Es un patrón que se repite en muchas personas longevas: comidas muy frugales y no haber ingresado en un hospital. En el caso de Jesús Redondo Bermejo, el hombre de más edad de España, a sus 110 años, esta dupla es certera. «Mi padre siempre ha dicho que se come para vivir, no se vive para comer. Siempre ha comido muy poco”, refiere Jacinto, el hijo menor del anciano. «No he sido un glotón», zanja éste en tono serio.
Y en el Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres, al que este centenario llegó hace unos años tras sufrir una caída, no tenían siquiera ficha suya en el sistema sanitario. «Cómo es posible que una persona de una edad tan avanzada no hay estado nunca hospitalizado», preguntaron atónitos a sus familiares.
Nuestra primera cuestión durante la entrevista no es otra que la de averiguar qué secreto guarda para haber sobrepasado los 110 años. «He llevado una vida normal, nunca he bebido ni fumado», contesta Jesús, que mantiene intactas sus facultades mentales aunque ha perdido visión y audición.
Redondo lleva ocho años en la residencia asistida de Cáceres, un centro público dependiente de la Junta de Extremadura donde el 2 de junio cumplió los 110 años y donde este 29 de octubre se convertía en el abuelo de España tras la muerte del madrileño Luis G. Carrasco-Muñoz Pérez, quien ostentaba el récord con 111 años.
«Fui siete años secretario en el ayuntamiento de Portaje, y también en Portezuelo»
«Ha sido un buen padre, un poco gruñón, pero sobre todo, un buen esposo»
Ingresó aquí con su mujer, dependiente, de quien él mismo se hacía cargo en su hogar de Cañaveral, su pueblo. Es cuando hablamos de ella, de Concepción, fallecida hace seis años a los 99, cuando se le humedecen los ojos. Es el recuerdo vital que más le emociona.
Redondo con su mujer, Concepción. / Cedida por la familia
Más de mil libros leídos
Nos recibe en la sala-biblioteca del centro de mayores. Aquí ha echado muchas horas, hasta que la vista le empezó a fallar: «He leído más de mil libros», afirma satisfecho. Y lo corrobora su hijo Jacinto: «Ha sido un lector empedernido, devoraba los libros». «Durante la pandemia siguió bajando y cambiaba los libros, y si algo no le gustaba decía: ¡esto es un planfleto!«, apostilla la directora del centro, Ana Arévalo.

Rodeado de algunos familiares en el jardín de la residencia. / Cedida
«Los días se me hacen más monótonos», reconoce Redondo, que a raíz de la pandemia se le fue limitando la movilidad. «Ahora no puedo andar, pero cuando andaba, salía a dar vueltas al jardín». Pese a esto, un achaque ya de la edad, el anciano sigue una rutina diaria para mantenerse activo: ejercicios en el gimnasio, terapia y su vasito de vino -con casera- en la cafetería.
«Mi padre siempre ha sido muy metódico. En el pueblo salía a ‘tomar las 11’, como decimos allí a salir a tomar una caña… su costumbre era tomarse tres vinos y cuando se los había tomado, se iba. Comer a las dos en casa era para él sagrado», detallan Jacinto y su mujer, Isabel.
Aficionado a la caza del perdigón, Redondo se jubiló hace nada menos que 49 años. A los 19 aprobó una oposición para la administración local y entró en el ayuntamiento de su pueblo. «Fui siete años secretario en Portaje, y también en Portezuelo», relata con orgullo el centenario.

Celebrando su 110 cumpleaños el pasado junio. / Cedida
110 años dan para más de una vida y la del abuelo de España ha sido sencilla pero plena. Su trabajo, sus quehaceres diarios, el perdigón, salir a espárragos, su pequeño huerto… Con su mujer estuvo casado 78 años, juntos han recorrido España (San Sebastián, Tenerife, Las Palmas, Mallorca…). «Eramos pequeños cuando nos conocimos». -«¿En el baile?»-, dice su hijo. «¡No, en el baile no… antes!», incide con carácter.
El servicio militar lo cumplió en Valladolid, donde le sorprendió el golpe de Estado de 1936. «Estuve con un capitán escribiendo informes militares, tenía 350 pulsaciones a máquina«, rememora el centenario, arropado por su hijo y su nuera.
Sus hijos
Además de Jacinto, de 77 años, Redondo tiene otros dos hijos: Desi, de 84 años, y Ángela, de 79, ambos residentes en San Sebastián. Jacinto y Ángela (Desi está más delicado de salud) se turnan cada dos meses en la casa familiar del pueblo para estar cerca de su padre, y le visitan tres veces por semana. «Para la familia es un orgullo. Se ha portado muy bien con nosotros, ha sido un buen padre, un poco gruñón, pero sobre todo, un buen esposo«, reconoce su hijo. El anciano lo tiene todo atado y bien atado para el día que falte. Cuando murió su esposa, entregó a sus hijos un poder notarial con sus últimas voluntades. «Ha dejado por escrito cómo tiene que ser el entierro… Yo le decía bromeando que íbamos a donar su cuerpo a la ciencia y le sentaba muy mal», revela Jacinto. De momento, Jesús se mantiene en el podio dispuesto a salvar los 111 años.
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