La relación entre la restricción calórica y la prolongación de la vida a nivel celular es conocida por la ciencia. Ahora, investigadores del Instituto Babraham (Reino Unido) plantean una vía que permitiría prescindir del ayuno para conseguir detener la senescencia de las células, el proceso que las lleva a envejecer sin morir del todo y a producir sustancias nocivas para el organismo. La solución estaría en sustituir los nutrientes con los que se alimentan en lugar de privarlas de ellos.
El equipo de investigadores liderado por Jon Houseley ha estudiado el proceso de envejecimiento saludable para determinar que la optimización de la dieta es un instrumento capaz de inducirlo sin privaciones. Del mismo modo, los problemas de salud tampoco serían indisociables de la vejez si se sigue de forma continuada una alimentación adecuada.
Los ensayos con ratones en laboratorio han demostrado que una restricción calórica estricta -una dieta en la que se consumen considerablemente menos calorías de lo normal sin llegar a la desnutrición- alarga su vida más allá de los dos años que suelen vivir en jaula, y llegan a edades avanzadas con menor deterioro que otros roedores. Sin embargo, deben mantener este tipo de alimentación estricta toda la vida, o de lo contrario pierden rápidamente los beneficios obtenidos.
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Las consecuencias de pasar toda una vida en restricción calórica vuelven este enfoque poco realista para los seres humanos, toda vez que los efectos reales del ayuno para la prolongación de la vida de organismos complejos como los nuestros no se han comprobado conclusivamente. El equipo del Dr. Houseley se planteó por tanto partir de cero con un organismo sencillo, la levadura. En lugar de reducir su alimento, se plantearon modificarlo, con resultado exitoso.
En lugar de cultivar las células de levadura con su dieta habitual rica en glucosa, los investigadores les proporcionaron galactosa, otro monosacárido. Lo que pudieron observar fue que numerosos cambios moleculares asociados al envejecimiento se detenían o dejaban de ocurrir. Las células alimentadas con galactosa se mantenían tan sanas como las células jóvenes incluso en la vejez, pese a haber entrado en la fase senescente. Por tanto, no producían sustancias orgánicas perjudiciales.
«Hemos demostrado que intervenir sobre la dieta tempranamente en la vida puede encauzar a la levadura en una trayectoria más saludable. Proporcionándole una dieta diferente sin restringir calorías hemos sido capaces de suprimir la senescencia, el momento en el que las células dejan de dividirse, y la pérdida del estado saludable en las células avejentadas», explica la investigadora principal, Dorottya Horkai. Subraya un aspecto «crucial«: el cambio de dieta solo funciona «cuando las células son jóvenes», ya que apenas se nota diferencia cuando la levadura ha envejecido.
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Según apunta, la levadura es un organismo que sirve como buen modelo para el envejecimiento humano, ya que comparte muchos de los mismos mecanismos celulares. «Es difícil traducir el concepto de ‘juventud’ de la levadura, pero todos los estudios apuntan a lo mismo: una dieta saludable desde los primeros años de vida marca la diferencia«.
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