su contribución aunque también su propensión a remarcar las «diferencias«.
El empeño de Podemos por «acentuar las diferencias»
Los cuatro años de la primera legislatura «no han sido fáciles«, y ni la «gravedad de la coyuntura», ni la «trascendencia de las decisiones que había que tomar», escribe, han constituido el «contexto más favorable para la convivencia entre los partidos de la coalición progresista». Como en muchos discursos públicos, el presidente califica de «más que notable» el fruto de su primer Gobierno conjunto: ha sido «más estable y duradero que otras coaliciones lideradas por el PP en gobiernos autonómicos». Pero los morados se empeñaban en «acentuar las diferencias», cuando él sigue creyendo que «subrayar los logros conjuntos» sí «reconforta a la ciudadanía progresista». Pero Podemos, disculpa, «surgió del activismo», y el PSOE «es una organización que siempre ha conjugado la calle y los gobiernos». Elude entrar al detalle de los innumerables choques del mandato.
La alusión a la ‘ley Montero’ es tangencial: Sánchez recuerda el apoyo de Zapatero, su ayuda a la coalición «en discrepancias no menores, como la ‘ley del solo sí es sí'»
Tampoco emerge en el relato Irene Montero, ya exministra de Igualdad y uno de los epicentros de tensión del Ejecutivo. Y la referencia al sí es sí, la ley que la abrasó, es tangencial: el presidente recuerda la activa participación en la campaña del 23-J de José Luis Rodríguez Zapatero, momento que aprovecha para agradecerle su apoyo en los últimos años, su ayuda al Ejecutivo de coalición «en discrepancias no menores, como la ley del solo sí es sí«.
No es citado Pablo Iglesias, tampoco Irene Montero, pero sí Yolanda Díaz. Para reseñar la «complicidad» existente entre ambos y que exhibieron en el debate en TVE en el camino hacia el 23-J —complicidad que «no fue algo impostado», precisa, sino un «reflejo» de la forma de trabajar de ambos en cuatro años—. Y para alabar la campaña «muy meritoria» que la líder de Sumar protagonizó pese a las «enormes dificultades que hubo de sortear». No dice más, aunque se sobreentiende: se refiere a los choques con Podemos y la complejidad de armar su plataforma.
Tampoco están presentes en el relato los principales colaboradores de Sánchez en la primera parte de la legislatura. No menciona a su ya exvicepresidenta primera, Carmen Calvo, ni al extitular de Transportes y exsecretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, ni a Iván Redondo, su todopoderoso exdirector de Gabinete. Los tres fueron sorpresivamente cesados en la remodelación de su Gobierno de julio de 2021, cuando cambió el corazón del poder. Reestructuración que también escapa de las páginas del libro. Y el ajuste interno de julio de 2022, desencadenado a raíz de la dimisión de Adriana Lastra como vicesecretaria general, no es mentado. Tampoco ella, Lastra. Los cuatro, igual que Iglesias, sí que eran mentados (algunos, mucho) en Manual de resistencia.
El presidente sí muestra, en cambio, quiénes son sus máximos colaboradores hoy. En la madrugada del 28 al 29 de mayo, cuando decidió anticipar las generales, llamó a la Moncloa a los números dos y tres del partido, María Jesús Montero y Santos Cerdán; al ministro Félix Bolaños y a su director de Gabinete desde julio de 2021, Óscar López. «Les pedí a los cuatro que vinieran a la Moncloa. Al verlos entrar en la sala de columnas del palacio percibí hasta qué punto se encontraban abatidos por el resultado. La reunión comenzó pasada la una de la madrugada».
Recuerda que en la noche del 28-M llamó a la Moncloa a quienes hoy siguen siendo sus puntales: Montero, Cerdán, Bolaños y López
Su lectura del 28-M era una sola: había que «clarificar la situación y la voluntad ciudadana», y eso solo podía hacerse mediante unas elecciones generales. Remontar «no sería fácil», y a ello había que añadir el cansancio de la militancia. Pero esperar a diciembre de 2023, cuando estaba prevista la convocatoria, «parecía mucho peor» opción. «Si seguíamos como si nada, una derecha ya feroz haría más irrespirable el clima político a base de deteriorar la credibilidad del Gobierno y de nuestro país». Sobre la mesa estaba llevar los comicios a septiembre. «Pero insistí en llamar a las urnas el primer domingo que hubiera posibilidad legal. Todo el tiempo añadido daría mayores oportunidades a la derecha de empañar los logros de la legislatura y acabar desbaratando el buen trabajo realizado. Me resultaba tan evidente como la ley de la gravedad».
El apoyo de Zapatero, la mayor distancia de González
Las referencias a los ministros escasean, en general. Sí asoma Salvador Illa, por la pandemia. O Nadia Calviño, por la transformación digital. O Teresa Ribera, uno de los dos «grandes referentes» del PSOE en materia medioambiental, junto a la presidenta del partido, la exministra Cristina Narbona. Pero no están los demás. Tampoco José Manuel Albares, titular de Exteriores, hacedor de la reconstrucción de las relaciones con Marruecos, otro capítulo fundamental de la pasada legislatura que no aparece descrito. Ni Fernando Grande-Marlaska, señalado por la oposición por la tragedia de la valla de Melilla. No aparecen los barones socialistas. Ni el expresident Quim Torra, ni el president Pere Aragonès, con quien ha sostenido la mesa de diálogo (otra gran olvidada). Ni Oriol Junqueras. Ni el caso Pegasus, que enturbió sus relaciones con ERC. Ni Carles Puigdemont, aunque en este caso se justifica porque la narración se para el 23-J, antes de la negociación con Junts para la nueva investidura.
Las referencias a los ministros escasean. Sí están Illa, Calviño o Ribera. No aparecen los barones, tampoco el ‘caso Pegasus’. Puigdemont no emerge, pero está justificado porque la crónica concluye el 23-J
Otros dirigentes sí están muy presentes en la narración de Sánchez (y Lozano). Como Zapatero, al que el jefe del Ejecutivo agradece su apoyo inequívoco desde el primer momento. Son «muchas» las horas de conversación con él, y «no pocas» las han dedicado a Cataluña. «Cuando me enfrenté a una decisión tan difícil como la de los indultos a los líderes independentistas, José Luis me aconsejó y apoyó. Hay perspectivas que solo puede tener un presidente, y la suya siempre me es útil. José Luis es un compañero muy querido por todos los hombres y mujeres socialistas: para mí constituye un ejemplo y una fuente de inspiración. En pocos líderes he visto un instinto político como el suyo. Si tuviera que quedarme con una sola virtud suya, sin duda elegiría lo que él mismo define como optimismo antropológico […]. Su conversación y sus gestos de apoyo siempre me reconfortan, porque él nunca contempla la opción de la queja o el desánimo».
Con Felipe González la relación es distinta, y hoy está rota por la ley de amnistía, que el patriarca socialista rechaza. En Tierra firme, Sánchez no ajusta cuentas con él. Defiende su gestión, sobre todo de las críticas que en su momento le dirigió el PP, y recuerda que se afilió al PSOE en 1993, cuando se daba por segura su derrota y el cambio de ciclo. Muchos años después, prosigue, ya como secretario general del partido y presidente del Gobierno, conoció personalmente al exjefe del Ejecutivo. «He conversado en más de una ocasión [con él], aunque siempre menos de lo que me gustaría. Con su propia personalidad y diferentes estilos de hacer política, creo que él y José Luis han sido los dos mejores presidentes del Gobierno de la democracia española». Y subraya que González le dijo que su generación «había tenido las cosas algo más fáciles», porque «ya existía un manual sobre lo que había que hacer», manual escrito por las democracias europeas avanzadas a las que España anhelaba parecerse.
De Feijóo denuncia su falta de «autonomía» política y su cerrazón a pactar la renovación del Poder Judicial
Quienes pueblan mucho las páginas de Tierra firme son los líderes y exlíderes internacionales —Angela Merkel y su sucesor, Olaf Scholz, Emmanuel Macron, Charles Michel, Ursula von der Leyen, Joe Biden, Giuseppe Conte, Mario Draghi, Stefan Löfven, Donald Trump, Vladímir Putin, Volodímir Zelenski, Mark Rutte, Donald Tusk, Kyriakos Mitsotakis, Luiz Inácio Lula da Silva, Mette Frederiksen…— y también Alberto Núñez Feijóo. O su antecesor en el cargo, Pablo Casado. Y el expresidente Mariano Rajoy. Del actual líder del PP dice que su mayor drama es su falta de «autonomía» política, su incapacidad para gestionar las «presiones» que recibe de la derecha más ultramontana. Y lo ejemplifica con su marcha atrás en el pacto para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que tocaba con «la punta de los dedos» y se frustró porque Feijóo atendió a sus «hipotecas». Para el presidente, tener «secuestrado» al órgano de gobierno de los jueces «equivale a saltarse las reglas de la democracia», se trata de «una de las pruebas más obscenas de comportamiento antidemocrático que la derecha ha dado en nuestra historia reciente».
Un retrato familiar: Begoña, un «apoyo fundamental»
Sí vuelve a ser muy protagonista, porque ya lo fue en Manual de resistencia, Begoña Gómez, su mujer, un «apoyo fundamental» para él «en cualquier encrucijada». A ella fue a quien primero confió en la noche del 28-M su idea de convocar las generales del 23-J. «Aún sonrío recordando la perplejidad con que reaccionó. Le conté mi razonamiento, así como mi interpretación de los resultados, y se mostró de acuerdo». Recuerda que ella contrajo el covid en la primera oleada —también cayeron enfermos sus padres, Pedro Sánchez y Magdalena Pérez-Castejón, y su suegro, Sabiniano Gómez— y cómo comparten aficiones, como leer, hacer deporte, montar en bici o correr en la sierra de Madrid. El líder socialista habla de sus padres, de su hermano David, de sus hijas. De cómo intenta respetar un «ritual» con ellas cada mañana: enviarles un enlace de una noticia o una canción que haya escuchado. Se intercambia con ellas listas de Spotify. A los tres les gusta Rosalía, Sen Senra o Beach House.
Sánchez prefiere trenzar en su segunda obra una visión de la política, de su forma de liderar y de gobernar, un relato de la gestión de su primera legislatura
Tierra firme no aborda otra crisis institucional relevante de la legislatura: la expatriación en 2020 del rey emérito a Emiratos Árabes Unidos por sus negocios opacos y la investigación de la Fiscalía, finalmente archivada. Las referencias a la monarquía se ciñen a Felipe VI, para aludir a sus despachos con él, o a su presidencia en los actos institucionales.
Sánchez ha preferido trenzar una visión de la política, de su forma de liderar y de gobernar («cuando tengo sobre mi mesa un problema, no me gusta postergarlo ni dejarlo a medias«). Cose un relato de la gestión de su primer mandato, una narración que concluye en las elecciones del 23-J que le permitieron ganar la Moncloa de nuevo. Gracias a los pactos con sus socios de la anterior legislatura y de Junts, el partido de Puigdemont. Gracias a aceptar una ley, la de amnistía, que no estaba en sus planes ni formó parte de aquella campaña de las generales. Pero eso queda, si llega, para una tercera entrega de la biografía política del presidente. Aún por escribir.