El negacionismo en la violencia de género se abre camino entre los jóvenes, especialmente entre los hombres. A pesar de que la mayoría considera que la violencia machista es un problema social grave, el porcentaje de quienes niegan su existencia o la califican como un «invento ideológico» ha aumentado en los últimos años. Este fenómeno, que podría conocerse como la cara más joven de este tipo de violencia, preocupa a expertas como Esther Torrado, socióloga e investigadora de la Universidad de La Laguna (ULL). «Pese a que estos datos no representan una mayoría, sí estamos ante un sector significativo que minimiza su impacto o incluso lo niega», detalla.
El Informe Juventud en España 2024 evidencia que los jóvenes sí rechazan los estereotipos de género y las actitudes sexistas más hostiles y visibles, pero a la hora de abordar estas desigualdades de género como un problema estructural se muestran más reticentes. Además, sugiere que esta tendencia se relaciona con una mayor polarización ideológica.
Feminismo y lucha por la igualdad de género
La lucha por el feminismo y la lucha por la igualdad de género –aunque esta segunda presenta una connotación más positiva–son cada vez menos respaldadas por la juventud. Por ejemplo, Matías Olano, un joven de 22 años recién graduado por la ULL, defiende los derechos de la mujer, pero no se considera un feminista «a nivel extremo». Asegura, pese a tener claro su repulsa hacia cualquier tipo de violencia, que no se siente del todo identificado con el movimiento actual.
Las redes sociales se han convertido en una herramienta para prolongar la violencia de género
Ese rechazo aparente hacia el movimiento tiene una explicación. «La primera ola feminista tuvo lugar en la revolución francesa, en 1789, pero también hubo una contraola para intentar frenar esos avances de las mujeres», explica la profesora de Trabajo Social y Servicios Sociales en ULL, Laura Aguilera. «Cualquier ola tiene un movimiento posterior que intenta desprestigiar, ridiculizar y ensalzar los valores previos al progreso», agrega. Para Aguilera, la sociedad está justo en ese momento. «La cuarta ola del feminismo alcanzó su punto álgido en 2018 y nos encontramos en plena contra ola».
Movimientos contrarios
Según la también miembro del Instituto Universitario de Estudios para las Mujeres (IUEM) , esos movimientos paralelos y contrarios no surgen por casualidad. «En este caso, es el patriarcado –entendido como un sistema que se retroalimenta dentro del propio modelo social en el que vivimos– el que identifica una vía de escape que podría deshacer sus privilegios e intenta recuperar de nuevo la homeostasis», menciona.
Aguilera aclara que ese intento de equilibrar la situación puede dar sus frutos o no. «Y en este caso, vemos que esos discursos políticos sí están calando», sentencia. Aunque recuerda que el feminismo siempre ha tenido mala fama, tanto entre jóvenes como entre adultos.
Las políticas de discriminación positiva no son muy apoyadas por la juventud
Torrado también señala que el estudio evidencia diferencias de percepción por género. «Las mujeres están más sensibilizadas a este tipo de situaciones y las reconocen con mayor facilidad en su entorno, desde mecanismos de control –como puede ser que te revisen el móvil– hasta violencia psicológica (insultos y humillaciones)», aclara.
Apoyo al feminismo
La tendencia de los hombres a percibir el feminismo como una promoción de la supremacía femenina y no como un avance en la sociedad continúa desestabilizando la capacidad transformadora de las bases, según el informe. «Este grupo presenta una menor identificación tanto con el feminismo como con la igualdad de género, lo que coincide con una caída significativa en su apoyo a estos valores en los últimos años», indica Torrado.
Ese desligamiento del movimiento feminista también suele producirse por desconocimiento. «Lo que ocurre es que se suele confundir la agenda feminista con agendas de otros movimientos sociales», insiste la socióloga. Y añade que muchas personas consideran que esa igualdad legal ya es real, aunque nada más lejos de la realidad. «La violencia machista, la explotación sexual, las desigualdades salariales y de renta, la doble jornada, el suelo pegajoso, el techo de cristal que impide el desarrollo y el ascenso de mujeres en sus profesiones y en el mundo del trabajo son solo algunos de los aspectos donde aún no se palpa esa supuesta igualdad real», sentencia.
La trabajadora social explica esa confusión habitual entre igualdad real y formal. «La igualdad formal está conseguida. No hay una ley que establezca que la mujer está por debajo del hombre, pero en la práctica no siempre es así», detalla. Y comparte los mismos ejemplos expuestos por Torrado.
Teoría
En este contexto, también es importante aclarar el significado de violencia de género. «En España tenemos una ley pionera en cuanto al tratamiento específico de este tipo de violencia y se define, a grandes rasgos, como todo acto violento cometido contra las mujeres, niñas y adolescentes por el hecho de ser mujeres, niñas y adolescentes», explica Aguilera. La experta apunta que el género femenino está en una situación de subordinación constante y la violencia de género es el mecanismo que permite mantener y perpetuar esa situación de discriminación.
Un sector significativo minimiza el impacto de la violencia de género y la niega
«Hay quienes se refieren a este tipo como violencia contra la mujer, pero yo defiendo ese apellido de género porque nos indica que se trata de una cuestión cultural, que se aprende en sociedad, y no biológica», detalla. «También es importante diferenciar entre violencia y agresividad. La violencia es instrumental y siempre tiene un fin, que en este caso es mantener la subordinación de las mujeres. Pero la agresividad no, es una respuesta inmediata».
Diferentes tipos de violencia
Asimismo, añade que existen muchas formas de ejercer la violencia de género: física, psicológica, económica, social y simbólica (a través de mensajes, símbolos, estereotipos e imágenes) . «Las redes sociales guardan mucha relación con esta última porque no solo sirven como prolongación de la violencia psicológica o social, sino que también se presentan como una herramienta de reproducción de esos mensajes del sistema patriarcal», confiesa Aguilera.
Es una opinión compartida por Torrado. «Las redes sociales pueden reforzar el negacionismo de la violencia machista al amplificar discursos misóginos y normalizar la violencia simbólica», puntualiza. Pese a todo, Aguilera aporta un poco de calma al asunto. «Es cierto que hay un porcentaje de jóvenes que niega la existencia de la violencia de género, pero eso no significa que deje de haber otra gran cantidad que también la identifique», aclara. De hecho, el VI Macroestudio de violencia de género, publicado por Fundación Mutua Madrileña y Antena 3 Noticias, muestra que más del 60% cree que la violencia de género sigue siendo un problema bastante extendido (en 2020 el porcentaje era del 77%).
Hay jóvenes que identifican actitudes sexistas, pero se resisten a abordarlas de forma estructural
Es el caso de Carmen Arzalluz, una estudiante de la ULL que cree que aún falta mucho por avanzar. «Mucha gente asegura que ya hemos alcanzado esa igualdad, pero para nada», apunta. Ella misma se ha sentido discriminada en varias ocasiones por el simple hecho de ser mujer. «Donde más creo que persisten esas diferencias es el ámbito laboral, con las diferencias salariales y las barreras invisibles que impiden a las mujeres ascender en sus puestos de trabajo», concreta.
Discriminación positiva
Ante estos casos, es frecuente la puesta en marcha de políticas de discriminación positiva. «Se definen como aquellas que pretenden igualar la situación de partida entre hombres y mujeres y que se eliminarán cuando ya no sean necesarias», explica Aguilera. Y agrega que si aún persisten es porque no se ha alcanzado esa igualdad y no se ha producido ese cambio social. «Por ejemplo, hay premios en los que aún, si no es por las políticas que reservan una cuota para mujeres, no se alcanza esa representación igualitaria», aclara.
Son precisamente este tipo de políticas las que no terminan de calar en la juventud. Arzalluz tiene una opinión divida en este aspecto. «Me parece bien que haya representación femenina en cualquier trabajo, pero cuando se trata de oposiciones como las de bombero, por ejemplo, creo que se deberían mantener las mismas pruebas físicas para ambos», cuenta. A su juicio, esta profesión demanda unos mínimos, independientes al género. Olano tampoco es partidario. «Si en un concurso hay diez candidatos, y siete hombres presentan mejores notas que una mujer, son ellos los que deberían entrar. Se trata de nivel», señala.
Carmen Arzalluz: Estudiante. 20 años
Carmen Arzalluz es una estudiante de la ULL que cree que aún queda mucho por avanzar. «Mucha gente asegura que ya hemos alcanzado esa igualdad entre hombres y mujeres, pero para nada», apunta. Ella misma se ha sentido discriminada en varias ocasiones por el simple hecho de ser mujer. «Donde más creo que persisten esas diferencias es en el ámbito laboral, con las desigualdades salariales y las barreras invisibles que impiden a las mujeres ascender en sus puestos de trabajo», concreta.
Es feminista, pero discrepa en algunos aspectos como, por ejemplo, las políticas de discriminación positiva. «Me parece bien que haya representación femenina en cualquier trabajo, pero cuando se trata de oposiciones como las de bombero creo que se deberían mantener las mismas pruebas físicas para ambos sexos», cuenta.
Juan Reyes: Estudiante. 18 años
Juan Reyes cursa el primer año de Estudios Ingleses en la ULL. Y al igual que Arzalluz, tampoco cree que se haya alcanzado del todo esa igualdad entre hombres y mujeres. «A nivel social, aún hay muchas personas que no terminan de creer en ello», revela. En especial, considera que muchas personas mayores, y algunas más jóvenes, son los que más se resisten a identificar la violencia de género como un problema. Considera que una mujer se enfrenta a más peligros cuando va sola por la noche que un hombre. Pese a ser consciente de esta realidad, Reyes también opina que se ha avanzado bastante en los últimos años. «De lo último que me he enterado es que ya hombres y mujeres tienen el mismo derecho a coger las bajas por maternidad o paternidad» detalla. En este sentido, cree que la carga familiar cada vez se comparte más.
Ana Belén Ortega: Estudiante. 20 años
Ana Belén Ortega se define abiertamente como feminista. «Hay muchas ramas dentro del movimiento y evidentemente no me identifico al 100% con una, pero como también sucede con los partidos políticos», detalla. Aún así, considera muy importante la lucha por la igualdad de la mujer y por eso forma parte del movimiento. «No creo que haya leyes que discriminen a la mujer, pero la sociedad tiene mucho que cambiar». «Y es que las estadísticas hablan por sí solas», continúa.
En lo que se refiere a las políticas de discriminación positiva, Ortega defiende que se pongan en marcha. «Es bueno tener a personas como tú en determinados campos, y más en aquellos donde la mujer no ha logrado equiparar la presencia del hombre», cuenta. Ella espera que llegue ese momento en el que no haga falta hacer uso de estas medidas, pero mientras es partidaria.
Matías Olano: Comercial. 22 años
Matías Olano es un joven de 22 años recién graduado por la ULL. Él defiende los derechos de la mujer, pero no se considera un feminista «a nivel extremo». Asegura que, pese a tener claro su repulsa hacia cualquier tipo de violencia, no se siente del todo identificado con el movimiento feminista actual. Aún así, es consciente de que «todavía vamos un poco atrasados». «Muchas chicas reciben comentarios o viven situaciones incómodas provocadas, normalmente, por el género masculino. Y es verdad que eso sí que no se respeta», señala.
En lo que respecta a las acciones afirmativas o políticas de discriminación positiva, no está de todo del todo de acuerdo. «No soy muy partidario. Si en un concurso hay diez candidatos, y siete hombres presentan mejores notas que una mujer, son ellos los que deberían entrar. Se trata de nivel», comenta.
Nayma Díaz: Estudiante. 19 años
Nayma Díaz es estudiante de Bellas Artes en la ULL. Y para ella, la sociedad ha avanzado mucho en los últimos 30 años. Aún así, considera que queda mucho camino por recorrer. Ella misma ha vivido casos en los que ha sufrido las consecuencias de la violencia de género. «Es bastante preocupante, teniendo en cuenta el siglo en el que estamos, que aún tengamos que avisar a nuestras amigas para saber si han llegado bien o no», apunta. Para Díaz es habitual compartir la ubicación cuando va sola por la calle y fijarse constantemente en la gente de su alrededor. «Es una costumbre que creo que tenemos muchas chicas».
Preguntada acerca del feminismo, Nayma Díaz asegura que pertenece al movimiento. Pero hay cosas con las que no se siente del todo identificada. Pese a ello, es consciente de la importancia de esta lucha.
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