El PNV nota el aliento de Bildu a sus espaldas. Desde que las siglas que representan a Arnaldo Otegi se reincorporaron al juego político a través de la coalición de partidos EH Bildu (a partir de 2012), los abertzales no habían estado tan cerca de la formación jeltzale en las proyecciones electorales. Desde las últimas elecciones de 2020 hasta ahora, con las municipales y generales de por medio, los nacionalistas de Andoni Ortuzar han visto cómo han ido menguando sus apoyos mientras que la izquierda abertzale vive un nuevo auge. De sacarles 100.000 votos de diferencia exactos (349.000 y 249.000) en las autonómicas de hace cuatro años a apenas un millar en la última cita de julio. Ahora, ambos partidos han optado por la misma estrategia para enfrentarse en la próxima cita electoral: nuevas caras al frente de cada candidatura.
Los vientos de campaña electoral se respiran desde hace tiempo en el País Vasco, pero se han hecho más evidentes tras los últimos anuncios en las cabeceras de estos partidos. El último pleno en el parlamento vasco celebrado este viernes ha sido un acoso y derribo entre el lehendakari ya saliente, Iñigo Urkullu, y la portavoz de EH Bildu, Nerea Kortajarena, que suena como posible candidata de los abertzales tras la retirada de Arnaldo Otegi.
Independentismo versus políticas sociales
Kortajarena exige, igual que ha hecho Otegi, el adelanto de la convocatoria electoral y repite que el actual Gobierno vasco «está agotado». El lehendakari, a quien ya solo le queda reivindicarse a sí mismo y su gestión tras haber sido relegado como próximo candidato por su propio partido, acusa a los abertzales de «populismo». Y ambos se meten el dedo donde creen que puede doler. Los abertzales señalando que el PNV ha cambiado in extremis a su candidato porque ni Urkullu ni su partido están en condiciones de «liderar un tiempo nuevo». Urkullu, recordando que Kortajarena quiere llevar «al extremo el plan político de Sortu«. Sortu es la formación heredera de Batasuna que se integró en la coalición EH Bildu junto con otras formaciones más moderadas y contrarias a la violencia como EA y Alternatiba, a la que pertenece el diputado nacional Óscar Matute.
El independentismo y las proclamas más identitarias han estado hibernando en los últimos años en el País Vasco, pero no han desaparecido. Con Bildu al alza en las encuestas, las negociaciones del PNV con el PSOE para garantizar la investidura de Pedro Sánchez ahondan en el reconocimiento de Euskadi como nación y en la transferencia de competencias pendiente. Pero quienes más crecen en las encuestas, según el último sociómetro del Gobierno vasco publicado esta semana, son Bildu y PSE, que no comparten la ideología nacionalista pero sí tienen en común su apuesta por lo social.
El Sociómetro anterior de mayo muestra que el sentimiento de identidad se ha mantenido muy estable en el País Vasco en los últimos 40 años(alrededor del 5 permanentemente), aunque señala que desde 2020 el porcentaje de personas que está en desacuerdo con la independencia del País Vasco ha crecido del 34% al 40%. Sin embargo, el doctor en Sociología por la Universidad del País Vasco, Imanol Zubero, advierte de que «desde los años 80, ha habido momentos de mayor o menor frenesí respecto a la identidad nacional de los vascos, pero la línea de evolución es más o menos recta». Algo que ha repetido varias veces en el parlamento vasco cuando ha acudido como experto para prevenir sobre decisiones basadas en planteamientos extremos: «En momentos de agitación en la opinión pública, la gente responde. Pero esta es una sociedad con una identidad mixta, vasquista, con fuerte apoyo a la autonomía y al autogobierno pero no independentista».
De ahí que la referencia de Urkullu a Sortu tenga su relevancia en un momento en el que EH Bildu apuesta por acentuar su perfil social y modera el identitario. El perfil de la candidata que nombre el partido de Otegi mostrará si esta sigue siendo su estrategia para las autonómicas. Pero lo que queda claro tras la salida de Urkullu y Otegi del tablero de juego, y con nuevos candidatos cuyo desarrollo en campaña es una incógnita, es que la partida de los dos partidos abertzales pivota sobre la fuerza de sus siglas y su capacidad de movilizar a los ciudadanos.
El desgaste de la gestión
El partido de Andoni Ortuzar, haciendo valer la bicefalia que reina en el PNV desde sus orígenes, ha apartado a Iñigo Urkullu de la candidatura a la lehendakaritza después de doce años en el cargo. A pesar del ruido generado y la sorpresa por cómo se ha comunicado, hay quien en el partido insiste en que esto «tenía que ocurrir» y es «positivo» que se haya dado paso a una nueva generación. “Nos toca responder a las expectativas de esa gente que nos ha mandado un mensaje diciéndonos que teníamos que cambiar, teníamos que ponerlos las pilas. Pues nos estamos poniendo pilas”, decía esta semana Ortuzar en Radio Euskadi. Y para eso ha elegido a un pata negra del partido 20 años más joven que Urkullu pero desconocido para el público, Imanol Pradales.
Aunque no solo, el cambio necesitaba ser generacional: los carteles electorales en las calles del País Vasco en las generales de julio mostraban a un partido envejecido. Al PNV le ha faltado encontrar nuevos votantes entre la población más joven y mantener a una parte de sus simpatizantes no fieles que han visto cómo la gestión pública, especialmente tras la pandemia, muestra sus grietas. A Bildu, por su parte, le falta ampliar su electorado por varios flancos si quiere llegar a gobernar algún día.
El declive del PNV se ha labrado poco a poco, en estos cuatro años se han acumulado el desgaste por la gestión tras la muerte de dos trabajadores en el vertedero de Zaldibar, el debilitamiento del servicio de salud vasco (Osakidetza), las manifestaciones de los pensionistas que no solo se dirigían al Gobierno central o las huelgas generales en los últimos meses (este mismo viernes la última), azuzadas a su vez por Bildu para buscar el desgaste del gobierno autonómico.
Perfil de los candidatos
La gestión del Gobierno vasco, aun siendo una coalición entre PNV y PSE, le ha pasado una factura mayor al partido jeltzale como demuestran las últimas encuestas y Bildu, además, centra en ellos sus ataques porque el PSE sigue siendo su único socio posible en el futuro, a pesar de que su candidato Eneko Andueza dijera en Madrid que no formará gobierno con Bildu.
Ortuzar ha tenido que hacer especial esfuerzo esta semana para explicar que no hay crisis alguna en el PNV y que la salida de Urkullu no supone una fisura en el partido. Oposición y medios se han lanzado a gritar que su sustituto Pradales es poco más o menos un clon del lehendakari saliente y que lo que Ortuzar quiere vestir de renovación es solo continuismo. Dentro del partido hay quien discrepa: el cambio no es solo generacional, dicen, sino que su forma de entender la política y la comunicación con la ciudadanía es mucho más vanguardista y moderna. La renovación, además, alcanzará probablemente al propio Ortuzar pasadas las elecciones cuando el PNV culmine su proceso interno.
Los abertzales, a su vez, hace meses que barruntan que con Arnaldo Otegi al frente difícilmente podrían gobernar por méritos propios o por falta de aliados. «A Otegi le habrá costado personalmente, pero él solo podía reforzar el voto de quien ya iba a votar a Bildu», analiza Zubero. Solo con alguien con militancia social, «no demasiado cercana a la tradición abertzale» podrá este partido pescar votos en barrios y ambientes sociales, continúa. Ese voto es el que en su momento se fue a Podemos y el de una generación joven, sin memoria de lo que fue ETA más allá de lo que han escuchado o leído. El fin del terrorismo fue un terremoto para el tablero político vasco y los efectos empiezan a verse ahora, explica este sociólogo, que no tiene dudas de que «Bildu se ha podemizado» y se ha vuelto atractivo para una izquierda joven «en la medida en que modere su perfil abertzale».
Partidos constitucionalistas
¿Dónde quedan PSE y PP? Son los únicos partidos que se han renovado sin tensiones. El socialista Eneko Andueza imprime un carácter vasquista y joven al partido, y todo apunta que tiene margen de mejora respecto a los resultados de su predecesora pero sin grandes cambios. En cualquier caso, si el recuento final se parece a las encuestas, facilitará la reedición del gobierno de coalición con el PNV.
El PP, que acaba de renovar a su cúpula y nombrado como candidato a Javier de Andrés, un perfil gestor que recuerda a Urkullu, sigue pensando que puede pescar votos entre los peneuvistas desencantados con el acercamiento de Ortuzar a Pedro Sánchez. Soltar el lastre de Ciudadanos (contrario al cupo vasco) en el País Vasco también le permitirá probablemente crecer y arrebatarle a Vox el poco espacio que aún tiene en el País Vasco, pero su relevancia en la política vasca sigue siendo limitada.