No es habitual que un gobernante en activo dedique tiempo a pensar en cuál será su legado y cómo se le mencionará en las crónicas históricas. Solo cuando han finalizado su mandato o están a punto de hacerlo, meditan quizá sobre ello. La inmediatez del presente y su importancia se relativiza y comienza la preocupación por el modo como le recordarán generaciones futuras, si es que lo hacen.
Un balance corto y nefasto
Carlos Mazón Guixot llegó a la Presidencia de la Generalitat Valenciana el 17 de julio de 2023 prometiendo poner orden, pero lo primero que hizo fue cerrar un precipitado pacto de investidura con Vox, que conllevó una guerra cultural importada de Madrid y un súbito negacionismo del cambio climático que supuso la supresión de la Unidad Valenciana de Emergencias, agencia que había sido creada por el anterior gobierno de Ximo Puig para coordinar la respuesta autonómica ante catástrofes naturales.
Se presentó como un gestor eficiente que venía a estrenar una Nueva Era, pero esta imagen se desmoronó como un castillo de arena en la playa ante el primer envite de una ola importante. La dana del 29 de octubre de 2024 arrebató la vida de 229 personas en la provincia de Valencia, destrozando familias, barrios y pueblos. Fue en aquel terrible momento cuando se midió la verdadera talla de Mazón y del Consell que presidía. Quedó entonces en evidencia que el Gobierno de gestión era en realidad un Gobierno de incompetencia.
La tragedia de la dana no admite frivolidades. Solo cabe el respeto, el cariño y el deseo de reparación y de justicia para las víctimas. Pero la gestión política realizada antes, durante y después de aquella catástrofe sí que reclama una crítica dura. La alerta masiva a los móviles llegó cuando muchos ciudadanos ya estaban atrapados o muertos. Mientras tanto, Mazón disfrutaba de una comida con larguísima sobremesa con una periodista en el restaurante valenciano El Ventorro.
El baile de horarios y la resistencia y la opacidad en la explicación de lo que estuvo haciendo Mazón durante aquellas cinco horas de la tarde fatídica, ha avivado durante el último año el dolor y la indignación de las organizaciones de las víctimas, ante cuyas protestas y demandas el president sugirió que también él era, en cierto modo, una víctima de la dana y de sus consecuencias. Una declaración que sonó a chiste cruel contado en el tanatorio. Una actitud que pasará a los manuales de la ciencia política.
Está aún por ver cuál será el resultado judicial de este asunto, pero sí que puede hacerse ya un avance valorativo de las conclusiones políticas, ciertamente nefastas.
Cultura y lengua
La cultura y la lengua valenciana, tradicionalmente sensibles en esta Comunitat, han servido al Consell de Mazón para revivir, a instancias de Vox, un debate ya superado y olvidado, pretendiendo presentarlas como un estorbo más que una riqueza, encabezando una apasionada cruzada por desmantelar el uso del valenciano en la administración pública y arremetiendo contra el uso normalizado de esta lengua cooficial.
Con la espuria excusa de que la coexistencia lingüística es una molestia y bajo la falsa bandera de libertad de elección, ha puesto en marcha una contrarreforma educativa y administrativa que es una obra chapucera, pero muy perjudicial, de ingeniería social. El objetivo: arrinconar al valenciano como lengua casi exclusiva de fiestas populares.
Por encima de los problemas de la sanidad colapsada o la infrafinanciación crónica, ha señalado Mazón como principal problema de la Comunitat el cartel donde se leía eixida y no salida. Ese cartel que, precisamente, ha terminado por seguir en el Palau él mismo.
Administración y vivienda
El cacareado adelgazamiento burocrático y bajada de impuestos que Mazón exhibió como panacea de una política eficiente, han dejado a la administración autonómica casi tan en forma como un esqueleto. La ya mencionada dana ha puesto dramáticamente en evidencia la necesidad de una administración pública robusta y eficaz, enfocada en la protección y la ayuda. Por cierto, el Consell de Mazón no ha usado el 74% de los fondos para reconstruir los destrozos.
Ante el grave problema de la vivienda, la solución que propuso Mazón es otra joya de ilusionismo político: la promesa de diez mil nuevas viviendas…, pero construidas por el sector privado. De manera que el Consell no construirá, sino que facilitará que otros construyan esas viviendas, confiando en que el mercado encuentre en su natural espíritu codicioso un atisbo de altruismo hacia el ciudadano necesitado de una vivienda asequible. Mucho pedir a un mercado en el que el incentivo de beneficio no deja hueco al incentivo social. Es la recurrente fórmula de privatizar el beneficio y socializar el riesgo.
Despedida
Con su paso por el Palau de la Generalitat, Mazón no ha dejado rastro de la Nueva Era que prometió, sino un tufillo a frustración y engaño que tardará bastante tiempo en desaparecer.
Su despedida, tan breve y desdichada como su mandato, contó con la guinda de la publicación de un video en redes sociales usando como banda sonora una canción de Rosalía, La Perla, cuya letra describe a una persona que es un «monumento a la deshonestidad». Borró el video rápidamente, pero la metedura de pata ya estaba hecha. En un intento por parecer guay (cool, se dice ahora) se puso en ridículo autoincriminándose.
Antonomasia
Dentro de un tiempo, cuando alguien se refiera a Mazón pero no se acuerde de su nombre, seguramente preguntará: «¿Cómo se llamaba aquel presidente de la Generalitat que era un…?». ¿Negligente?, ¿Mentiroso? No es probable, puesto que tales adjetivos podrían tal vez adjudicarse a otros gobernantes anteriores y posteriores a él. Algunas víctimas de la dana le han acusado a voz en grito de asesino, pero no parece que este sea un apodo justo. ¿El de la dana? Este término meteorológico ha sido usado antes en otras ocasiones (septiembre 2019) en circunstancias parecidas, aunque no tan graves, y es probable que se repita en el futuro. ¿El del Ventorro? Este sí. «¿Cómo se llamaba el president del Ventorro?», se preguntará, ya que el nombre de este restaurante quedará inmutablemente unido en la memoria colectiva a Mazón.
Mazón, el del Ventorro, o El Ventorro, a secas. Así pasará a los anales de historia.
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