Los infinitos besos apasionados en público de Yolanda Díaz a Pedro Sánchez, al estilo de Ingrid Bergman y Cary Grant, amenazaban con disolver la evidencia de que en la ficción son rivales electorales. El mismo año en que la proyecta a líder estatal en la moción de censura de Ramón Tamames, el presidente del Gobierno también diluye a su pareja política de un tercio a una cuarta parte de la vicepresidencia, emparedada entre mujeres para que no pueda presumir ni de la cuota femenina. El orden de las vicepresidentas altera el producto, y Sánchez amplía su círculo íntimo con la política que más le aplaude, porque María Jesús Montero ha incorporado la ovación colibrí de los comunistas soviéticos y chinos a la tradición flamenca.

En su manual de supervivencia, el segundo Gobierno de coalición de Sánchez reúne a más ministros que manifestantes se concentran a diario ante Ferraz. Una sola intervención en el Congreso aporreando a Feijóo le ha ganado a Óscar Puente la cartera de Transportes. El exalcalde de Valladolid comparte con Francina Armengol la doctrina de que es preferible perder en casa, si a cambio te toca el Gordo en Madrid.

Sibilinamente, el presidente y Yolanda Díaz infiltran la convicción de que Podemos era Errejón en lugar de Pablo Iglesias. La subvencionada Mónica García es la ministra encargada de perder las elecciones con Díaz Ayuso, y Pablo Bustinduy el ministro encargado de culpar a los demás de Gaza, por solo diez mil euros mensuales en el Parlamento Europeo.

El técnico Escrivá se agarra a un ministerio a cualquier precio, y el gris neutro Jordi Hereu parece una broma, será el encargado de recibir las bofetadas del independentismo. Buena parte de los incorporados no serán identificados en un año ni por el veinte por ciento de la población, el presidente está tan obsesionado con su propia imagen que no crea escuela ni hace castings. Aunque Sánchez ya se ha designado como sucesor a sí mismo, está claro que la palmera y ahora única Montero del Gobierno se erige en la nueva viceemperatriz Soraya del líder socialista. Sin olvidar al púgil Puente, si logra frenar su ambición desmedida.