Ángela, la camarera del servicio de cafetería de los trenes de larga distancia de Renfe, es conocida por su sonrisa cálida y su disposición para escuchar historias mientras sirve café, bocadillos o el menú del tren a los pasajeros. Durante años, había visto pasar a tantos rostros que ha perdido la cuenta, igual que las historias que había escuchado. Sin embargo, había una historia en particular siempre la hacía sonreír… Siempre se acordaba de su primer viaje en tren, junto a su abuela Loli y su hermano Javi.
De vez en cuando recuerda aquella mañana, cercana a las vacaciones de Navidad, cuando notó la presencia de una mujer mayor y dos niños. Eran Rosi que entraba con sus dos nietos, Lucía y Guille, que estaban completamente emocionados. La abuela tenía una expresión de felicidad en su rostro mientras se acercaban los tres a la barra de la cafetería. Martina, una niña vivaz de doce años con una curiosidad inagotable, y Lucas, su hermano menor de ocho años, parecían estar llenos de energía.
Ángela, siempre dispuesta a entablar conversación, se acercó a los tres viajeros y les saludó con una amplia sonrisa. «¡Hola, chicos! ¿Cómo estáis?»
Rosi, con un brillo en los ojos, respondió: «estamos emocionados, Ángela. Estos dos están a punto de vivir su primera gran aventura en un tren de larga distancia». Lucía y Guille asintieron emocionados, y Lucía preguntó: «¿Puedo pedir un zumo, por favor?»
Ángela asintió y rápidamente sirvió dos zumos para los niños. Mientras disfrutaban de sus bebidas, comenzaron a contarle qué cosas pensaban hacer durante su viaje, las aventuras que les esperaban al llegar a su destino y hablaron sobre los planes que tenían para explorar nuevos lugares. Iba a ser una navidad increíble. Verían a sus primos y a sus tíos, y en unos días, se reunirían con sus padres: ¡toda la familia junta!
A medida que el viaje avanzaba, Ángela continuó atendiendo a sus tres mejores clientes Rosi, Lucía y Guille. Compartieron risas y conversaciones, y Ángela les dio algunos consejos sobre lugares para visitar y cosas que no podían perderse esos días.
Ya muy cerca de llegar a Atocha, la última parada, Rosi miró a Ángela con el mismo brillo y la misma sonrisa que veía siempre en el rostro de su propia abuela. La camarera recordará las palabras de esta mujer de pelo gris, tan parecida a su propia abuela, antes de salir del vagón cafetería para volver a sus asientos: «Gracias por hacer que este viaje sea aún más especial para nosotros, Ángela. Has sido una parte importante de esta experiencia». Lucía y Guille asintieron con entusiasmo, y Lucía añadió: «¡Eres la mejor camarera del mundo!»
Ángela, con una lágrima de alegría en sus ojos, respondió: «ha sido un placer conoceros. Espero que tengáis un viaje maravilloso y lleno de aventuras».
El tren se detuvo finalmente en la estación, y los tres Rosi, Lucía y Guille se prepararon para bajar. Antes de partir, Rosi volvió a la cafetería abrazó a Ángela con cariño y dijo: «Nunca olvidaremos este viaje, ni a ti, Ángela. Ahora ya eres parte de nuestros recuerdos». Ángela miró con cariño a sus tres mejores clientes mientras se alejaban del tren.
Años después, Ángela ha seguido compartiendo muchas historias con los pasajeros, pero la de Rosi, Lucía y Guille siempre ocupará un lugar especial en su corazón, porque ella siempre ha sabido que un sencillo gesto de amabilidad y conexión puede hacer que un viaje en tren se convierta en una experiencia inolvidable.