A más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, sobre las tierras rojizas de los Altos de Jalisco donde aún resuena el eco de los volcanes, se alza un santuario moderno. Es la Hacienda Patrón, un exclusivo reino dedicado al agave, accesible solo por invitación. Más que una destilería, se presenta como un opulento ‘speakeasy’ donde el secreto del tequila de lujo no se esconde tras una puerta, sino que brota de la propia tierra: una trinidad sagrada de agave azul, agua de manantial y una levadura única, forjada en un paisaje de fuego.
La magia de Patrón emana de esta cuna de cenizas milenarias. En parajes como Tapalpa, donde la tierra aún respira su legado ígneo, el agave azul brota de un suelo cobrizo y fértil. Esta tierra, enriquecida con minerales, obliga a la planta a luchar, a concentrar en su corazón unos azúcares y una complejidad que definirán al tequila.
Durante casi una década, cada planta azulea el paisaje, absorbiendo la esencia de este terruño único. La altitud y el clima fresco la someten a un estrés beneficioso que, junto a la nutrición del suelo, da como resultado una piña de una dulzura excepcional, capaz de generar hasta nueve litros de tequila. Este proceso, un testimonio de paciencia, es el que define el perfil característico de Patrón: notas cítricas con un final especiado a pimienta negra, un sabor que es, en esencia, el eco del volcán.
El ‘santo grial’: la levadura secreta de Patrón
Si la tierra es el alma del tequila, la levadura es su corazón latente. El secreto mejor guardado de la marca es una cepa única desarrollada por el ya fallecido maestro destilador Francisco Alcaraz. Considerada el ‘santo grial’ de la casa, esta levadura es responsable de gran parte de su inconfundible perfil de sabor. Su valor es tal que se custodia con el máximo celo en tres lugares estratégicos del mundo: la propia hacienda, un laboratorio en Ciudad de México y los prestigiosos laboratorios de Weihenstephan, en Alemania.
En Atotonilco el Alto, la Hacienda Patrón y La Casona -donde se hospedan sus invitados- se revelan como un templo dedicado a la artesanía. Aquí, una familia de 2.500 artesanos, liderada por el maestro destilador David Rodríguez, se convierte en la guardiana de la tradición. Junto a instalaciones de vanguardia, aún giran las imponentes piedras volcánicas de ‘tahona’, un método ancestral para macerar el agave cocido lentamente en hornos de ladrillo. Este compromiso es el puente entre la fuerza de la naturaleza y la delicadeza del producto final, donde cada botella es inspeccionada, numerada y etiquetada a mano.
La alquimia de la pureza
Cuando un tequila extrae más de 600 aromas directamente de la tierra y del agave, los aditivos se vuelven innecesarios. Patrón se mantiene firme en su filosofía de pureza, garantizando que su sabor complejo provenga exclusivamente de sus tres ingredientes naturales. Esta dedicación se materializa en un espectro de sabores que capturan diferentes facetas del agave.
Todo comienza con Patrón Silver, la expresión más pura y la base de la casa. A partir de ahí, el tiempo y la madera inician su danza: Patrón Reposado madura un mínimo de cuatro meses en barricas de roble, mientras que Patrón Añejo extiende su reposo más de un año. La innovación se manifiesta en obras maestras como Patrón Cristalino, que fusiona la complejidad de un añejo con la nitidez de un blanco, o Patrón El Cielo, destilado cuatro veces para una suavidad celestial. En la cúspide se encuentran joyas como Patrón Burdeos, terminado en barricas de vino francés, y Patrón Piedra, un tributo al método ‘tahona’ añejado durante más de tres años.
De bebida ancestral a objeto de culto
El alma de Patrón se nutre de una historia que se remonta al fermentado de agave consumido por la jerarquía azteca. Con la llegada de los españoles y sus alambiques, esa bebida ancestral se destiló, dando origen al tequila. Tras ser un destilado clandestino inmortalizado por artistas como Pedro Infante o Chavela Vargas, hoy ha alcanzado un estatus global.
Una prueba de su poder cultural fue la colaboración de Patrón con el cineasta Guillermo del Toro, quien impregnó una edición limitada con su visión tétrica y oscura. Convertida en un objeto de culto, esa botella agotada ahora solo se encuentra en el mercado de reventa, donde los coleccionistas pujan cifras astronómicas por ella. Así, en la misma tierra de agave, mariachis y charros, Tequila Patrón embotella, además de una bebida, la historia y el alma de Jalisco.
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