No era una tarde cualquiera en A Coruña. El tropiezo en Tarazona obligaba al Dépor a ganar. Sin embargo, la fiebre de una grada a punto de estallar se palpó desde el comienzo, cuando la megafonía invitó a los primeros silbidos de la noche. Era el preámbulo de lo que derivó en el regreso de los pañuelos blancos a Riazor. La hinchada animó de principio a fin, pero pasó cuentas al terminar en otro aciago encuentro que acabó con la paciencia de la afición. El final, con un irritante 1-1, derivó en la explosión de Riazor, hartos de esperar la reacción que jugadores y técnico anuncian desde hace dos meses. Pulgar hacia abajo en el coliseo. Los futbolistas, apilados sin respuesta en el círculo central, escucharon un unísono “el escudo se respeta”.
No se libró nadie, aunque Riazor dirigió el dedo mucho antes a otros actores que dejan mucho a deber. Primero Imanol Idiakez con un canto de viento suave que servía de advertencia. No fue el único sobre el que la grada personificó su enfado. Salva Sevilla fue el segundo señalado de la noche tras varias pérdidas en la medular. Una costó el 1-0 y Riazor, que le abucheó durante el partido, le guardó una calurosa despedida. Pablo Valcarce, otro de los apuntados, se llevó su particular rapapolvo cuando pisó el templo coruñés. Solo Yeremay levantó el ánimo de una grada harta.
El enfado de Riazor fue in crescendo a medida que los minutos pasaban y la desesperación aumentaba. Los jugadores, exhaustos, comprendieron el veredicto. El Deportivo suma 19 puntos en 14 partidos. Y, lo que es más grave, tan solo ha sumado 10 de 21 posibles en casa. Es el sexto peor local en el estadio que todos envidian, ante la afición que cualquiera desearía y en el estadio que los rivales deberían temer. Riazor, como el escudo, se respeta. Aunque esta temporada perder puntos en A Coruña se ha convertido en una constante.