La primera larva de mosquito del Mesozoico, atrapada en ámbar hace casi 100 millones de años, se asemeja mucho a las especies modernas. Vivía en pequeños charcos de agua, como los que se forman en los huecos de las ramas o entre las hojas de plantas epífitas. Fue allí donde quedó embalsamada hasta que la ciencia dio con ella.
Hace casi cien millones de años, en el corazón del sudeste asiático, en la región de Kachin en Myanmar, el azar hizo que un trozo de ámbar atrapara en su interior el fósil de una larva de mosquito que la ciencia ha recuperado. Es el primer hallazgo de este tipo en el registro fósil del Mesozoico, una época frecuentemente envuelta en brumas de misterio y escasez de evidencias directas.
La historia de este pequeño ser, ahora bautizado como Cretosabethes primaevus, publicada en la revista Gondwana Research, se ha convertido en el hilo conductor para entender la evolución de los mosquitos, esos insectos que hoy nos resultan tan familiares y, en ocasiones, molestos.
Hasta el momento, los fósiles más antiguos de mosquitos conocidos eran únicamente adultos, pertenecientes a linajes extintos con morfologías muy diferentes a las de los mosquitos modernos, lo que alimentaba la idea de una diversidad biológica antigua y peculiar.
Pocos cambios
Sin embargo, esta nueva larva atrapada en ámbar presenta rasgos que podrían confundirse con los de una larva actual—a pesar de los milenios que las separan—lo que sugiere que la manera en que los mosquitos pasan por su etapa larval ha cambiado muy poco en aproximadamente cien millones de años.
Este descubrimiento revoluciona lo que creíamos saber sobre estos insectos. Los científicos habían supuesto que los mosquitos surgieron durante el Jurásico—hace entre 201 y 145 millones de años—basándose principalmente en los fósiles de sus parientes más cercanos, los midges fantasma. Pero la ausencia de evidencias directas mantenía la hipótesis abierta a debate. Ahora, el fósil de Cretosabethes primaevus no solo apoya esa antigüedad, sino que su morfología moderna sugiere que la evolución de estas larvas fue sorprendentemente conservadora durante decenas de millones de años.
Las claves del mosquito eterno
- La primera larva fósil de mosquito del Mesozoico se parece increíblemente a las especies actuales.
- Fue localizada en ámbar del Cretácico (Myanmar), conservada en su hábitat acuático: microcharcos entre hojas y ramas.
- El hallazgo confirma que los mosquitos llevan cien millones de años sin apenas cambiar su ciclo larval.
- Este tipo de conservación es muy rara: casi nunca los animales acuáticos quedan atrapados en ámbar.
- El descubrimiento aporta nueva luz sobre la evolución y biodiversidad de los insectos y sus ecosistemas.
- Ejemplo insólito de “estabilidad evolutiva” a lo largo de la historia biológica del planeta.
Una gota resina
En términos ecológicos, la larva parece haber habitado pequeños depósitos de agua formados en el interior de plantas o entre las hojas de especies epífitas. La azarosa coincidencia de que una gota de resina cayera en uno de esos hábitats acuáticos y envolviera la larva permitió que su delicada anatomía quedara preservada para que hoy la admiráramos.
Es un fenómeno muy poco habitual, pues la mayoría de los animales conservados en ámbar suelen ser especies terrestres o aéreas que vivían cerca de los árboles productores de resina y no bajo el agua.
El estudio detallado de la fósil revela, además, ciertos rasgos únicos que la vinculan estrechamente con el grupo actual de los Sabethini, al cual pertenecen numerosas especies modernas tanto en regiones tropicales de América como en partes de Asia y África. Que un representante de este grupo existiera ya en tiempos tan remotos implica que la diversificación de los mosquitos comenzó mucho antes de lo que se pensaba y que los linajes modernos cohabitaron con formas extintas y exóticas durante el Cretácico.
Referencia
First fossil mosquito larva in 99-million-year-old amber with a modern type of morphology sheds light on the evolutionary history of mosquitoes (Diptera: Culicidae). André P. Amaral et al. Gondwana Research, Volume 150, February 2026, Pages 154-162. DOI:https://doi.org/10.1016/j.gr.2025.09.011
Ventana al pasado
No solo la conservación de la morfología llama la atención. Este fósil es también una ventana al ecosistema del pasado, sugiriendo una estrecha relación entre las larvas de mosquitos y los microhábitats acuáticos de las plantas antiguas, así como posibles conexiones con otros insectos hallados en el mismo trozo de ámbar.
Esos detalles, sumados a la sofisticación en la preparación y análisis del fósil mediante técnicas modernas, demuestran cómo la ciencia actual es capaz de extraer grandes historias de los vestigios más diminutos.
La larva de Cretosabethes primaevus atrapada en resina durante el Cretácico es una pieza que ayuda a reconstruir la historia evolutiva de los mosquitos, revela la estabilidad de sus formas larvales y amplía nuestra visión sobre la vida y los escenarios ecológicos de la prehistoria.













