Hay un problema con la visión que tienen los adolescentes sobre la violencia de género. Llevamos ya algunos años advirtiéndolo y nos equivocaremos si dejamos de dar esa batalla. Es crucial. Los jóvenes españoles están cada vez más alineados en dos grupos y así lo refleja el Barómetro Juventud y Género 2025, elaborado por el Centro Reina Sofía de FAD Juventud, del que hemos conocido un avance. Entre los jóvenes de 15 a 29 años, crece la idea de que la violencia de género es un problema social muy grave: el dato pasa del 63,3% al 67,7%, el nivel más alto hasta el momento. Crece también el porcentaje que cree que «siempre ha existido y es inevitable» (del 30,3% al 36,5%) y el de jóvenes negacionistas, que afirman que la violencia de género «no existe, es un invento ideológico» (del 18 al 20,3%).
En esta sociedad polarizada y de trincheras, los jóvenes también se adhieren a la idea de los dos bandos respecto a una lacra que a estas alturas, con los datos en la mano, no debería generar discusión. Ellos cada vez se mueven más en zonas grises, abrazándose a un negacionismo de baja intensidad que defiende que las mujeres sobreactúan y exageran, que no es para tanto, que el feminismo está vinculado a posiciones radicales de izquierdas, que las mujeres también ejercen violencia («la violencia no tiene género» es una proclama que muchos chicos asumen como propia ignorando la contundencia de las estadísticas) o que las políticas de igualdad son un invento que beneficia y privilegia a las chicas.
Ellas, por el contrario y en la mayoría de los casos, tienen cada vez más conciencia de que la violencia de género avanza y sigue incrustada en una sociedad donde las nuevas tecnologías se han convertido en un arma poderosa para los maltratadores. El último Barómetro de Fad Juventud -que cuenta con Santander y Telefónica patrocinadores y está financiado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad- realizó 1.528 jóvenes y como novedad en esta edición consulta también a población adulta, llegando a las 3.327 personas encuestadas. Afloran datos como que el 44% de las jóvenes que han sufrido violencia en pareja tiene problemas de salud mental frente al 19,6% de los chicos. Una de cada cinco (20,3%) afirma haber sido forzada a mantener relaciones sexuales cuando no quería. El 27,3% de las chicas declara que su pareja le revisa el móvil (17% de los chicos) y el 32,1% asume que su novio se enfade si no contesta inmediatamente mensajes o llamadas (el 17,5% en el caso de ellos).
Una realidad ignorada
Mi primera experiencia desconcertante fue en un instituto de Sevilla, donde fui invitada para dar una charla un 25-N, hace unos cinco años. Allí me topé con una realidad que no esperaba. Un grupo de alumnos levantó la mano para dejar claro que aquella jornada les parecía una pantomima inventada por las feministas, a las que dibujaban como demonios con cuernos, y añadían que los hombres eran las verdaderas víctimas hoy en día. La tutora del grupo no se extrañó. Para mí sí fue una sorpresa. Desde aquel día, no he dejado de observar y ver lo ciega que estaba ante una realidad adolescente que entonces me pillaba lejos y que hoy me toca de lleno.
Nuestros adolescentes varones declaran sentirse perseguidos. Lo hacen porque antes han oído a activistas en redes como TikTok, Twitch o YouTube, que insisten en construir la imagen de los chicos como víctimas. Son sus referentes y podría nombrar una larga lista de los que vigilo de cerca pero me niego a darles publicidad. Lo que tengo claro es que la educación de nuestros hijos no puede quedar en manos de semejantes indocumentados con discursos dañinos, trumpistas y populistas, carentes de rigor y base.
La manosfera existe como una red de webs, foros y blogs que alimentan el odio contra las mujeres. Más allá de esos lugares específicos, la banalización de la violencia de género está cada vez más presente en nuestras vidas y cala como lluvia fina sin que estemos dedicando recursos suficientes a combatir esas falsas creencias. El espejo curvo es el nombre con el que se identifica esa imagen distorsionada que algunos jóvenes, cada vez más, tienen de si mismos como víctimas y que los convierte en antifeministas. El argumento del amigo, conocido, hermano que ha pasado una noche en el calabozo injustamente o del padre apartado de sus hijos por una denuncia falsa alimentan este discurso que los activistas metidos a influencers propagan con solvencia. Esos casos, que existen por supuesto, no pueden poner en duda las 1.333 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde que empezaron las estadísticas sobre violencia de género en 2003 no admiten discusión.
Estoy segura de que muchas mujeres se sentirán molestas porque dedique una tribuna el 25N, día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, a estos chicos negacionistas que no merecen este protagonismo. Podemos seguir con nuestras orejeras centradas en los discursos de siempre, claro. Humildemente, creo que nos equivocamos si seguimos menospreciando este fenómeno. Precisamente las 38 víctimas mortales por violencia de género de 2025 (11 en Andalucía) merecen que miremos también a nuestros jóvenes. Sus referentes nos pueden parecer caricaturas, a mí me lo parecen, pero lo cierto es que están cultivando una semilla que da miedo y debemos de combatirla con la misma eficacia que ellos asientan sus falsos mitos. Afortunadamente, está también demostrado que esa visión de muchos varones adolescentes no es inamovible y varía cuando conocen de cerca la realidad de la violencia de género o a sus víctimas. Dejemos de mirar hacia otro lado.













