«Pierde la cabeza. Olvida el intelecto y escucha el corazón. Llegar a viejo sin haberse enamorado de verdad, es como no haber vivido. Tienes que intentarlo. No te cierres, nunca se sabe… Quizás caiga una estrella«. Estas son algunas de las palabras con las que William Parrish se dirigió a su hija Susan en ¿Conoces a Joe Black? No quería que se conformara con cualquier cosa.

También Jessica Chastain pronunció un mensaje sobre ‘esa búsqueda’ al recoger uno de sus tantos premios: «Toda mi vida quise ser actriz. Fue en lo único que pensé desde niña. Fueron muchos años de estudio, de audiciones, de no conseguir trabajo. Conozco la soledad que eso genera. Aquellos que están luchando y sienten que nadie les ve, deben seguir intentándolo, porque están a un trabajo de que esa situación cambie«.

Aunque suene a película de Hollywood, ambos discursos definen el caso de Iván Gómez (Murcia, 1985), porque si por algo ha perdido la cabeza –insistiendo, resistiendo y persistiendo-, ha sido por su trabajo. Como si hubiese escuchado a Jessica Chastain y a Anthony Hopkins, emprendió su camino, y siempre pensó que esa estrella caería. Ahora se mueve entre ellas. El murciano ha demostrado, con lo que ha logrado, que la pasión, sea del tipo que sea, también mueve montañas.

Iván Gómez en una de las estancias del Real Casino de Murcia. ENRIQUE SELMA


Apenas tenía seis años cuando su cuñada supo a qué se iba a dedicar. Estaban viendo Noche de fiesta cuando aquel niño que sentía fascinación por los colores, las texturas y el universo de la belleza de la mujer se percató de que la presentadora se había cambiado el vestido. Ya, por entonces, sabía indicar que era el mismo que había lucido en otras galas, quién era el diseñador y la importancia de que, después de la publicidad, saliera con otro peinado.

«La mujer siempre me ha inspirado muchísimo. Todas las de mi familia son referentes en mi vida, y todo su imaginario, su estética, la exaltación de su belleza siempre me ha llamado la atención», explica el maquillador de 38 años. No destacaba por ser buen estudiante, aunque era disperso y creativo, y eso sí que le hizo sobresalir. Siendo consciente de sus inquietudes, su madre le permitió que probara en la peluquería de la que era clienta para saber ‘si eso era lo suyo’. Pasó de lavar cabezas a una academia y, de ahí, a Londres, donde hizo cursos de maquillaje, hasta acabar con 20 años en Barcelona. Se había dado cuenta de que Murcia no le aportaría el desarrollo profesional que necesitaba.

No sabía la fórmula ni el tiempo que me iba a llevar, pero tenía la sensación de que lo iba a conseguir

En la ciudad condal comenzó su verdadera carrera. Trabajó de todo lo que le salía para costearse estudios que le permitieran seguir aprendiendo: «Vengo de una familia humilde, iba ahorrando todo lo que podía. La formación en peluquería y maquillaje es muy cara, y la calidad de la oferta pública en este terreno es regular». Lo que Iván desconocía es que, como en el caso de Jessica Chastain, ‘su trabajo’ era el siguiente intento de muchos, y estaba a la vuelta de la esquina.

El principio de una carrera que continúa

Su gran escaparate fue el departamento de maquillaje de Sephora, donde se encargaba de vender y asesorar. Como le ocurrió en la peluquería, su función ‘se le quedaba corta’, le aburría, no le permitía explorar. De ahí que propusiera crear una experiencia completa para las clientas, cuando aún no existía Instagram: añadir al maquillaje la peluquería y luego hacerles fotos con el look completo, para que se llevaran el recuerdo.

Su inquietud, entonces, llamó la atención de la directora de Recursos Humanos de Chanel España y Portugal, que en una de sus visitas al punto de venta de preguntó por él. Tampoco fue llegar y besar el santo. La casa francesa puso a prueba su talento. Tuvo que pedir dinero para participar en un proceso de selección que le hizo viajar a Madrid varias veces, hacer pruebas técnicas, otras de inglés, pasar una entrevista… y la agonía de la espera. Estuvo pendiente del teléfono doce meses, pero sonó: con 22 años ya era maquillador oficial y tenía contrato con la marca.

El maquillador Iván Gómez en una de las salas del Real Casino de Murcia. ENRIQUE SELMA


«El esfuerzo mereció la pena. Fue un punto de inflexión. Pasé de cobrar una miseria y casi no llegar a fin de mes a cobrar muy bien. Empecé a viajar, pasé por todos los puntos de venta hasta que me cansé y me quedé fijo en Barcelona», comenta. Pero el murciano, de manera repentina, tomó una decisión valiente: dejar el trabajo a los 25 años y empezar de cero. Este tampoco era su camino.

Su inquietud era participar de forma más creativa, y no era fácil acceder a otros departamentos en una compañía con tanta rigidez. Había logrado lo que perseguía en parte, ese vínculo con una gran marca, y su próxima meta era llegar a las portadas de revista o a las campañas publicitarias. El sendero se ponía cuesta arriba.

«Deconstruí mi carrera para entender el maquillaje desde ese otro prisma. Mi frustración era altísima. Es muy complicado sentir que vales para algo y no tener las herramientas ni el conocimiento para saber cuál es el camino a seguir. Un abogado termina sus estudios y se va a un despacho. ¿Qué tenía que hacer yo? Era el pesado que ‘acosaba’ a las grandes figuras, y empecé de nuevo siendo asistente«, relata.

Es muy fácil dar normalidad a una situación y tengo que ser consciente de lo privilegiado que soy

‘Acosaba’, pero sabía dar espacio a la gente, entender sus necesidades y el lenguaje no verbal, algo que aprendió al trabajar de cara al público. Un tour por las agencias de maquilladores que duró años y el boca a boca hicieron el resto. «Siempre he tenido la sensación de que iba a conseguir mi propósito. No sabía la fórmula ni el tiempo ni la energía ni el dinero que me iba a costar, pero sí tenía la certeza de que lo iba a lograr», aclara desde la humildad, como quien habla de un sueño.

El regreso de Chanel y la llegada de Penélope Cruz

Al tiempo, y tras trabajar con varias actricesChanel lo llamó de nuevo al volver a escuchar su nombre. Ahora sí: era maquillador oficial de la marca en del departamento de Prensa de España y Portugal. «A veces soñaba que maquillaba a Penélope Cruz y me despertaba con tristeza al darme cuenta de que no era real. Y de repente te ves viviéndolo. Ahora solo quiero saborearlo, porque es muy fácil dar normalidad a una situación y tengo que ser consciente de lo privilegiado que soy. Lo verbalizo y aún me emociona. Era mi objetivo», detalla.

La estrella cayóIván Gómez ha llegado al ‘paseo de la fama’. Ya maquilla a Penélope Cruz y a otras muchas de ese firmamento. Quién le iba a decir a ese niño de 6 años que veía Noche de Fiesta desde Murcia que hoy viviría entre Madrid y París, rodeado de esas grandes musas que siempre le inspiraron.

Un pilar psicológico para las actrices cuando más expuestas están al juicio

Iván Gómez ya estaba instalado en Barcelona, donde se celebró un evento de joyas en el que maquilló a Paula Echevarría cuando esta protagonizaba Velvet. Le dijo «nos volveremos a ver». Pensó que se lo decía a todos, pero cuatro días después recibió un email. Quería que la maquillara y peinara de nuevo.

«Fue muy importante que trasladara lo contenta que había quedado. Si los maquilladores tenemos el peso que adquirimos es gracias a ellas. Lo tengo siempre presente». Además, también hizo su magia en el Festival de Sitges con Úrsula Corberó y Manuela Velasco. Descubrió que ese era el mundo para el que se había preparado, en el que encontró su identidad. El teléfono ya nunca dejó de sonar.

Ahora sabe que la conexión entre un maquillador y una actriz «es muy íntima». Las acompañan a las alfombras rojas, promociones, estrenos… «En momentos en los que se sienten muy vulnerables, con tanta presión, tener a alguien que te ayuda a componerte y a salir de cara al juicio público, que te dé calor, crea un vínculo muy fuerte. Ponerte ante mil fotógrafos es muy difícil», revela.

Además, tiene que batallar con lo que quiere hacer y lo que debe hacer, porque trabaja para ellas, «no desde el ego». Debe ser algo que vaya con su estado de ánimo, con su look, con su fisionomía. Incluso si van a cara lavada, porque «no maquillar también es trabajo de maquillador: ayudar a que no se te vea cansada, hacer que se sientan mejor con su imagen. Es mucho más que una evidencia de labio rojo«.

Pero si se le pregunta por una celebridad que le inspirara desde pequeño, lo tiene claro: «Penélope, siempre Penélope. Ha sido mi referente, representa el ideal de belleza que a mí me gusta, tiene magnetismo«.

Ahora, mira a su alrededor y se dice: ‘Dónde estoy, con quién, qué estoy experimentando’. No solo por haber conseguido su trabajo, también por «aprender tanto, conocer tantos lugares y culturas, tener acceso a personas tan interesantes…». Entre ellas, Penélope, siempre Penélope.

¿Y ahora? «Solo quiero seguir aprendiendo, siento que estoy empezando de nuevo«.