ENFERMEDADES | Contágiate como Dios manda

El otro día, en el metro, un hombre estornudó con tal ímpetu que casi descarrila el vagón. La gente se apartó con un movimiento sincronizado, como si todos compartieran una misma conciencia higiénica. Pero nadie lo juzgó. Algunos incluso le ofrecieron un pañuelo con ese gesto compasivo —quizá paternal— que reservamos para los accidentes inocentes. El pobre no tuvo más remedio que respirar. ¿Quién podría culparlo? A la intemperie, cualquiera es víctima del aire que pasa.

Fuente