Director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. / REDACCIÓN
La celebridad es la calderilla de la inmortalidad. Todo escritor aspira a ser conocido pero en realidad querría ser inmortal. Nadie se acordará dentro de veinte años de la polémica entre Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, y Santiago Muñoz Machado, presidente de la RAE, pero seguramente sí habrá quién recite el verso que persigue y perseguirá para bien y para mal a Montero, «Tú me llamas, amor, yo pido un taxi», que para unos es la cumbre de la poesía de la experiencia, moderna y sublime y para otros un abominable coloquialismo lírico. A mí me gusta. Sobre todo porque es el primer verso de un largo poema que dice mucho más.
Una vez asistí a una discusión de dos horas entre filólogos a propósito de dónde va mejor la coma: no es lo mismo «si tú me dices amor, yo..» que «si tú me dices, amor, yo…», lo cual, no crean, ha creado dos bandos irreconciliables que nunca compartirían un taxi pero podrían disputarse un amor. En estos tiempos tal vez sería mejor «tú me llamas, amor, yo cojo el Falcón». El AVE no, que se retrasa y retrasaría la cita amorosa. Urge una antología de la poesía pre Uber.
Machado (tal vez lo único literario de este hombre, tal apellido) y Montero se han enzarzado y eso hay que agradecerlo: fomentan la lectura. Porque partidarios de uno y de otro han dado a imprenta textos belicosos, polémicos, hirientes. Javier Rioyo, Juan José Téllez, Álvaro Pombo («Montero es un poeta menor, agradablemente menor, pero faltón») o Pérez Reverte han terciado (a Reverte siempre le han gustado los tercios, sobre todo los de Flandes) y han dado machetazos no a diestro y siniestro, si no a diestro o a siniestro. Esto también va de ideologías.
El enfrentamiento, en vísperas de un congreso en Perú sobre la lengua española, lo inició García Montero diciendo, sin venir mucho a cuento, a preguntas de un periodista tras una rueda de prensa, que el director de la RAE era un catedrático de Derecho Administrativo que hacía negocios. A Machado se le reprocha siempre desde el mundo de la letras el poco perfil literario pero se le agradece que haya saneado económicamente la institución. Montero, por su parte, es de facto el ministro de Cultura: el Cervantes maneja y teje mucho, depende de Exteriores y tiene multitud de sedes en todo el mundo. Además, el poeta se prodiga en medios con columnas e intervenciones radiofónicas. Y libros. Su poder es grande. A lo que se ve, las ganas que algunos tenían de hostiarlo, también lo son.
Raramente hay paz entre los poetas. El mismo Montero antes de dar el salto a Madrid experimentó (como buen poeta de la experiencia) la guerra fratricida entre poetas granadinos de la experiencia y de la no experiencia, que dejó muchos muertos, y endecasílabos y cátedras y premios y jurados y canonjías, por el camino. Hace unos años, me confesaba un concejal de Cultura: el primer consejo que me dieron al estrenar el cargo fue «cuídate de los poetas».
Luis García Montero (Granada, 1958) es catedrático de Literatura Española en excedencia en la Universidad de Granada. De allí salió hace años por considerar ‘irrespirable’ el ambiente del departamento. Bien que lo era: había un profesor que sostenía en sus escritos y clases que «Lorca hacía una poesía fascista y que fue asesinado por los suyos». Hubo juicios de por medio. Autor de once poemarios, recibió el Adonáis en 1982, el Loewe en 1993 y el Nacional de Literatura en 1994. También fue Premio Nacional de la Crítica. Intentó también ser político. Su tesis doctoral versó sobre Rafael Alberti. Encabezó en 2015 la lista de IU a la Comunidad de Madrid y el descalabro fue épico, que no poético. No logró ni su escaño, aunque es verdad que el contexto, turbulencias en la propia IU y confluencia o no con Podemos, la fragmentación, no le ayudó mucho. Desde entonces se le ve más cercano al PSOE. De aquello, en recordada entrevista con Juan Cruz en El País, 2015, echaría la culpa, entre otros, a Alberto Garzón, quien a decir de Montero minó IU aposta para vaciarla en favor de la disolución dentro de otras siglas. Montero, viudo de Almudena Grandes, a quien ha dedicado tres conmovedores libros, se relaciona a menudo con un clan cultural de izquierdas que tiene entre sus miembros a Benjamín Prado, Sabina y otros poetas. Felipe Benítez Reyes dijo una vez: «Hay gente que cree que nos pasamos en verano dos meses de orgías romanas. No hay que quitarles la ilusión». Sí está comprobado que gustan en verano de descansar en Rota compartiendo largas sobremesas tras almuerzos castizos y de ver pasar enemigos. No se sabe si en taxi.












