¿Se acuerdan de aquel gol que marcó Iniesta en Stamford Bridge el 6 de mayo de 2009, en el último minuto de partido? Claro que se acuerdan. Aquel gol metió al Barça en la final de la Champions que ganaría en el estadio olímpico de Roma. Cómo olvidar a un eufórico Pep Guardiola corriendo por la banda, desatado. Además del impacto futbolístico de aquel tanto, que forma ya parte de la historia culé, hubo otro efecto inesperado. Aquel gol supuso tal aumento de la natalidad en Cataluña nueve meses después, que hubo varios estudios al respecto y se empezó a hablar de los cien mil hijos de Iniesta. La propia hija de Andrés, Valeria, nació en abril de 2011… echen ustedes cuentas de qué había pasado nueve meses antes.
Sin embargo, este no es el único efecto no deportivo que tiene el fútbol en las mujeres. Un estudio de la Universidad de Lancaster demostró que la violencia contra las mujeres aumentaba un 26% los días de partido de la selección nacional inglesa, llegando a incrementarse hasta el 38% si el equipo perdía. Este efecto duraba varias horas; los días postpartido, la violencia machista subía hasta un 11% por encima de las cifras habituales.
Tremenda y demoledora estadística que los especialistas achacaban a una combinación de alcohol, despliegue de masculinidad y violencia, que lejos quedan de los valores del deporte. El impacto de los datos fue tan grande que el Centro Nacional sobre Violencia Doméstica de Reino Unido replicó el estudio durante el mundial de fútbol de 2018, y halló que, efectivamente, los casos de maltrato aumentaban un 25% los días que jugaba la selección inglesa.
Datos muy similares aparecieron al estudiar la correlación entre denuncias de maltrato y días de partido de fútbol americano en Estados Unidos, o de rugby en Nueva Zelanda. El día en que Inglaterra e Italia disputaban la final de la Eurocopa, muchas mujeres ofrecieron sus casas a otras mujeres que no quisieran pasar la noche en su hogar por miedo a ser golpeadas por sus maridos.
Pero lo cierto es que el deporte no tiene la culpa de la violencia que sufren las mujeres. La cosificación de nuestros cuerpos, la cultura que nos degrada y nos sexualiza, nos deshumaniza, nos humilla y no nos ve como iguales, crea un imaginario en que el abuso y el maltrato tienen cabida. Y no pasa nada. Mª Pilar recibió cincuenta puñaladas de su marido hace unos días. El alcalde de su pueblo se compadecía de su asesino. Desde hace dos décadas, sabemos que más de mil mujeres han sido asesinadas en España por hombres que se creyeron con el derecho de arrebatarles la vida. Y no, no es el fútbol. Es el machismo.
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