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El boom exportador da la vuelta al modelo productivo español

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Tradicionalmente, España siempre ha importado más de lo que ha exportado. Es decir, que compraba más productos y servicios fuera del país de los que vendían las empresas nacionales fuera, lo que, unido a otra serie de factores, daba lugar a un gran déficit por cuenta corriente que generaba enormes vulnerabilidades financieras. Sin embargo, durante la última década el país ha pasado de una balanza por cuenta corriente tradicionalmente deficitaria a tener superávit de forma sostenida, lo que según el Real Instituto Elcano sugiere que se está produciendo un importante cambio estructural en la economía española. De confirmarse, podría implicar una nueva naturaleza del tejido productivo, que haría a la economía española más resiliente ante posibles cambios en la economía mundial.

«Tener superávit en la cuenta corriente implica que el sector exterior está siendo una fuente de crecimiento económico», explica Federico Steinberg, investigador principal de Elcano que firma el artículo junto a Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada y miembro del Consejo Científico de Elcano. «Si vendes cosas en Alemania estás creando PIB en España que acaba en Alemania, si compras cosas en Alemania estás invirtiendo en PIB alemán. Cuando tienes superávit exterior estás contribuyendo al crecimiento del PIB, y al revés», ahonda. No es un giro baladí. «La mejora en la posición financiera neta internacional de la economía española de los últimos diez años y que es resultado del superávit de la cuenta corriente es positivo porque reduce la vulnerabilidad ante activos exteriores», remarca Steinberg.

España parecía condenada a tener un sector exterior en permanentes números rojos. Si se atiende a los registros históricos, se aprecia que entre 1961 y 2011 sólo obtuvo superávit en la balanza por cuenta corriente en seis años, y estos fueron rápidamente revertidos. «Sin embargo, algo ha pasado desde la crisis del euro en 2010-2012, de la que España, al igual que otros países de la periferia de la zona euro, salió con una combinación de austeridad y mejora en las exportaciones», aseguran los economistas autores del artículo.

Lo habitual hasta ahora era que el sector exterior impulsase la economía española cuando esta empezaba a salir de una crisis, pero lo novedoso en esta última década es que cuando el PIB volvió a crecer no se recuperó el déficit de la balanza por cuenta corriente, aunque según la experiencia de los investigadores “habría sido lo esperado”. Incluso en 2021 y 2022, pese a la gran subida del precio de la energía -que suele explicar el déficit de la cuenta corriente-, el superávit se mantuvo, y se mantiene a día de hoy.

Las razones tienen que ver con que importamos menos y exportamos más, pero también con el crecimiento en el número de empresas exportadoras y la mejora en su competitividad. Y las consecuencias son destacables porque las empresas exportadoras tienden a pagar mejores sueldos, a formar más a sus trabajadores y a ser más competitivas. «Las empresas internacionalizadas y exportadoras resisten mejor las fases recesivas del ciclo económico, tanto en términos de producción como de empleo. Al tener mayores niveles de productividad y poder diversificar mejor sus riesgos, compensando la caída de ventas en un mercado con mayores ventas en otros, tienen una ‘tasa de mortalidad’ más baja que las empresas que sólo operan en el mercado interior», destacan los autores.

En concreto, los economistas aprecian que España ha reducido su déficit en la balanza de bienes y aumentado el superávit en la de servicios; que exportamos con más empresas, a más lugares -con ciclos económicos menos sincronizados con la española-, que somos más competitivos en precio y exportamos más tecnología. Asimismo, destacan que, del lado de la balanza de servicios, ha aumentado el turismo y al mismo tiempo que crecen los servicios de alto valor añadido, al aumentar el empleo en sectores como la programación, la arquitectura y la ingeniería.

«Todo ello ha permitido posicionar a España entre los países que mejor comportamiento del sector exterior han experimentado durante la década transcurrida desde 2011, lo que le ha permitido mejorar su posición financiera neta internacional que, aunque sigue siendo negativa (y fuente de vulnerabilidad externa), ha mejorado sensiblemente», apuntan Hidalgo y Steinberg. «La pregunta es si estamos ante una década anómala o, por el contrario, España ha experimentado un cambio permanente». Y la duda no es baladí, porque si realmente se ha producido un cambio de estructura que se termina consolidando, permitiría terminar con el déficit por cuenta corriente que España ha arrastrado durante décadas.

Exportar para sobrevivir a la caída del turismo

¿A qué se debe el cambio? Las primeras aproximaciones de estos y otros investigadores apuntan a que las empresas necesitaron exportar para compensar la caída del turismo posterior a la crisis, lo que ha aumentado la competitividad y la capacidad exportadora de las mismas. La mayor renta de los socios comerciales ha aumentado la demanda, y como los productos españoles son baratos en relación a los que exportan otros países, las exportaciones españolas se han disparado.

Entre 2010 y 2020, aumentó un 42% el número de empresas que exportan regularmente, algo que podría estar motivado por la gran recesión, por ese posible esfuerzo de cada vez más empresas para exportar para compensar la caída de las ventas domésticas. Al mismo tiempo, las importaciones cayeron por la bajada de la demanda interna, y todo apunta a que se han sustituido productos que tradicionalmente importábamos por otros españoles.

Consolidar el cambio para crecer más

La recomendación de los investigadores es tratar de consolidar este cambio por los ya citados beneficios de potenciar las exportaciones: las empresas exportadoras son más grandes, producen más bienes y servicios que las que operan solo en el mercado nacional, dedican más a I+D, son más innovadoras, más eficientes -están más acostumbradas a mercados altamente competitivos-, registran mayores niveles de productividad, tienen más capacidad financiera -pueden hacer más inversiones-, y generan externalidades positivas. 

Por todo ello, resisten mejor a las crisis y tienen tasas de mortalidad más bajas que las empresas que solo operan en el mercado interior. “Nos estamos volviendo más alemanes o más japoneses”, resume Federico Steinberg. ¿Hay algún riesgo? Sí, una mayor dependencia de mercados externos puede implicar mayor vulnerabilidad, pero la parte positiva es que más de dos tercios de las exportaciones españolas van a UE. 

Por tanto, los autores consideran recomendable continuar la senda reformista, y recuerdan que aumentar la complejidad de las exportaciones es todavía una asignatura pendiente, puesto que registran niveles bajos en comparación con los socios europeos. «La rápida implementación de las inversiones y reformas del Plan de Recuperación financiado por la UE, que ponen sobre la mesa importantes incentivos para los agentes públicos y privados, siguen siendo la principal herramienta para lograr este objetivo», concluyen.