Dice el alcalde de Madrid que el evento improvisado que Rosalía organizó el pasado lunes para presentar su nuevo disco en la plaza de Callao de la capital puso en peligro la integridad física de las personas y alteró la movilidad de la zona, y es cierto: El Periódico de España estuvo allí y vio cómo algunas carreras de los fans estuvieron a punto de terminar… ‘malamente’. Muchos se abalanzaron sobre la calzada, sorteando coches y autobuses, para poder ver a su ídola, la circulación en la Gran Vía vivió algunas dificultades y hubo autobuses, los que tiene su origen y destino en la calle Jacometrezo, epicentro del evento, que tuvieron que permanecer parados a ratos. Pero también es cierto que el tráfico de la Gran Vía no se llegó a cortar en ningún momento y que la actuación de Policía Municipal y agentes de movilidad se redujo a contener a la masa y a dejar para uso peatonal, de manera momentánea, el carril bus en sentido subida Plaza de España-Callao. Cortar una arteria como la Gran Vía de manera improvisada no es sencillo, pero cabe preguntarse si, ante lo que estaba pasando, se podía haber hecho más. Con posibles sanciones a la vista por parte del Ayuntamiento o de la Delegación de Gobierno, la cantante y su entorno guardan silencio por ahora. Este es el relato de lo que pudimos ver.
Los primeros seguidores de la cantante empezaron a llegar a la plaza de Callao algo más tarde de las 21h, después de que esta y sus colaboradores dieran algunas pistas de que podrían presentarse allí durante el live en TikTok con el que presentaba su nuevo disco, Lux, que se publicará el 7 de noviembre. No se notaba una especial presencia policial y todo discurría como de costumbre, con muchos turistas pasando ajenos a todo y las tiendas echando las persianas porque era hora de cierre. A eso de las 21:30h, eran ya unos cuantos cientos los reunidos, en su mayoría jóvenes con muchas ganas de ver a la cantante que miraban en todas direcciones porque no sabían por dónde podía aparecer. En ese momento, el público empezaba a llenar la parte principal y peatonal de la plaza, fundamentalmente en torno a la boca central de Metro y más bien cerca del cine Callao, un espacio habitual de estrenos de cine y eventos diversos donde parecía más probable que podría hacer su aparición.
La presencia policial iba en aumento, con agentes del grupo de ‘antidisturbios’ de la Policía Municipal (de la Nacional no hubo rastro en toda la noche, más allá de las patrullas habituales circulando) empezando a colocarse en el perímetro de la plaza y ayudando a algunos transeúntes, como una mujer mayor en silla de ruedas, que tenían problemas para atravesar una plaza abarrotada. Pero la vida de la Gran Vía seguía siendo la misma. Fue hacia esa hora cuando en las enormes pantallas que hay tanto en esa calle como en la plaza apareció una cuenta atrás que marcaba algo más de media hora. Así pudieron sus fans confirmar que Rosalía iba a presentarse allí. El pulso de muchos se aceleraba mientras no dejaba de llegar más y más gente que se había ido enterando por redes o porque se lo decían los amigos.
Poco antes de las 22h empezaron las escenas de peligro. Los fans seguían por Instagram el itinerario que iba haciendo la cantante hacia Callao, muchos no podían contener las ganas de verla y empezaron los movimientos para tomar las mejores posiciones. A esas horas la masa era mucho más grande, y decenas de personas empezaron a desplazarse Gran Vía abajo, en dirección a Plaza de España, porque sabían que vendría por allí. Pasó lo que pasa siempre en estas situaciones: las falsas alarmas, los gritos de unos cuantos en un cierto lugar que otros escuchan, cientos de metros más allá, y salen corriendo en esa dirección para ver qué pasa. Los policías municipales (este periódico pudo ver hasta cinco coches todoterreno de la UCS, los ‘antidisturbios’ del Ayuntamiento, apostados en Jacometrezo y alguno más en la Gran Vía) estaban nerviosos y pedían a la gente que se subiera a las aceras, pero no es fácil controlar a los fans acérrimos de una estrella de las dimensiones de Rosalía. Entre la masa, apretones y empujones frecuentes, pero el tráfico no se detenía en toda la zona ni dejaban de pasar, con mucha dificultad, transeúntes ajenos a lo que allí estaba sucediendo, algunos con caras de preocupación porque iban con niños pequeños.
La cosa fue a peor cuando unos minutos después la cantante hizo por fin su aparición, se bajó del coche y comenzó a correr por la Gran Vía. Algunos fans que estaban apostados a esa altura corrían a saludarla y hacerse fotos con ella, con los consiguientes gritos, y cientos corrieron hacia el mismo lugar desde la plaza, invadiendo parte de la calzada. Los agentes, desbordados, tuvieron que cederles momentáneamente el carril bus a la altura del hotel Vincci Capitol donde se refugió Rosalía. Muchos seguidores se desplazaron después a la calle Jacometrezo, en la que parecía que podía aparecer porque el hotel tiene una puerta trasera y ese podía ser su paso hacia la plaza. Fue allí donde finalmente se asomó a un ventanal para saludarles, con esta calle ahora totalmente bloqueada por la gente y los autobuses sin poder entrar o salir de ella. La Policía Municipal optó entonces por cerrar la salida de Jacometrezo a Gran Vía, colocando sus coches a modo de barrera para que el público quedase contenido entre esa calle más pequeña y la plaza. Trataban así de mantener la gran arteria algo más despejada, aunque a esas horas ya hacía rato que había cientos de personas también en la acera de enfrente, la del Palacio de la Prensa.
Pasados los saludos de la artista, apenas unos pocos minutos de besos y gestos desde el ventanal, y como esta no volvía a asomarse, regresaron los momentos de confusión: nadie sabía qué podía ser lo siguiente, si aparecería en otra parte y si iba a hacer algo parecido a decir unas palabras (en su video había anunciado que esa noche iba a usar un megáfono) o incluso animarse a cantar. La masa que llenaba Jacometrezo se fue reduciendo y la policía, con los nervios a flor de piel y poca mano izquierda, decidió despejar su calzada para que el tráfico, transporte público fundamentalmente, pudiera realizar su labor con cierta normalidad. Con todo el mundo concentrado en las aceras y moviéndose con frecuencia para verse con amigos y buscar a la artista, y con el difícil giro que los autobuses tienen que hacer para acceder a Gran Vía desde Jacometrezo, había maniobras que también resultaban peligrosas.
La aparición de Rosalía para saludar a sus fans en la calle Jacometrezo. / Redacción
La cosa fue a más cuando, de repente, un enorme tráiler hizo su aparición en escena y cruzó la zona peatonal de la plaza para dirigirse hacia la calle Preciados, obligando a apartarse a una masa compacta de centenares de personas, con los consiguientes empujones y cierto nerviosismo. Aunque no es algo poco habitual, porque ciertos transportistas lo hacen de noche con permiso para reponer en las tiendas de esa arteria comercial que une Callao y Sol, la escena parecía tan inverosímil que el gentío creyó que podía tratarse de parte del show de la cantante. Su decepción fue grande cuando vieron que el camión se alejaba Preciados abajo. Nadie entendió muy bien cómo, si no formaba parte del espectáculo, la policía dejó pasar al camión con la que había montada en la plaza.
Aunque hubo quien todavía se quedaría más allá de las 23h con esperanzas de ver a la cantante, a medida que esta no aparecía muchos decidieron retirarse. Algunos todavía pudieron verla fugazmente salir del hotel por la puerta de Jacometrezo y montarse en un coche para desaparecer enseguida. La normalidad se iba recuperando poco a poco, con coches y autobuses circulando sin problema. Surgía entonces la pregunta que se materializaría al día siguiente: ¿había hecho todo esto Rosalía sin autorización de Ayuntamiento y Delegación? Es verdad que eventos como este se basan en la sorpresa y el elemento disruptivo. Pero también es cierto que artistas de estas dimensiones tiene muy clara la importancia del elemento seguridad. En los próximos días sabremos si finalmente hay sanciones y por qué cuantía. También si la cantante responde a la reprimenda de las autoridades. Por ahora, lo que ha conseguido es que no se deje de hablar de ella.