París


04/11/2023 a las 20:47

CET


El serbio tuvo que remontar un primer set en contra ante un rival que le puso las cosas difíciles

El número uno se jugará su séptima corona parisina ante el búlgaro Grigor Dimitrov

El serbio Novak Djokovic, número 1 del mundo, remontó este sábado un duro partido contra el ruso Andrey Rublev, quinto del ránking, 5-7, 7-6(3), 7-5, para clasificarse por novena vez para la final del Masters 1.000 de París, en el que busca su séptima corona.

Su rival será el búlgaro Grigor Dimitrov, que derrotó al griego Stefanos Tsitsipas, sexto del mundo, para alcanzar a sus 32 años su primera final de un Masters 1.000 por vez primera desde 2017.

No le puso las cosas fáciles el ruso, que durante buena parte del encuentro dominó a su rival. Pero, pese a todo, el serbio volvió a demostrar que está un escalón por encima del resto, que tiene suficientes argumentos para ganar incluso cuando no está a tope.

Por tercer partido consecutivo cedió un set, pero se repuso de los inconvenientes para alargar a 17 su racha de triunfos consecutivos, dejando su derrota en la final de Wimbledon contra el español Carlos Alcaraz como una anomalía del calendario.

Ese partido, que le privó de embolsarse los cuatro grandes, es la única derrota que figura en su hoja de servicios en los últimos 31 duelos, lo que da razón a su estrategia de limitar sus apariciones para, a sus 36 años, comparecer solo para ganar.

Un día después de haber vengado ante el danés Holger Rune la derrota en la final del año pasado bajo el techo de París, Djokovic volvió a demostrar por qué es el número 1. Buscará su cuadragésimo Masters 1.000 en su final número 57 y su título número 91 en 131 finales.

Cifras estratosféricas que revelan la calidad del serbio, intratable cuando se trata de agrandar su calendario.

El cansancio no pareció pesar a Rublev, que había acabado a la media noche su duelo de cuartos contra el australiano Alex de Minaur, y aunque comenzó cediendo su saque, lo recuperó enseguida, para elevar el nivel durante todo el primer set, en el que llevó el peso del choque.

Djokovic se defendía de las andanadas del moscovita, que acechaba el servicio del serbio, obligado a tirar de oficio, a sacar alguna de sus últimas herramientas para sobrevivir.

Esta vez fue el servicio, el arma con el que se mantuvo a flote ante un Rublev de altos vuelos. Con tres puntos directos de saque y otros dos buenos servicios evitó que el ruso se colocara 5-3.

El servicio que le permitió alejar el peligro no lo salvó en el duodécimo, en el que Rublev le arrebató el primer set, el tercero que perdía el serbio en lo que va de torneo.

Acelerado, el ruso dispuso de una bola para colocarse 2-0, pero Djokovic elevó el nivel y comenzó a dominar los intercambios, a mostrarse más agresivo para pagar con la misma moneda los zarpazos de su rival.

Ahora le tocaba atrincherarse al moscovita, que agradeció a la fortuna que decantara a su favor una bola que tocó en la red y que habría significado la pérdida de su servicio por vez primera en el encuentro.

Lo mantuvo pese a que el serbio se lanzó en tromba a su yugular, sabedor del peligro que suponía que el parcial se decantara en un juego de desempate estando él sobre el alambre y sin red.

No pudo evitarlo, pero los jugadores de su estirpe llevan la red incorporada, esa capacidad de sublimar su calidad cuando llegan los momentos decisivos y, gracias a ella, fulminó a Rublev para forzar un tercer set.

Larga pausa en el baño y masaje sobre la pista, 13 minutos de parón, enfriaron un poco el toque, pero enseguida volvió a tomar voltaje, con el serbio regenerado a medida que Rublev veía que sus golpes hacían menos daño.

La amenaza sobre el saque del moscovita por parte del mejor restador del circuito era constante, y el serbio volvió a jugar con el público del ruidoso pabellón en busca de la motivación extra que necesitaba.

Cayó la amenaza en el duodécimo juego, cuando el serbio rompió el saque de su rival y se apuntó el duelo, el quinto que le gana al ruso, quien solo le derrotó el año pasado en Belgrado.

Djokovic dedicó gestos a la grada que no le van a hacerse ganar su favor de cara a una final en la que será muy favorito, ante el 17 del mundo, que solo le ha ganado una vez en doce duelos, y fue en 2013 sobre la tierra batida de Madrid.

El búlgaro tendrá que demostrar que su renacimiento le ha hecho superar el nivel que tuvo en sus mejores años para derrotar a un intratable Djokovic.