Si Carlos Mazón hubiera dimitido el 30-O del año pasado, quizás hoy sería un ejemplo de coherencia. En cambio, renunciar frente a un golpe de Estado implica cuanto menos una sobreactuación. Tim Davie es el exdirector general de la BBC porque prefirió no enfrentarse a Donald Trump, le faltó el cuajo de Zelenski frente a Putin.
Ni se le ocurra confundir a Davie con poderes blandos del estilo de Álvaro García Ortiz. A nadie le apodan El tigre sin motivo, y media docena de años al frente del medio de comunicación más reputado del planeta cimentan su carácter. Hasta que su programa estrella Panorama distorsionó el discurso de Trump del seis de enero de 2021, para transformarlo en la arenga de la toma del Capitolio.
En la pregunta más elemental, ¿a quién se le ocurre falsificar un discurso golpista en sí mismo, para aumentar su carga explosiva ya irreversible? Por desgracia, hay una incógnita todavía más sobrecogedora. Si trabajas en la BBC de impecable pedigrí, y tu jefe se apoda El tigre, ¿cómo te atreves a soldar dos fragmentos de la rabiosa interpretación de Trump, separados por cincuenta minutos? Y ya puestos a interrogar, cabe un tercer motivo de asombro. La manipulación evidente y culpable tuvo lugar en vísperas de las últimas elecciones a la Casa Blanca, pero el mercado del reportaje era el público británico antes que el estadounidense. ¿Qué sentido tenía movilizar a las masas de Manchester, privadas de voto en este entierro?
Espere un momento, está hablando de que los tigres también dimiten de golpe, y a continuación menciona un reportaje emitido hace más de doce meses, cuando Franco todavía no llevaba ni 49 años muerto. Nos están colando un reportaje recalentado, aprovechando que toda España está despistada con las tribulaciones de Pedro Sánchez.
El felino Tim Davie ha dimitido en diferido, a ver si se entiende. De hecho, es todavía más complicado, porque no ha dejado todavía el cargo y se halla en la fase de transición. Al contrario que en la dana evocada al principio, todos los involucrados en este escándalo actuaron a la perfección, pero el resultado fue catastrófico para la BBC. Y un bálsamo para Trump en medio del castigo de Epstein, porque recupera la condición de mártir y su jefa de prensa puede acusar a la British Broadcasting Company del tigre de ser «cien por cien fake». Ni Wittgenstein mejora esta expresión, porque presupone la existencia de la falsedad absoluta.
La resurrección con efectos letales de una distorsión evidente corrió a cargo de un informe de Michael Prescott, un antiguo ejecutivo de Murdoch (estábamos apostando en qué párrafo aparecería el viejo Rupert) que enumeró una serie de errores tendenciosos de la BBC. No faltan las menciones a un enfoque sesgado del fenómeno trans, pero duele especialmente un supuesto reportaje sobre la realidad de Gaza, realizado por el hijo de un dirigente de Hamás. No lo busque por conductos oficiales, fue retirado de la programación.
Y aquí viene el comportamiento incomprensible de Davie, el tigre se durmió en los laureles. En lugar de tramitar las denuncias de inmediato, se desentendió del informe mientras se incubaba la tragedia. El Daily Telegraph, otra señera institución británica en venta de tendencia ultraconservadora, asestó el golpe definitivo.
La hostilidad del Telegraph hacia la BBC era proverbial. Denunciaba que la televisión pagada con doscientos euros anuales por cada hogar británico mantenía una acusada querencia izquierdista. Trump le facilitó la estocada definitiva. Al margen de la información escrita, el vídeo en que un periodista veterano explica el montaje tramposo de las imágenes es una obra maestra de concisión y exactitud.
Timothy Douglas Davie no solo dimitió con notable presteza, en una atmósfera que describió como «febril». También se ajustó al «dos por el precio de uno» con el que Felipe González ligaba su destino a Alfonso Guerra. La víctima colateral ha sido en este caso Deborah Turness, la directora general de informativos de la BBC como culminación de una impecable carrera, que la llevó a ser la primera mujer al frente de los telediarios de la NBC estadounidense.
La BBC tiene mejor prensa fuera que dentro, al igual que Obama o Gorbachov. La caída de Davie impulsó a Trump a demandar a la cadena por los mil millones de dólares que son su unidad de medida. Y en las cavernas de los memoriosos resonaba la frase que Sarah Wynn Williams, alta ejecutivo de Facebook, atribuía a Mark Zuckerberg en Los irresponsables. El magnate recordaba que «la tecnología digital resultará en la extinción de la industria mediática». Por suerte, también se equivocó en la promoción de sus gafas de realidad aumentada.














