La frase del titular sale de los labios del rey Lear: “De la nada, nada sale”. Es la amarga respuesta del rey cuando su hija Cordelia, a diferencia de sus hermanas, se niega a halagarlo con falsos elogios.
Ella dice:
-Nada
Lear, ofendido, le da la última oportunidad de que, así como sus hermanos mayores le han halagado, también la más pequeña lo haga.
-De la nada, nada sale. Habla otra vez.
Cordelia no cede
– Amo a Vuestra Alteza según mi deber; ni más, ni menos….
Cuando dediqué algunas citas de ‘El rey Lear’ al papel del rey Felipe VI y a proyectar su influencia en mi libro sobre Juan Carlos I El rey al desnudo Historia de un fraude (junio de 2021, Ediciones Bruguera) no imaginé que del mismo modo que la relación paterno filial que yo advertía en la obra pudiera ser también asumida y dramatizada por Juan Carlos I. O quizá debería precisar, por Laurence Debray, la escritora francesa. Al fin y al cabo, en eso consiste la universalidad del bardo de Avon.
Estas memorias son, en esencia, no una vendetta sino muchas vendettas. Y atacan lo que esencialmente ha puesto enfermo a Juan Carlos I: que se le borre de la historia de la España de estos cincuenta años. Su exclusión del aniversario planificado por el Gobierno de Pedro Sánchez para este mes de noviembre de 2025 le ha provocado, según fuentes fidedignas, una cólera sin igual. Un sentimiento de exclusión que se acumuló a la conducta de la pareja real, Felipe y Letizia, durante estos cinco años, a partir de su marcha de España en agosto de 2020.
Juan Carlos I se despidió de algunas personalidades antes de marchar en aquellos días. No las nombraré porque quienes me lo confiaron así lo prefieren. Pero a quien no explicó cara a cara, como confiesa en el libro, lo que le dejó por escrito, fue a su hijo Felipe, quien creyó que volaba a Londres y se enteró de que el avión le llevaba a Abu Dabi. A su autodestierro de oro. Hay que recordar que durante gran parte de su reinado cuido especialmente, entre las monarquías árabes, al que hoy es presidente de Emiratos Árabes Unidos (EAU), su anfitrión, Mohammed bin Zayed.
Durante estos años, eso no lo cuenta en el libro, habló- y habla- pestes de Pedro Sánchez y de Carmen Calvo, la vicepresidenta que, en aquellos días de 2020, representaba al Gobierno ante el entonces Jaime Alfonsín, el jefe de la Casa de Su Majestad el Rey.
Sus amigos del Círculo de Empresarios le oyeron decir que, si bien Felipe necesitaba que él estuviera lejos, los que le llenaban la cabeza -un reflejo de padre a hijo que busca poner la culpa afuera- al rey eran esos, Sánchez, Calvo, los ‘sociatas’. Esos amigos transmitieron a no pocos corresponsales extranjeros dicha versión.
Y, mira por dónde, aunque ahora, en sus memorias, asume que la decisión de poner tierra de por medio ha sido de Felipe “por deber”, al tiempo, Juan Carlos I ha colocado algunas morcillas, que evidencian su fidelidad a la idea de que ha sido La Moncloa quien ha tenido la mayor responsabilidad. No es casualidad que Mariano Rajoy -implicado en la operación de aterrizaje de emergencia que fue la abdicación en 2014- haya sido uno de los mayores críticos de Sánchez por la salida del Emérito de España y su residencia en el extranjero, y tanto él como Alberto Núñez Feijóo han defendido que el rey emérito “pueda volver a España”, al mismo tiempo que acusan a La Moncloa de erosionar a la Corona.
Y ese es el mensaje que acaba de transmitir Juan Carlos I en su entrevista con la revista semanal de Le Figaro, el diario conservador francés.
Charles Jaigu, el periodista que realiza la entrevista, señala: “Así son las cosas. La Casa Real lo mantiene a raya: este rey emérito dice demasiado lo que piensa. Es el causante de los escándalos, el que se disputan los paparazzi, el que el Gobierno de Pedro Sánchez utiliza para desacreditar una monarquía que sueña con abolir”
Sánchez, pues, “sueña con abolir” la monarquía. Y Felipe VI, claro, debe lidiar con eso.
“Su hijo, a la defensiva, ensombrecido por la experiencia del poder y los malos modales del primer ministro, no quiere debilitar la popularidad de su reinado, que ha reconstruido con esfuerzo, pero que sigue siendo precaria”, señala el periodista.
El fraude
En la entrevista tampoco va más allá de lo que apuntan Juan Carlos I y Debray en el libro sobre los 100 millones de dólares (64,8 millones de euros) que el Ministerio de Finanzas saudí transfirió a favor del entonces rey de España a Suiza.
“Se trata de 100 millones de dólares, una generosidad de un rey hacia otro. Una suma que debía ponerse al servicio de la corona española, cuyos modestos recursos ascienden a una asignación de 8 millones de euros al año. A modo de comparación, sus primos ingleses reciben del Gobierno 100 millones de libras cada año”.
En el libro señala: “100 millones de dólares es una suma considerable, un regalo que no supe rechazar. Un grave error”.
Problema: Juan Carlos I hizo un montaje delictivo para engañar a la Hacienda española.
Hizo crear a sus gestores —Arturo Fasana, también administrador de 40 millones de euros de Francisco Correa— una fundación en Panamá –Lucum– y abrió una cuenta en el Banco Mirabaud de Ginebra –la 505523– de la cual Juan Carlos I era el beneficiario.
Pero no solo eso. En la panameña Fundación Lucum ordenó poner como beneficiario el nombre de Felipe, entonces, en 2008, príncipe de Asturias, y también el de su hija, la futura heredera del trono de España, Leonor.
Y se aprovechó de la inviolabilidad consagrada en el artículo 56.3 de la Constitución -o en su interpretación más favorable para sus intereses- para realizar esa operación.
Esa operación ha sido aflorada en la investigación del fiscal suizo Yves Bertossa, que ordenó la entrada y registro policial en la sede de Rhône Gestion, la sociedad gestora de Fasana, lo que permitió acceder a la documentación.
Pero en 2008, Juan Carlos I era rey en ejercicio. Por tanto, su ocultación patrimonial a la Hacienda española quedó protegida por su inviolabilidad.
No hay rastro de reconocimiento de su operación fraudulenta y de la usurpación y abuso de poder a las que recurrió.
Pues eso, como dice Lear: “De la nada, nada sale”. Solo que Lear la aplica a su sincera y honesta Cordelia. Esa frase es un bumerán sobre Juan Carlos I.
En realidad, el Emérito es fiel a lo que respondió cuando visitaba a Felipe el 23 de mayo de 2022 y los medios le preguntaron si le iba a dar explicaciones:
–Explicaciones ¿de qué?
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