Acaba de cumplirse un año de la frase de Pedro Sánchez en la que mostraba su determinación a gobernar «al margen del Poder Legislativo».
Ya es llamativo que en una democracia parlamentaria se gobierne de espaldas al Parlamento. Vendría a ser como hacer alioli sin ajo. O sin aceite.
Pero la última del presidente supone el más difícil todavía.
Tras el anuncio de Carles Puigdemont de bajarse de la mayoría de la investidura y dejar por tanto al Gobierno sin escaños para continuar, Sánchez ha respondido que está decidido a seguir «hasta 2027 y más allá».
O sea, ahora no se trata ya de dirigir el país sin el Parlamento, sino contra el Parlamento.
Para más inri, en su comparecencia en la comisión del Senado por el caso Koldo, Sánchez ha denigrado a la institución (que también es Parlamento) asegurando que está controlada por una «mayoría coyuntural» y que «no responde a la función» que tiene encargada.
Entonces, lo del Congreso hoy, ¿sería una «minoría coyuntural»?
Hay quien ve en la determinación del presidente por continuar a toda costa en la Moncloa la virtud de la audacia. Pero cabría preguntarse si es valentía o falta de escrúpulos.
¿Diríamos que un conductor que sigue apretando el acelerador después de que le hayan reventado dos ruedas en la autopista es un valiente o un insensato?
Sánchez quiere gobernar sin el Parlamento y también sin Presupuestos: «Si la Cámara los tumba, seguiré con mi hoja de ruta». No cabe mayor desprecio a las reglas del juego democrático.
Lo que queda claro es que, pese a las cucamonas de José Félix Tezanos, Sánchez teme a las urnas más que el gato al agua. Si no, ¿de qué?
Pero los acontecimientos pueden precipitarse. El paso dado por la extremeña María Guardiola inicia un ciclo electoral que puede dejar desnudo al presidente del Gobierno. Una prenda fuera cada trimestre.
En diciembre, Extremadura; en marzo, Castilla y León; en junio, Andalucía; y con el aragonés Jorge Azcón mirando ya por la cerradura de la puerta.
¿También se puede permitir Sánchez cuatro vueltas de campana en las que sus baluartes María Jesús Montero y Pilar Alegría salgan disparadas por la ventanilla?
Y mientras España mira el calendario, Sánchez silba y se aferra al sillón. Ya se lo dijo el prófugo de Waterloo: «Podrá ocupar poltronas, pero no gobernar».
Pocas escenas más ridículas que la de Félix Bolaños presentando ampulosamente en Moncloa su nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal, «tras 106 ministros, cuatro reyes y una república», como si esa norma tuviera alguna opción de prosperar, como si no hubiera nacido muerta.
Pero la rueda sigue girando.
Un día el exgerente del PSOE admite en el Tribunal Supremo que, además de José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán, también cobraba en sobres «toda la Ejecutiva» y, al siguiente, Sánchez se convierte en el primer presidente en ejercicio de la Democracia que tiene que declarar por corrupción en una comisión de investigación del Senado.
Qué panorama.












