El boato

Decía el pintor Henri Matisse que «la creatividad requiere valentía». Eso intento aplicármelo cuando escribo poesía. De las cosas que más me ha costado escribir –por eso de armarme de valentía– es un poema que en su día titulé «Una silla de formica». En mi texto describo a cuatro mujeres sentadas delante de un televisor hace 50 años. Dos mujeres mayores, una de mediana edad y una niña. Contemplan un entierro desde una cocina en un pueblo del Norte. Nadie dice nada. Solo una de las mayores, en un momento dado, murmura: «Unos con tanto boato, y otros, solo con una pala de cal». Entonces sus ojos se vuelven manantiales y varias lágrimas comienzan a rodar hacia un pañuelo.

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