Javier Milei ya no es una pesadilla. Argentina despierta a una realidad apoyada en la fuerza de los votos, en una cantidad no prevista. Ha ganado las elecciones de manera contundente. La llegada del ultraderechista a la presidencia argentina supone un punto de corte histórico. A cuatro décadas de la recuperación de las instituciones en Argentina y sus promesas de reparación, el país sudamericano se interna en un laboratorio político y social tan impredecible como temido.
El fracaso de la política
«Con la democracia se come, se cura y se educa«, había prometido Raúl Alfonsín al asumir la presidencia, el 10 de diciembre de 1983. Los propósitos redentores no se cumplieron. Los ciclos de hiperinflación, endeudamiento, fuga de dólares, crisis y estallido se sucedieron en espiral descendente. Los indicadores sociales y económicos hablan por sí mismo: más de 40% de pobres y una falta de horizontes crearon las condiciones para una transformación radical que arrasa con la clase política tradicional. El peronismo, en el poder hasta el 10 de diciembre, hizo su parte. Las peleas entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner llevaron al Gobierno por una deriva que provocó enorme desafección. Los gritos de Milei en las tertulias fueron escuchados como los de un hombre indignado que lanzaba alaridos por ellos. Fustigó a la «casta política» y fue escuchado como el vengador de los perdedores. Pasaron por alto su aversión a la justicia social y su defensa de la ley de la selva, la comunicación telepática con los perros y su condición de enviado celestial. Y eso fue posible por el fuerte desprestigio de los partidos existentes. La idea del «cambio», a pesar de todas las señales de representar un salto al vacío, fue más fuerte que anclarse a un presente indigesto, con situaciones de emergencia alimentaria en zonas de un país exportador de alimentos y materias primas por excelencia. Un «don nadie», a quien nadie tomaba en serio, construyó, con la ayuda inestimable de los medios de comunicación y las redes sociales, una fuerza electoral arrasadora. Milei canalizó la bronca y el hastío. «Que se vayan todos, que no quede uno solo«, cantaron sus seguidores en la noche triunfal. Esa consigna venía del estallido de 2001 y tuvo era contra las políticas neoliberales. El significado político se ha invertido. No todos los electores de Milei son igual ultraderechistas.
La economía, estúpido
Argentina tuvo en octubre una inflación del 8,3%. El acumulado interanual se ubica en el 142,7%, según estadísticas oficiales. Cada punto que subía el costo de la vida arrastraba a más familias a la pobreza. En un país cuyo Banco Central carece de reservas internacionales suficientes, los saltos del precio del dólar provocaron sistemáticos desbarajustes en la economía. Siempre impactaron más en los que menos tienen. La moneda norteamericana costaba hace un año en el mercado paralelo 318 pesos por unidad. Antes de las elecciones llegó a los 1100 pesos y ahora puede escalar sin límite. El Gobierno de Alberto Fernández refinanció la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que había contraído Macri en 2018 por 45.000 millones de dólares. Lo hizo a cambio de implementar un severo ajuste que supuso una enorme fuga de votos peronistas hacia la derecha desde las parlamentarias de 2021. Ya en ese momento estaba anunciada la derrota electoral de este domingo. Fue una profecía autocumplida, basada en el impacto en los bolsillos. En los últimos años, los argentinos perdieron casi el 40% del poder de compra de sus salarios. La promesa de Milei de que cada habitante se convertirá en emprendedor ha calado hondo en sectores sociales que carecen de contratos laborales, trabajan en negro o esporádicamente. Antes que los augurios de una ventura a corto plazo, están los números. Argentina deberá pagar 18.000 millones de dólares anuales los próximos años para cumplir sus compromisos con los acreedores. El pasivo público es de 419.291 millones de dólares, con una suba de 12.680 millones (3,14%) en temporada electoral. Sobre esas cenizas de la economía se yergue la figura del anarco capitalista como si fuera el último mesías en quien creer. En las chabolas de la ciudad de Buenos Aires se ha festejado la novedad de las urnas.
El factor Macri
Sergio Massa había apostado por el milagro electoral. No pudo alcanzarlo porque la economía se encuentra en un naufragio permanente y, además, porque la derecha tradicional, que había quedado relegada en el primer turno, fue a su vez determinante en esta contienda. Logró traspasar todos sus votos en favor del candidato que había calificado a Patricia Bullrich, su abanderada, de terrorista y asesina de niños. Pero el espanto compartido hacia el peronismo pudo más que los enconos y las querellas judiciales cruzadas. El expresidente Mauricio Macri fue el gestor secreto de esa alianza y se convierte en el segundo artífice de la hazaña este domingo. Algo más que el articulador de esos apoyos tras el primer turno, que había sido adverso para Milei. Macri pudo darle bríos al voto profundamente antiperonista. Trajo, además, el respaldo de un importante sector del empresariado. A ellos se suman los pobres para formar un nuevo bloque político que puede ser duradero o efímero. Milei sugirió que no hará concesiones en su programa radical. Se espera no obstante que Macri tenga un fuerte peso en el Gobierno de La Libertad Avanza, ubicando ministros en el gabinete del ultraderechista y diseñando una hoja de ruta en el Congreso. La derecha tradicional tendrá 94 diputados. Si se pliegan todos a los 38 legisladores de LLA, tendrán quorum propio. En el Senado estará obligado a otras negociaciones.
La victoria del negacionismo
A lo largo de 40 años, la Argentina parecía haber forjado un consenso sobre el horror de la última dictadura militar (1976-83). Esos acuerdos, simbolizados en la literatura, el cine y la música, acaba de ser puesto en entredicho. El 10 de diciembre, Victoria Villarruel se convertirá en la primera vicepresidenta electa conocida por su negacionismo de las violaciones a los derechos humanos, consideradas apenas excesos en la lucha contrainsurgente. La abogada no perdió oportunidad de recordarlo después de ejercer su derecho al voto. «Es desubicado pintar en un jardín de infantes carteles sobre los 30.000 desaparecidos y el Nunca Más. Es como ir a un cementerio y pintar al Oso Barney», dijo esta hija de un oficial del Ejército que participó de la represión durante los años setenta y se negó a jurar por la Carta Magna mientras gobernaba Alfonsín. Villarruel logró instalar nuevamente la teoría de «los dos demonios» que equiparó en 1984 las responsabilidades del Estado y los grupos insurgentes que habían sido desarticulados y derrotados políticamente antes del golpe que derrocó a Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976. «Con habilidad y una oratoria impoluta, la abogada de familia castrense corrió el eje de la discusión y se alzó como la voz de las otras víctimas, aquellas que murieron en atentados de organizaciones guerrilleras. De esta forma, abrió el juego al mezclar el concepto, poniendo en pie de igualdad a las víctimas de los atentados con las víctimas del terrorismo de estado durante la dictadura cívico militar (incluida la apropiación de hijos y nietos), crímenes que luego fueron considerados de lesa humanidad y, por ende, resultan imprescriptibles», señaló el diario Perfil. La jugada de Villarruel habría caído en el vacío de no ser por las razones profundas que permitieron correr el eje de las discusiones en este país: la pobreza y el desencanto. La vicepresidenta electa manejará las áreas de Defensa y Seguridad. Logró provocar entusiasmo en cientos de represores condenados que esperan ser amnistiados y tiene un proyecto político personal.
Contexto global
La llegada a la presidencia de la extrema derecha, señalan diversos analistas, no puede separarse de un contexto global. Así lo comprendieron de inmediato los presidente Gustavo Petro y Luiz Inacio Lula da Silva, de Colombia y Brasil. En Argentina se jugaba algo más que un recambio presidencial. También lo supo el espectro conservador más duro. Tucker Carlson, el apologista de Donald Trump, y, especialmente, Elon Musk, han comprendido en esa dirección la importancia del fenómeno Milei y no dudaron en darle su bendición. Lo mismo hizo el bloque de la derecha latinoamericana y de España, en dos direcciones. De un lado, los expresidentes, entre ellos Mariano Rajoy y José María Aznar. Pero es Vox, que tiene a La Libertad Avanza (LLA) como interlocutora en su Foro Madrid, lo que con más entusiasmo saludaron el triunfo de Milei, confiados en que la ola que él encarna tendrá su impacto más allá de la Argentina. «Hoy se abre un camino de futuro y esperanza para los argentinos y para toda Iberoamérica que celebramos en España con especial alegría. ¡Viva España, viva Argentina, vivan libres de socialismo y soberanas!”, se exaltó Santiago Abascal. En Chile, al otro lado de la cordillera de Los Andes, los amigos ideológicos de Milei han redactado una Constitución a su imagen y semejanza y se proponen ganar los comicios de 2025. El triunfo del anarco capitalista ha sido sentido como un empujón hacia el Palacio de la Moneda.