Se pregunte en la esquina futbolística en la que se pregunte en los últimos tiempos, la respuesta viene a ser la misma. Después de unas cuantas semanas, todos dan palmas con las orejas por ver a Pedro Rocha ocupando la silla en la que se había atornillado Luis Rubiales hasta su dimisión ‘after hours’ la noche del 10 de septiembre, pero nadie se termina de fiar del dirigente extremeño. Todos se alegran de verle (aunque, sobre todo, se congratulan de no ver nunca más Rubiales), pero también le estrechan la mano con el ceño fruncido y la guardia alta.
No, nadie se fía. Mejor escrito, nadie termina de descifrar las verdaderas intenciones de Rocha en el eficaz e indisimulado esfuerzo que está realizando para reconstruir los puentes que Rubiales, durante el último lustro, había bombardeado sin miramientos con el resto de despachos importantes del fútbol español. Todos los que eran enemigos públicos del inhabilitado expresidente de la RFEF aprecian el cambio de rumbo, el viraje hacia la normalidad institucional, pero se duda de la verdadera motivación: ¿hay una voluntad sincera de retomar la paz en el deporte español o solo está tratando de ganar simpatías para presentarse a las elecciones de la RFEF y presidirla de pleno derecho?
Porque, sí, Rocha quiere ser el próximo presidente de la RFEF. No lo ha dicho en público y se cuida mucho de a quién decírselo en privado, pero su voluntad es firme. Eso, no obstante, no quiere decir que se acabe presentando a las elecciones que se celebrarán entre febrero y marzo, pues no se arriesgará a quemarse en esa hoguera si no se ve con los apoyos suficientes para garantizar su elección. Y, hoy por hoy, no los tiene.
Los barones territoriales de la RFEF
En las reuniones que ha tenido con el resto de presidentes territoriales no ha encontrado el cierre de filas que pretendía, ni siquiera prometiendo pelea para conseguir que sigan siendo miembros natos de la asamblea de la RFEF, es decir, sin tener que ser elegidos para ello. Algo que, por otro lado, el Gobierno no le va a permitir, como quedará patente cuando el CSD publique el texto definitivo de la Orden Ministerial que regula estos procesos, cuyo borrador se encuentra ahora en burocrático y reglamentario proceso de revisión de propuestas de los agentes implicados.
Aunque, todo sea dicho, de esas reuniones escapan, siempre ‘off the record’, numerosas versiones de lo ocurrido, antagónicas unas y otras, porque de quienes menos se fían Rocha y el resto de presidentes territoriales es de ellos mismos y cada uno juega su pelea, con más de un barón interesado (como el madrileño Paco Díez y, sobre todo, el valenciano Salvador Gomar) en liderar esa gran candidatura de amplio consenso por la que suspira el propio Rocha y que está empeñado en armar. Con él de candidato a la presidencia, por supuesto.
Y es que en ese seno es donde se juega casi todo el partido electoral, como demuestran los precedentes en la propia RFEF y en la mayoría de grandes federaciones deportivas nacionales. Tan cierto es eso como que, fuera de los engranajes estrictamente federativos, hay otros muchos votos en juego. Y ahí es donde cobra relevancia la gira otoñal del presidente de la comisión gestora, Pedro Rocha ‘on tour’.
La relación de Rocha con el Gobierno
Con el Gobierno aspira a mantener una relación cordial y colaborativa que le pueda reportar opciones como plan b. Porque la idea inicial del CSD es que sea una mujer quien presida la RFEF, como contó este periódico, con Irene Lozano, Ana Muñoz y Elvira Andrés en las quinielas. Claro que a nadie se le escapa que pronto habrá un nuevo Consejo de Ministros y que Miquel Iceta aspira a promocionar a un ministerio de mayor peso que el de Cultura y Deportes que ahora ocupa. Y quien herede ese sillón (probablemente también una mujer), tendrá mucho que decir, también sobre la presidencia del CSD, pues Víctor Francos es un hombre de la máxima confianza de Iceta.
Mientras tanto, Rocha va atendiendo las demandas gubernamentales, hasta el punto de que más de un club y más de un dirigente federativo entiende que la RFEF está intervenida de facto por el CSD. Francos puso firme a Rocha y los suyos en los Pactos de Oliva con las campeonas del mundo y eso derivó en los despidos del secretario general Andreu Camps y los responsables de comunicación e integridad, Pablo García-Cuervo y Miguel García Caba. Los tres fueron sustituidos por dirigentes del primer ‘rubialismo’, profesionales de apreciable currículum a los que Rubiales había retirado su confianza por no comulgar con ruedas de molino y aceptar todos sus trágalas, ahora rehabilitados para esta etapa de transición.
El nuevo entendimiento RFEF-LaLiga
Ellos también están liderando el restablecimiento de relaciones con el resto de agentes del fútbol español. Tanto en LaLiga como en la Liga F valoran que la interlocución es ahora más fluida en los asuntos que deben tratar ambas instituciones. En la liga femenina, se ve con más esperanza la concreción del convenio de coordinación con la RFEF y en la masculina también se ven brotes verdes: hace unos días la Federación atendió a la petición de aplazamiento del Mallorca-Cádiz por colisión con fechas FIFA cuando hace dos años se negó rotundamente a adoptar la misma decisión en un escenario similar.
Rocha, de hecho, ha acudido a las asambleas de los dos organismos, algo que Rubiales no hacía. Y lo hizo en días en los que era sencillo escaquearse, pues la de LaLiga se solapaba con la firma de los Pactos de Oliva y la de la femenina era el mismo día que el Suiza-España femenino. Pero Rocha acudió y en ambas asambleas mostró su predisposición a encontrar consensos y trabajar en favor de la unidad del fútbol español. Faltó en la gala de presentación de la Liga F, pero lo hizo por un problema personal de última hora y pidió disculpas por ello. La presidenta del organismo, Beatriz Álvarez, le excusó en público y realzó su compromiso.
Llamativa fue también, esta misma semana, la presencia de Rocha en la gala de premios del sindicato AFE, con cuyo presidente, David Aganzo, tenía Rubiales una guerra personal desde que cambió la presidencia del sindicato por la de la federación. Y con episodios de presunto espionaje y ataques personales muy feos. Rocha posó sonriente con el propio Aganzo, con Francos y con Tebas.
A todo este tour institucional se suma el que está haciendo por diferentes ciudades que aspiran a ser sede del Mundial 2030, una carrera que en las próximas semanas llegará a su recta final y en la que la RFEF de Rocha no quiere descartar a nadie todavía. Hacerlo sería, inevitablemente, sumar enemigos. Y Rocha está justo en el punto contrario, tratando de sacarse de encima del sambenito de ser el sucesor que eligió para sí mismo el propio Rubiales. Algo que no es fácil de soslayar.