Hacer la vista gorda ante la maldad

«A mi madre no le gustan las moras como tú», le dijo una niña a su compañera de pupitre de cinco añitos. La niña es marroquí y, nada más salir de clase, corrió a su padre a preguntarle el significado de esa expresión malsonante y que venía de su colega del patio y pareja en trabajos de plástica. El progenitor me preguntó qué creía que debía explicarle y yo le hablé de convivencia, respeto y aceptación de la diversidad. En cuanto me escuché soltando esa sarta de estereotipos y de frases vacías sinsentido, callé. ¿Cómo se siente un padre cuando está en juego el bienestar de una hija? Basta ponerse en su piel para que nos recorra un escalofrío. Le dije que lo lamentaba y le aconsejé que lo denunciara ante la gerencia del colegio. Acudir a los responsables de un centro para describir escarnios y acosos no debe ser fácil y si, para más inri, se minimizan los hechos, el resultado se asemeja bastante a una pesadilla.

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