Maternidad, crimen y memoria. Marta Robles publica «Amada Carlota» (Espasa), una sobrecogedora historia sobre un secreto silenciado durante décadas
¿Es su libro más reivindicativo?
Soy reivindicativa desde que me levanto hasta que me acuesto. En toda la saga del detective Roures siempre hay un tema central que exige reivindicación y que el lector se posicione después de ver todo lo que hay. No adoctrino a nadie, pero expongo para que el lector saque sus propias conclusiones. En este pongo el foco en el silencio de las mujeres y animo a que sepan la fuerza que tiene su discurso. ¿Qué pasa cuando realmente se atreven a hablar? Pues que las mujeres cuando nos atrevemos a alzar la voz, cambiamos el mundo.
Marta Robles presenta en Valencia su último libro «Amada Carlota» / Fernando Bustamante
¡Qué duro son los silencios!
Durísimos. En tiempos de regímenes totalitarios no nos daban voz, no teníamos derechos y éramos la sombra de los hombres. Además, cuando hay abusos o sometimiento, la propia mujer, en vez de considerarse víctima, se cree culpable por haber provocado esa situación. Algo que sigue pasando aún hoy y me parece aterrador.
Culpa, vergënza, asco…
El cóctel de culpa y vergüenza siempre está detrás de la arrogancia y, a veces, va unido al concepto de honra. Durante toda la historia, las mujeres han estado separadas entre buenas y malas. Y las malas eran las que no tenían honra. Hay dos insultos que hemos recibido, uno, el de puta, y otro, el de histérica. Parece que solo podemos estar bien consideradas si estamos tranquilas, es decir, si no tenemos necesidades sexuales, y si tenemos honra. Que una mujer tenga un hijo fuera del matrimonio o una infidelidad es….
En la historia se expone el abuso de poder y la impunidad que lo aconpaña.
Quería repasar que hay demasiados delitos que prescriben. Me parece asombroso que el robo de bebés prescriba. Me parece aterrador. Siempre digo que hay dos armas que son de destrucción masiva contra las mujeres; una, en las guerras, las violaciones, y otra, el robo de bebés en las posguerras. En todos los países que se construyen después de un conflicto existen robos de bebés. Ha pasado en España, en Argentina, en Salvador y en mil sitios. De alguna manera, el poderoso sabe que la manera de infligir más dolor al que está superditado a él es quitarle al niño. Y además, la manera de cortar su ideología es adoctrinar a los bebés, con lo cual se inventan justificaciones injustificables.
En la historia siempre está presente la superioridad moral para actuar.
Una superioridad que permanece. Ahora estamos otra vez con los supremacismos en boga. Y, siempre que empiezan a ondear su bandera, tiemblo, porque eso afecta a los derechos de las mujeres. Cuando hablamos de los robos de bebés en España, se sustentan en la justificación ideológica, y la moral ideológica, a través de los postulados del doctor Vallejo Nájera, que quiere demostrar la existencia de un gen rojo que convierte a todos los que estén en contacto con el marxismo en gente depravada y, por supuesto, no pueden ser capaces de criar a sus hijos porque son malvadísimos. Y la superioridad moral que parte de la Iglesia y sigue los postulados establecidos por el régimen que decía que las mujeres tenían que hacer todo lo que dijeran los hombres, no quejarse nunca, ser sus sombras.

Marta Robles presenta en Valencia su último libro «Amada Carlota» / Fernando Bustamante
¿Estamos rodeados de abusadores?
También hay mujeres cómplices, malas y muy perversas, pero el ser humano es complejo y las mujeres no podíamos ser menos. Ahí está precisamente el kit de la igualdad. Pero es verdad que creo que estamos rodeados de abusadores. Y además, cuanto más poder tienen las personas, más proclives son a perder el norte y a convertirse en lo peor. El poder corrompe y, cuando uno accede a él, tiene que estar muy atento para no convertirse en lo que odió. Hay muchos abusadores porque hay mucha vulnerabilidad y precariedad.
Y otra vez el detective Roures.
En esta novela le cede un poco el protagonismo a Carlota. Más allá del argumento, de los abusos, de esa línea de combatir los silencios femeninos, hay una prospección de las personalidades de los propios personajes. Me gusta mucho contar la intrahistoria de los personajes porque los hace más humanos. Me río con los años que va cumpliendo Roures y de cómo solo piensa en sexo.
¿El pasado es un lastre para poder avanzar?
Somos lo que somos, no solo por lo que comemos, sino por lo que pensamos, por lo que leemos y sobre todo por lo que vivimos. Todo lo que ha pasado a lo largo de nuestra historia nos deja una huella en el ADN y así vamos siendo según pasan los años. Y Carlota es el producto de todo lo que le ha pasado, con una parte de su vida absolutamente silenciada de manera deliberada por ella.
Parece que ha disfrutado al escribir la historia.
He disfrutado, lo he pasado mal, he sufrido, me he indignado, me he vuelto loca. Yo todo lo hago con intensidad y en esta novela me he dejado el resto porque cada apartado de la novela necesitaba que me conmocionara.
¿Le ha costado investigar sobre las clínicas clandestinas de la época?
Estoy muy acostumbrada a investigar. La gente piensa que los periodistas investigan más que los escritores y no, yo te diría que los periodistas tienen más facilidad para acceder a determinados asuntos. El escritor investiga como puede y no puede defraudar al lector porque su argumento tiene que estar apuntalado.
¿Qué espera que sienta el lector al terminar el libro?
Que sienta un poco de esperanza . Que perciba que al final de cualquier túnel, por oscuro que sea, siempre hay una luz y que si uno es capaz de levantarse, de reivindicar, de hablar, de meterse en líos para sacar a flote cuestiones que ha estado ocultando, a lo mejor es capaz de reconstruirse. El asunto de la reconstrucción me parece muy hermoso. Lo asocio a lo que dicen los japoneses del kintsugi de que cuando se rompe una vasija, dicen que si la reparas con oro queda más bonita. O sea que cuando alguien se rompe en mil pedazos y lo reconstruyes con sus cicatrices es mejor. Quería que se pensara que, tras el horror somos capaces de reconstruirnos, sobre todo las mujeres.
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